El arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, de origen latino, tiene una especial vinculación a María al igual que decenas de miles de llos fieles diocesanos, que siendo también mexicanos aman a la Virgen de Guadalupe. De este modo, Cari Filii News recoge un artículo que el prelado ha escrito en First Things titulado María, fundadora de Américay en el que afirma que la aparición de la madre de Cristo a Juan Diego fue "el momento crucial en la historia de Estados Unidos y de todos los países de América


Monseñor Gómez guió este verano hasta su santuario a la primera peregrinación de la archidiócesis californiana a la basílica. Numerosas familias católicas en México lo hacen al menos una vez al año, explica, como era su caso cuando se crió en Monterrey, a casi mil kilómetros de la capital federal. Y considera fundamental fomentar esa devoción para revertir el curso de los acontecimientos en Estados Unidos y su profunda descristianización, aún más grave en otros países europeos.

“Es como si nos hubiésemos despertado para descubrir que nuestra sociedad no es cristiana”, explica: “Nos enfrentamos a una agenda agresiva y organizada de grupos elitistas que quieren eliminar la influencia del cristianismo en nuestra sociedad”. Ante esa crisis, “algunos urgen a un retorno a la visión de los Fundadores”, afirma el prelado: “Más bien deberíamos volvernos hacia Nuestra Señora, la auténtica fundadorade América. Nuestra Señora no se apareció solo para el pueblo mexicano. Sus intenciones eran continentales y universales”.


Monseñor Gómez, en una misa en East Los Angeles College el 6 de diciembre de 2015. Foto: Michael Baker. The Sun.

“Guadalupe es el auténtico ‘hecho fundacional’ en la historia de América”, continúa: “Todos somos hijos de Guadalupe y Guadalupe nos ofrece la verdadera historia de América. En el plan de Dios, este hemisferio fue escogido como lugar para construir una nueva civilización. Un nuevo mundo de fe”.

Gómez recuerda que en los años siguientes a la aparición, “millones fueron bautizados en Méjico y en todas las Américas”, y “una gran ola de santidad inundó los continentes, despertando santos y héroes de la fe en todas las naciones”. Dos siglos después, San Junípero Serra llegó en un barco llamado Nuestra Señora de Guadalupe y tras desembarcar en Veracruz recorrió quinientos kilómetros hasta su santuario, donde pasó una noche en oración antes de ofrecer la misa a la Virgen por su misión.


Estatua de San Junípero Serra (17131784), evangelizador de California, en el Capitolio de Estados Unidos.

“Tenemos que seguir su ejemplo”, proclama el arzobispo de Los Ángeles: “Tenemos que consagrar a la Virgen nuestra vida cristiana y la misión de la Iglesia” y, como ordenó a Juan Diego, “construir un templo”, pero en nuestras vidas. Y para ello, “profundizar en nuestro conocimiento y amor de Cristo”, como aquel indio santo, que cada sábado y cada domingo caminaba 15 kilómetros para ir a misa y asistir a clases de catecismo.


La Virgen de Guadalupe está embarazada, recuerda Gómez: “Guadalupe es una visión del  mundo tal como Dios quiere que sea. El ‘santuario’ que Nuestra Señora quiere construir en América es una civilización que celebra y da la bienvenida a toda vida, por débil u onerosa que resulte”.

Y así, “la fe cristiana se enfrenta en este nuevo mundo a la brutalidad de los rituales aztecas de sacrificios humanos. Desde el principio, los misioneros de América proclamaron que toda vida es preciosa e imagen de Dios vivo. Con el rechazo a la Cristiandad y la negación de Dios, hoy nos enfrentamos de nuevo a una cultura en la que la vida es barata y los inocentes y débiles son fácilmente descartados o destruidos. No solo vemos esto en el aborto, sino en la crisis de las personas sin hogar o en las vidas desperdiciadas por las adicciones. También en el impulso para extender la eutanasia”.

También de la condición mestiza de la Guadalupana extraemos la lección de que “la Iglesia fue fundada para ser vanguardia de una nueva humanidad y una nueva civilización, una familia de Dios en la que cabe cualquier raza, cualquier nación, cualquier lengua”.

La visión de Juan Diego y el bautismo que recibió junto a su esposa María Lucía “también nos animan a fortalecer el matrimonio y la familia como los fundamentos de una civilización verdaderamente humana”, ante la “amplia crisis cultural actual de la familia”.


Gómez recuerda que Guadalupe fue el primer destino de San Juan Pablo II fuera de Italia, en enero de 1979: “Comprendió que Dios estaba haciendo algo especial en Guadalupe, y que la misión y el significado de América es continental, universal. Canonizó a Juan Diego, convirtiéndole en el primer santo indígena de América y signo de las intenciones de Dios para todos los hijos de América. Todas las naciones de América remontan su fe a la aparición de la Virgen en Guadalupe. Compartimos una historia común de nuestros orígenes. Y estamos unidos en un destino común”.

“La Iglesia en este país [Estados Unidos], y cada uno de nosotros”, tenemos la responsabilidad de “construir una sociedad que dé gloria a Dios y sea acorde a la dignidad de la persona humana”. Y debemos tener presentes las palabras de la Virgen a San Juan Diego: “Que no se turbe tu corazón. No tengas miedo… ¿No estoy aquí y soy tu madre? ¿No estás bajo mi amparo y protección? ¿No estás en mis brazos? ¿Qué más necesitas?”.

“Nuestra Señora dirige estas palabras a la Iglesia hoy”, concluye monseñor Gómez: “Las dirige a cada uno de nosotros”.