Gn 16,6b-12.15-16
En aquellos días, Saray maltrató a Agar y ella se escapó.
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente del desierto, la fuente del camino del sur, y le dijo:
-Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y a dónde vas?
Ella respondió:
-Vengo huyendo de mi señora.
El ángel del Señor le dijo:
-Vuelve a tu señora y sométete a su poder.
Y el ángel del Señor añadió:
-Haré tan numerosa tu descendencia, que no se podrá contar.
Y el ángel del Señor concluyó:
-Mira, estás encinta y darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción. Será un potro salvaje: su mano irá contra todos y la de todos contra él; vivirá separado de sus hermanos.
Agar dio un hijo a Abrán, y Abrán llamó al hijo que le había dado Agar, Ismael.
Abrán tenía ochenta y seis años cuando Agar le engendró a Ismael.
Sal 105,1-2.3-4a.4b-5
Dad gracias al Señor porque es bueno.
Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo.
Visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad.
Mt 7,21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la, voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?
Yo entonces les declararé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los letrados.