Evangelio según san Marcos 4, 21-25



En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre:

—¿Acaso se enciende una lámpara para taparla con una vasija o meterla debajo de la cama? ¿No se la enciende, más bien, para ponerla en el candelero?

Pues nada hay escondido que no haya de ser descubierto, ni hay nada hecho en secreto que no haya de salir a la luz.

Si alguien puede entender esto, que lo entienda.

También les dijo:

—Prestad atención a lo que os digo: Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás, y lo hará con creces.

Porque al que tiene, se le dará más todavía; pero al que no tiene, hasta lo que tenga se le quitará.




Dame, Señor y Dios mío, que no decaiga,
ni en la prosperidad ni en la adversidad; 
que no me ensoberbezca en alguna cosa,
ni me deprima en otra;
de nada goce o me duela
sino en lo que me lleve a ti o me separe de ti.

A nadie desee agradar, 
ni a nadie tema disgustar, sino a ti.
Sea para mí despreciable todo lo pasajero, 
y sea para mí querido todo lo tuyo.

Que me hastíe el gozo de lo que sea sin ti,
que no desee nada que esté fuera de ti.
Que me deleite el trabajo hecho por ti,
que me sea penoso todo descanso que sea sin ti.

...
Hazme, Señor y Dios mío, obediente sin contradecir, 
pobre sin ser miserable, casto sin depravación, 
paciente sin murmuración.

Que sea sincero sin hipocresía,
que haga el bien sin ser presuntuoso, 
que corrija al prójimo sin arrogancia,
que lo edifique con la palabra y el ejemplo.

Concédeme, Señor, un corazón:
vigilante, que ninguna curiosidad lo aparte de ti, 
noble, que ninguna influencia indigna lo envilezca, 
recto, que ninguna intención siniestra lo desvíe, 
firme, que ninguna tribulación lo debilite,
libre, que ningún afecto violento lo reclame.

Concédeme, Señor Dios mío,
inteligencia que te conozca,
diligencia que te busque,
sabiduría que te encuentre,
conducta que te agrade,
perseverancia que te espere confiada
y confianza de que un día al final te abrazaré...

(Sto Tomás de Aquino)