Evangelio según san Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte...
Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre...
Gloria ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste ...
Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna para ser cruelmente flagelado...
Honor a ti, mi Señor Jesucristo, que, con todo tu cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz...
Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre...
Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que, cuandos estabas agonizando, diste a todos los pecadores la esperanza del perdón...
Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.
Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, mi Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono en tu reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad...
(Oración atribuída a Santa Brígida)