Cuando aún no se había recuperado del mazazo del caso del cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington, separado del colegio cardenalicio por su comprobada participación y encubrimiento en casos de abusos, este martes el fiscal general del estado de Pennsylvania, Josh Shapiro, hizo público un informe con conclusiones demoledoras: en las diócesis de Allentown, Erie, Greensburg, Harrisburg, Scranton y Pittsburgh (sobre todo esta última), hubo abusos y encubrimientos sistemáticos durante 70 años.
Tras examinar durante año y medio cientos de miles de documentos y recabar decenas de testimonios, un gran jurado compuesto por 23 personas encontró pruebas creíbles contra 301 sacerdotes con su nombre y apellidos, identificando un millar de víctimas entre 1947 y 2017.
Y, lo que es peor, denuncia un esfuerzo sostenido de las autoridades eclesiásticas para ignorar las denuncias o encubrirlas, o proteger a los acusados para evitar el escándalo y el daño a la Iglesia.
La mayor parte de los casos han prescrito o los responsables han fallecido, pero las acusaciones y las pruebas de encubrimiento y protección por parte de los obispos u otros sacerdotes han sido definitivos.
Un comunicado del cardenal Daniel DiNardo, obispo de Galveston-Houston y presidente de la conferencia episcopal estadounidense, ha reconocido la veracidad general de la imputación: "“El informe del gran jurado de Pennsylvania ilustra de nuevo el dolor de quienes han sido víctimas del crimen de abuso sexual por parte de miembros de nuestro clero y de aquellos que protegieron a los abusadores y facilitaron así la continuación del mal durante años e incluso décadas. Agradecemos la valentía de quienes han ayudado a la investigación compartiendo sus historias personales de abuso. Como colegio de obispos, estamos avergonzados y lamentamos los pecados y las omisiones de sacerdotes católicos y obispos católicos”.
Los obispos afirman que, a través de los organismos de control creados y progresivamente reforzados en 2002, 2011 y 2018, “continuarán ofreciendo caminos de sanación para quienes han sido abusados" y se comprometen "a trabajar con determinación para que tal abuso no pueda suceder”.
"Entristecidos cada vez que se conoce el daño causado por un miembro del clero, del nivel que sea", los obispos norteamericanos "rezan para que todos los supervivientes de abuso sexual encuentren sanación, alivio y fortaleza en la presencia amorosa de Dios": "La Iglesia proclama que continuará restaurando la confianza por medio del acompañamiento, la comunión, la rendición de cuentas y la justicia".