Los presos son los miembros de la sociedad más olvidados, especialmente aquellos que cumplen sentencia en las cárceles de máxima seguridad por haber cometido terribles crímenes. Se piensa que no tienen nada que ofrecer. Sin embargo, doce presidiarios de Missouri, Estados Unidos, han demostrado que, aun habiendo realizado actos deplorables, pueden hacer cosas maravillosas.
Un día, según explica Catholic Digest, el padre Phil Luebbert, revestido para celebrar misa, habló a los presos congregados para la celebración: “Chicos, tengo malas noticias. Un joven ha tenido un accidente de coche muy grave. No hay esperanzas de que se recupere. Sé que rezáis mucho y con insistencia, así que quiero ofrecer esta misa por él”.
Padre Phil Luebbert
Había sido el diácono concelebrante quién, unos momentos antes, había hablado al sacerdote de este joven. “La familia del chico se ha rendido. Piensan que morirá”, le dijo al padre Luebbert. “Ya han empezado a hacer los preparativos del funeral”.
Casi todos los miércoles, Luebbert celebra misa en el centro correccional Crossroads. Fue ordenado en 2006, a la avanzada edad de 60 años. Cuando fue enviado a su parroquia, en Missouri, se comprometió a seguir el ministerio que su predecesor realizaba en el correccional.
Luebbert ya conocía estos ambientes. En 1999, antes de ser sacerdote, había trabajado durante un año en un centro penitenciario. Esta experiencia le impactó, y le hizo darse cuenta de las necesidades espirituales que tenían los presos, especialmente los católicos por los Sacramentos.
Luebbert miró a los 12 presos presos que se encontraban allí. “Por favor, ofreced vuestras mejores oraciones al Señor, y pedidle que ayude al joven a tener una oportunidad de recuperarse”. Todos los presidiarios asintieron solenmemente.
El padre Luebbert continuó con la misa. “Después de la Comunión, todos se arrodillaron, cerraron los ojos y comenzaron a rezar en silencio durante varios minutos”, recuerda Luebbert. “Había una unción tremenda”.
Para el sacerdote, aquellos doce hombres arrodillados eran una imagen de los Apóstoles. Pronto comenzó a notar que la oración surtía efecto. “Yo notaba en mi corazón como Jesús había escuchado la oración de estos hombres. Le había gustado, e iba a dar resultado”, rememora Luebbert.
La oración de un criminal dista mucho de ser considerada como “eficaz”. ¿Cómo les va a escuchar Dios si han hechos malas acciones? La gente suele olvidar la Misericordia de Dios y el poder transformador de los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía.
Además, Dios escuha especialmente la oración de los que sufren, y no hay duda de que la mayoría de los presidiarios sufren mucho. Este sufrimiento se santifica cuando se une al de Cristo. “Este concepto se llama ‘sufrimiento de redención’ porque está unido al de Cristo”, explica Luebbert. “Por ello, la oración del que sufre es aún más potente si cabe”.
El siguiente miércoles, cuando el padre Luebbert fue a celebrar misa a la prisión, el diácono le recibió con buenas noticias. La condición del joven accidentado había mejorado de manera totalmente inesperada. Los doctores habían diagnosticado que había una ligera posibilidad de que el chico sobreviviera.
Los presos rezaron por él otra vez esa semana, y la siguiente, y la siguiente… Y cada semana les llegaban noticias de que el joven mejoraba. “Un día el diácono nos dijo que el joven iba a iniciar la terapia para volver a caminar”, recuerda Luebbert. “Al chico le quedarían secuelas para el resto de su vida, pero ya estaba casi completamente recuperado”.
Los internos se alegraron mucho. Sus oraciones habían ayudado al chico a recuperarse.
El padre Luebbert cree que fue un milagro. “Jesús ha escuchado la sincera oración de hombres internos en una prisión de máxima seguridad”, dice. “Esta ha sido una de las experiencias más maravillosas de mi servicio como sacerdote y de mi vida en general”.