A poco más de un año de que los demócratas decidan quién intentará arrebatarle la Casa Blanca a Donald Trump, las encuestas no parecen apostar por la renovación. El ex vicepresidente Joe Biden (76 años, 32,8%) y el eterno candidato de la extrema izquierda Bernie Sanders (77 años, 17,3%) van claramente en cabeza.
Por detrás de ellos, un sinfín de aspirantes declarados o potenciales hacen guiños desesperadamente a una u otra de esas "minorías" enfrentadas entre sí que conforman hoy el discurso del Partido Demócrata, e intentan competir a ver quién llega más lejos en progresismo radical. Elizabeth Warren (69) investiga su propio ADN hasta encontrar una mínima porción de sangre indígena de la que presumir, para hilaridad de Trump. Kamala Harris (54) explota su participación en el acoso e intento baldío de derribo al juez católico y provida Brett Kavanaugh. Beto O'Rourke (46) se presenta, en formas no menos que en ideas, como el Justin Trudeau estadounidense. Alexandria Ocasio-Cortez (29) extrema todas sus propuestas en la Cámara de Representantes. Y Pete Buttigieg (37) hace gala de su condición de gay casado con un hombre que sale al estrado a besarle en los mítines y con quien protagoniza portadas del Time que presentan una "Primera Familia" sin resolver todavía cómo se denominaría al sustituto de la tradicional "Primera Dama".
A la derecha, Pete Buttigieg. A la izquierda, Chasten, quien adoptó su apellido tras su enlace en 2018.
Buttigieg, alcalde de South Bend (Indiana), una ciudad de cien mil habitantes, es hijo único de Joseph Buttigieg, profesor universitario fallecido a principios de año que editó en inglés al pensador y estratega comunista italiano Antonio Gramsci y presidió una asociación internacional consagrada a su pensamiento. Su hijo, ahora aspirante a la nominación demócrata, se graduó en Harvard y sirvió tres años en la Reserva Naval, con varios meses de despliegue en Afganistán. Es católico de bautismo aunque actualmente se reconoce episcopialiano con influencias de otras confesiones cristianas, y ha hecho, entre otras, la polémica afirmación de que Dios le hizo homosexual.
Y, además, acusa a las políticas contrarias a la agenda LGTBIQ+ de "hacer daño a uno mismo y a su familia". Se refiere a las medidas contra el aborto y a favor de la familia implantadas en Indiana, entre otros, por su ex gobernador y actual vicepresidente Mike Pence, bestia negra del lobby gay. Buttigieg, impulsor de las políticas de imposición de la ideología de género a todos los niveles, formuló esa queja en un tuit y se encontró con una contundente respuesta por parte de Ana Samuel, texana hija de inmigrantes mexicanos, casada con un inmigrante argentino, madre de seis hijos y formada en Princeton y Notre Dame. En un artículo publicado en The Public Discourse, le decía claramente al aspirante demócrata: "No obligues ni a mí ni a mis hijos a aceptar tu ideología sexual".
Ana Samuel es una de la fundadoras y directivas de CanaVox, una asociación para la defensa del matrimonio.
Ana Samuel reprocha a Buttigieg que reclame tolerancia cuando ella y otras "mamás latinas con valores familiares tradicionales" se enfrentan "todos los días a personas que impulsan y ponen en práctica políticas que atacan nuestros valores, perjudican a nuestras familias y hacen daño a nuestros hijos": "Hablo de políticas que desprecian nuestros deberes y derechos como padres intentando adoctrinar a nuestros hijos en una ideología sexual progresista sin nuestro consentimiento y en ocasiones a pesar de nuestra protesta explícita".
Casos concretos
Y cita algunos ejemplos vividos en su lugar de residencia:
-En las escuelas públicas, a niños de 13 y 14 años se les pregunta, como parte del programa de literatura, que expliquen "qué es la heteronormatividad y por qué es mala". Ana denuncia que "existe el objetivo explícito de normalizar el estilo de vida LGTB en todas las asignaturas".
