La Justicia del Estado de Georgia está juzgando a Steven Murray, de 28 años, que secuestró y mató al sacerdote a sangre fría. La Fiscalía ha pedido la pena de muerte para él aunque le ha salido un inesperado aliado para evitar pasar por el corredor de la muerte.
La Iglesia Católica tanto de Georgia, el estado que juzga a Murray, como de Florida, donde servía el padre Robert, se han movilizado para salvar la vida de este asesino. Han recogido miles de firmas en las misas, que han sido presentadas en las puertas de la oficina del fiscal por los propios obispos.
Entre ellos está el obispo de San Agustín, Felipe J. Estévez, diócesis en la que estaba incardinado este sacerdote; el arzobispo de Atlanta, Wilton D. Gregory; o el obispo de Savannah, Gregory J. Hartmayer. A ellos se ha unido también la familia del propio sacerdote.
Pero, ¿por qué esta implicación tan grande para ayudar al asesino de uno de los suyos? Lo más curioso de este asunto es que el propio Rene Robert solicitó que no le fuera aplicada la pena de muerte a su asesino.
El padre Robert centró su apostolado además de en las personas sordas en la atención a presos, expresidiarios y prostitutas
Lo hizo en 1995. Sabiendo que algún día podría tener una muerte violenta pues su apostolado estaba en gran medida centrado en presos, expresidiarios, drogadictos y prostitutas, firmó una “declaración de vida” ante un notario y un abogado.
En el escrito que fue encontrado tras su muerte por otro sacerdote en el despacho del padre Robert, éste decía: “Creo que la pena capital no impide el crimen y tiene como único propósito la venganza”. Y añadia que “por la presente declaro que si muriera como resultado de un crimen violento, solicito que la persona o personas declaradas culpables de homicidio por materno no estén sujetos a la pena de muerte, no importa lo atroz de su crimen o cuánto haya podido sufrir”.
En cuanto conoció la existencia de este escrito el obispo de San Agustín escribió al fiscal para que se tuviera en cuenta la voluntad del sacerdote, de ahí la enorme movilización de los católicos ante una muestra de perdón a su asesino.
El escrito del padre Rene Robert no tiene efectos jurídicos y el fiscal afirma no estar obligado a hacer caso al escrito. Por ello, el obispo de la diócesis del asesinado insiste en que “si es declarado culpable, el señor Murray merece una pena por el asesinato brutal del padre Rene, pero la imposición de la pena de muerte sólo perpetúa un ciclo de violencia”.
A Stephen Murray le ha salido como principal aliado precisamente la persona a la que asesinó
Uno de los que mejor conocía al sacerdote, era su compañero el padre Edward Rooney, que precisamente por conocerle tanto ha liderado esta campaña. "Creo que, siguiendo la postura de nuestra iglesia respecto a la misericordia, es una manera de mostrar misericordia a la gente. Demostremos piedad, ya que es uno de los principios de nuestra fe”.
El padre Robert fue asesinado el 10 abril de 2016 en un bosque por múltiples disparos de bala y el asesino, que llevó días más tarde a la Policía hasta el lugar, se ensañó tanto con él que tuvieron que identificar el cuerpo con los registros dentales.
Se cumplía así todo lo que había dejado escrito el sacerdote en su declaración de vida.
Él era consciente del riesgo que corría. Su apostolado era complicado pero era su gran vocación. Gracias a su trato con presos y drogadictos conoció al sheriff, con el que tuvo una gran amistad intentado reinsertar a estas personas.
El franciscano, incardinado en la Diócesis de San Agustín, era muy querido por su comunidad
En declaraciones a la web de la Diócesis de San Agustín, David Shoar, reconocía que le había alertado del riesgo pero que era imposible disuadirle. “Fue por ahí ayudando a la gente por la que todos los demás ya se habían dado por vencido: prostitutas, presos, drogadictos. Cuando le advertí me dijo: ‘estoy haciendo lo que Dios me está diciendo que haga’. Y yo le creía. El murió haciendo lo que amaba.
De hecho, el padre Robert conocía a su asesino, Stephen Murray, al que había atendido en prisión. Él había salido precisamente de la cárcel pocos días antes del asesinato.
“El padre Rene era un servidor humilde y generoso de Nuestro Señor y compartió sus muchos dones con la comunidad sorda, los pobres y con las personas que habían visto sus vidas en prisión. Él puso su fe en acción a través de las obras corporales y espirituales de misericordia”, recordaba el obispo Estévez.
Y el obispo de la diócesis de Florida añadía que para aquellos a los que atendió, el padre Rene será recordado por su bondad y amor sin fin para ellos. Siempre vio lo bueno en las personas a las que servía, para recordarles que Dios los creó para ser grandes con un propósito noble”.