Kiley entró en esa habitación del piso 32, porque los trabajadores estaban “traumatizados”, según indica el Chicago Sun Times.
“Me sentí rodeado por el misterio del mal. El FBI ya había dejado esa habitación del hotel, pero recuerdo que me preguntaba si el espíritu del mal estaba allí”, dijo el P. Kiley en este artículo recogido en español por Aciprensa.
El sacerdote contó que la suite se encontraba al final de un largo pasillo, y cuando abrieron la puerta, sintió como si le hubieran “empujado hacia atrás, como para impedir que entre”.
“En mi mente, me encontré a mí mismo diciendo: ‘Oh no, tienes que irte’. Instintivamente comencé a rezar en silencio: ‘San Miguel, defiéndenos en la pelea. Protégenos contra la maldad y las acechanzas del demonio”, agregó.
Luego, al entrar a la habitación, notó que las ventanas desde donde el terrorista había disparado estaban selladas y el espacio en el piso donde falleció estaba delineado.
“Así que bendije el agua de acuerdo con el ritual romano y luego comencé a bendecir a mi compañero y a mí, y luego a todos y cada uno de los rincones de la suite. Bendije cada casquillo de bala y habitación yendo por el pasillo. Usé la oración para la bendición de una casa y extendí la oración con una invocación al Espíritu Santo para descender en este lugar con luz, alegría, paz, esperanza y vida”, dijo.
El tirador desde el hotel disparó sobre un concierto de country en la calle
El sacerdote explica en el diario de Chicago que considera la experiencia “como un pequeño paso en el proceso de curación para la gente de Las Vegas”, especialmente para los trabajadores del hotel, porque muchos de ellos “estuvieron encerrados en el lugar toda la noche y vieron a muchos de los cadáveres asesinados por la mañana”.
Después de ese acontecimiento, se buscó al P. Kiley para brindar consejería y palabras de aliento. Dentro de ese marco, el presbítero fue invitado a bendecir el piso 32 del hotel.
“Creo que podrías llamarlo una limpieza espiritual. Algo así como bendecir una nueva casa antes de que te mudes a ella”, enfatizó.
Finalmente, el P. Kiley dijo que lo que “está claro” es ver que “la bondad” se extendió a los trabajadores como “la compasión que se palpa en todo Las Vegas, en la creencia de que la hospitalidad será más fuerte que el miedo”.
“El amor es más fuerte que el odio, la vida es más fuerte que muerte. Las Vegas y su gente son fuertes. La gracia de Dios está obrando de maneras maravillosa”, concluyó.