Fue "una de las más memorables declaraciones en la reciente historia del Congreso": así ha calificado Rich Lowry, analista del National Review, la vibrante y emotiva intervención del juez Brett Kavanaugh ante el comité del Senado que le investiga antes de su confirmación por la cámara, último paso para su nominación como juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Kavanaugh superó hace dos semanas varias sesiones de exigentes interrogatorios sobre su carrera profesional y su perfil como magistrado. Ya se percibió entonces la determinación demócrata de tumbar a toda costa su designación, que, tras la de Neil Gorsuch en abril de 2017, completa una composición del Tribunal Supremo poco dispuesta a respaldar reinterpretaciones de la Constitución en el sentido que desea la agenda progresista. De hecho, ésa es una de las claves de su desesperación tras la victoria de Donald Trump, pues era conocido que durante el mandato 2017-2021 se producirían renovaciones en la institución que, por su carácter vitalicio, condicionan la vida del país durante décadas. Una de las principales consecuencias de un predominio conservador en el Tribunal Supremo podría ser la reversión de la sentencia Roe vs Wade que legalizó el aborto en 1973, o la declaración de inconstitucionalidad de diversas medidas de la Administración Obama contrarias a la libertad religiosa.
Tras finalizar esa sesión ordinaria de interrogatorios, se hizo pública la acusación de una profesora de Psicología, Christine Blasey Ford, activista de diversas causas demócratas, quien denunció que Kavanaugh habría intentado violarla durante una fiesta en 1982, cuando él tenía 17 años y ella 15.
Ninguna de las personas citadas por Ford como presentes en esa fiesta ha confirmado su relato, incluida una de sus más antiguas amigas. Ella misma no recuerda cómo llegó al lugar del supuesto delito, ni cómo regresó de él, pero ha asegurado estar segura al 100% de que quien perpetró el ataque del que logró zafarse era el hoy candidato al Tribunal Supremo.
Kavanaugh negó las acusaciones el mismo día que se hicieron públicas y pidió comparecer inmediatamente ante el comité, pero, como lamentó en su intervención, el retraso de diez días en su convocatoria ha permitido un linchamiento público "para destruir mi buen nombre y mi familia", que ha recibido amenazas. Todo el aparato propagandístico de los grandes medios, militantemente anti-Trump, ha dado aire a la versión de Ford.
Este jueves se celebró en el Senado una audiencia especial para escuchar bajo juramente tanto a la profesora Ford como al juez Kavanaugh.
Durante su intervención, Ford no aportó ninguna prueba, más allá de su testimonio, limitándose a contar la historia ya conocida con gran emotividad.
Los miembros del comité no esperaban una respuesta como la que formuló después Kavanaugh, por su carácter enérgico y también emotivo, hasta las lágrimas en varios momentos.
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"Yo no cuestiono que la doctora Ford pueda haber sufrido un ataque sexual por alguien en algún lugar o en algún momento", dijo en los primeros momentos: "Pero yo nunca lo he hecho, ni a ella ni a nadie. Yo no soy así. Yo no era así. Soy inocente de esta acusación". Y reiteró que, en cuanto fue formulada, la negó "inmediatamente, categóricamente e inequívocamente".
La defensa que hizo Kavanaugh se centró, por un lado, en la inexistencia de un solo indicio de mala conducta sexual en ninguna de las cuatro investigaciones que el FBI hizo sobre él para los cargos públicos más relevantes que ha desempeñado. También recordó que 65 antiguas compañeras suyas de instituto, y 84 mujeres que trabajaron con él en la Casa Blanca cuando fue parte del staff del presidente George Bush hijo, han firmado sendas cartas testificando su irreprochable comportamiento. Y destacó la falta de pruebas e inconsistencias en el relato de Ford.
Pero además, en diversas partes de su intervención Kavanaugh dio con naturalidad muestras de su fe católica, por la que ya había sido interrogado en las sesiones previas. En particular, en tres momentos.
Primero, cuando se emocionó hasta las lágrimas al recordar que, durante la oración familiar, su hija de 10 años había propuesto rezar por la mujer que le acusa: "No guardo rencor a la doctora Ford ni a su familia. La otra noche, Ashley [su esposa] y mi hija Liza estaban haciendo sus oraciones, y la pequeña Liza, de 10 años, le dijo a Ashley: 'Debemos rezar por la mujer'. ¡Qué gran sabiduría en alguien de 10 años!". Kavanaugh explicó al comité que explicarle a sus hijas estas acusaciones había sido para Ashley y para él "la peor experiencia de nuestras vidas".
Una de las pruebas que Kavanaugh presenta en su favor es que desde el año 1980, siguiendo una costumbre que aprendió de su padre, lleva nota diaria de los principales acontecimientos de su vida, personas presentes, etc., lo que le permitió reconstruir (y así lo hizo ante los senadores) el periodo en el que tuvo lugar el supuesto intento de violación, descartando su presencia en esa casa ese día. Fue entonces cuando comentó: "Algunos han señalado que en mis calendarios no figura ir a la iglesia los domingos. Tampoco apuntaba cuando me cepillaba los dientes, porque para mí, ir a la iglesia los domingos es como cepillarme los dientes. Algo automático. Y lo sigue siendo".
Por último, por dos veces recordó que durante sus años universitarios estuvo en una residencia católica de jesuitas, solo de chicos, y que sus relaciones solían ser con chicas de residencias católicas, y que en ese círculo no estaba la doctora Ford, y que no recordaba haberla conocido nunca en ningún evento. En ese sentido, habló de su vida sexual en aquella etapa: "Esto es algo que nunca hubiera imaginado que saldría en una audiencia para una confirmación judicial, pero quiero darles un retrato completo de quién era yo. Nunca tuve relaciones sexuales ni nada parecido a ellos durante la enseñanza media y superior y muchos años después, y en algunos círculos me daba vergüenza mi inexperiencia. Intentaba ocultarla. Pero interiormente estaba orgulloso de ella. Para mí y para las chicas de quienes era amigo, esa ausencia de una actividad sexual intensa en el instituto era una cuestión de fe, de respeto y de prudencia".
Kavanaugh se emocionó hasta las lágrimas en distintos momentos de su intervención, al evocar la oración de su hija, las lecciones de su madre o las pruebas de amistad que había recibido de personas, en particular mujeres, que sabían que serían vilipendiadas por apoyarle a raíz de estas acusaciones.
Su intervención concluyó con un terminante: "Hoy declaro bajo juramento, ante el Senado y ante la nación, ante mi familia y ante Dios, que soy inocente de esta acusación".