-Los pediatras piden atender en solitario a los adolescentes y les prescriben anticonceptivos o les preguntan por comportamientos sexuales que Ana considera "ofensivos". Cuenta el caso de un ginecólogo que prescribió anticonceptivos orales a la hija de 14 años de una amiga suya después de que ella le dijo explícitamente al doctor que no quería que su hija tomase anticonceptivos.
-En clase se educa a los niños en ideas freudianas sobre la "represión sexual", animándoles a aceptar la masturbación, el uso de condones y juguetes sexuales o el sexo oral y rectal.
-Las bibliotecas públicas se han llenado de obras llenas de simbología LGTB, desde los unicornios al arcoiris, pasando por la creciente costumbre de contratar a drag queens como cuentacuentos.
-La propaganda transgénero ha invadido los colegios, una "violencia contra los niños", explica Ana, a quienes se obliga a cuestionarse su identidad sexual, o se enseña a utilizar los pronombres al gusto del lobby LGTB. "Históricamente", continúa, "los padres han disfrutado del derecho de dirigir la educación y crianza de sus hijos, bajo la correcta presunción de que ellos -y no consejeros, ni psiquiatras, ni profesores, ni burócratas, ni nadie- son quienes mejor actúan en defensa de su mejor interés. Ahora, los activistas están empujando a los tribunales a permitir que menores de edad ingieran fármacos bloqueadores de la pubertad y hormonas del sexo contrario a pesar de la oposición de los padres".
"¡Basta!"
"Es hipócrita por su parte", reprocha a Buttigieg, pedir tolerancia "cuando desde su lado se impulsan intromisiones gubernamentales en la relación padres-hijos hasta en los niveles más elementales. ¡En algún punto hay que decir que ya está bien!". "¡Basta!", le dice en español en el original.
Basta de "expulsarnos de la conversación con el truco retórico, intelectualmente deshonesto, de decir que somos intolerantes... No cruce la línea para decirnos qué valores sexuales tenemos que fomentar y mantener".
Además, Ana Samuel explica por qué la propaganda LGTB está haciendo daño a la sociedad: "No es una buena idea decirle a la sociedad que no necesitas a una persona del sexo opuesto para tener un hijo, o que los niños no necesitan un padre y una madre, porque cualquier apaño vale. Eso no es verdad, y hay una abundancia de datos empíricos que lo demuestran".
Y por si no valiesen esos argumentos, le invoca también razones económicas: "Cuesta mucho dinero burlar a la naturaleza", desde los tratamientos de enfermedades de transmisión sexual a los procedimientos de maternidad de alquiler, pasando por la fecundación in vitro o las operaciones de mutilación genital para cambios de sexo.
"El hecho es que el matrimonio estable, monólogo, exclusivo entre marido y mujer es el producto más barato y de mayor calidad en el mercado", ironiza, y el que está al alcance de la mayor parte de la población que no puede permitirse lujos: "Su agenda exige mucho dinero extra... o una medicina socialista. Y muchos hispanos hemos dejado países como Cuba o Venezuela (y cada vez más Argentina y México) precisamente porque las políticas socialistas en nuestra patria se habían hecho despóticas".
"Amigo", le dice en español en el original, "éstas son las verdades de la naturaleza": "Los últimos cincuenta años de ciencia social son virtualmente unánimes en la conclusión de que los niños -y las sociedades- crecen mejor cuando son educados por sus padres biológicos casados de forma estable... Sabemos que estamos en medio de una intensa batalla por el corazón y la mente de nuestros niños... Las madres somos muy buenas educando y protegiendo a nuestros niños de cualquier daño cuando creemos que están en peligro. Y esta vez, el peligro es la ideología sexual de la izquierda".
En febrero, primarias
Aunque la carrera de las nominaciones es extremadamente volátil y muy dependiente de los recursos económicos, Buttigieg figura en tercera posición de las encuestas cara a los primerizos caucus de Iowa y primarias de New Hampshire de febrero.
Los sondeos dicen que el 54% de los estadounidenses creen que Trump revalidará mandato sea quien sea su rival. Tal vez influya que todos los aspirantes demócratas sostienen la misma agenda LGTB que Buttigieg, y una buena parte de los votantes han demostrado estar hartos de ella. Y con buenas razones, a tenor del impacto que ha tenido el artículo de Ana Samuel y su ¡Basta! al candidato de moda.