Evangelio según san Lucas 4, 113
En aquel tiempo, Jesús regresó del Jordán lleno del Espíritu Santo.
El mismo Espíritu lo llevó al desierto, donde el diablo lo puso a prueba durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada; así que al final sintió hambre.
Entonces le dijo el diablo:
—Si de veras eres Hijo de Dios, di que esta piedra se convierta en pan.
Jesús le contestó:
—Las Escrituras dicen: No solo de pan vivirá el hombre.
Luego, el diablo lo condujo a un lugar alto y, mostrándole en un instante todas las naciones del mundo, le dijo:
—Yo te daré todo el poder y la grandeza de esas naciones, porque todo ello me pertenece, y puedo dárselo a quien quiera. Todo será tuyo si me adoras.
Jesús le contestó:
—Las Escrituras dicen: Al Señor tu Dios adorarás y solo a él darás culto.
Entonces el diablo llevó a Jesús a Jerusalén, lo subió al alero del Templo y le dijo:
—Si de veras eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque dicen las Escrituras: Dios ordenará a sus ángeles que cuiden de ti y que te tomen en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.
Jesús le contestó:
—También está dicho: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.
El diablo, entonces, terminó de poner a prueba a Jesús y se alejó de él en espera de una ocasión más propicia.
Señor Jesús, si mucho lo deseamos, mucho mayor es la necesidad que tenemos de estar llenos del Espírtu Santo y de ser llevados en todo por El.
Puedes hacer, Jesús, que seamos invadidos por el Fuego Abrasador como lo fueron tus primeros Apóstoles.
Mirando tu vida, debemos tener presente que aún siendo poseídos por el Santo Espirtu, no nos faltarán ataques del espíritu maligno. Nos seducirán las riquezas, la vanagloria, el poder. Y siguiendo tu ejemplo podremos vencerle con tu gracia.
No nos dejes sucumbir a las seducciones del mal para permanecer fieles al plan del Padre sobre nosotros.