¿Puede la Presencia Real de Dios en la Eucaristía salvar la vida de un soldado cuando su avión se acaba de estrellar? El diácono permanente Joe Tedeschi, de la diócesis de Trenton (Nueva Jersey), así lo asegura en un libro que publicó recientemente. Un trágico accidente aéreo, cuando combatía en la guerra de Vietnam, iba a ser el motivo por el que Joe formulase esta rotunda afirmación. Durante más de cincuenta años, el veterano de guerra investigó qué ocurrió aquel día y por qué fue clave la Comunión. Esta apasionante historia se puede leer en las páginas de su obra titulada A Rock in the Clouds (La Roca en las Nubes).
Al amanecer del 4 de octubre de 1966, el comandante Joseph Tedeschi se encontraba en la tienda de oficiales, en su base de operaciones en Vietnam. Fue entonces cuando el capellán de la división, un sacerdote católico, asomó la cabeza y preguntó si alguien quería asistir a misa. Tedeschi y su colega, Bob Ray, fueron los únicos que aceptaron el ofrecimiento. Horas después, estaban tirados por el suelo rodeados de cadáveres. Su avión se había estrellado en la ladera de la montaña, dejando 13 muertos.
Marcado por el "Agente Naranja"
Joe Tedeschi nació en 1934 y creció en un pequeño pueblo industrial, en Rhode Island (EEUU). Químico de profesión, ingresó al ejército en 1957 y en 1966 fue enviado a Vietnam, donde ascendió de rango como experto en armas químicas. Sus funciones consistían en trabajar con cualquier agente utilizado en el campo, ya fueran granadas o gases lacrimógenos. Algo de lo que, muchas décadas después, todavía se arrepiente. El uso del herbicida conocido como Agente Naranja, que a tantos vietnamitas mató y que devastó la vegetación del país, le sigue consternando.
El día 3 de octubre, un día antes del accidente, el comandante Tedeschi vería cosas que no le iban a gustar. Mientras servía de observador para unas operaciones del ejército surviednamita, se encontraría con Bob Rau, un viejo compañero de universidad, que era católico como él. Aquel día Joe "era muy consciente de que estaba en una tierra extranjera, pero todas aquellas personas eran una creación de Dios". "Lo que vi allí fue en contra de toda mi sensibilidad como cristiano y católico", comenta en su obra.
Tras la operación, Joe debía regresar al campamento base para coordinar futuras operaciones químicas. Él y su colega Ray debían tomar un vuelo a la mañana siguiente, concretamente un avión bimotor que se utilizaba para despegues y aterrizajes cortos. Aquella noche, el ruido de mortero logró que muy pocos pudieran conciliar el sueño. Para cuando llegó el capellán a preguntarles si querían participar en la misa, ellos todavía seguían despiertos. "El sacerdote no tenía lugar para decir misa, pero su asistente instaló un altar de campo en el capó de un Jeep. Dijo la misa, y Bob y yo comulgamos", explica el diácono.
Cincuenta y cinco años de búsqueda
Aunque aquel día tenían programado coger el vuelo de la mañana, un imprevisto les obligó a tener que viajar por la tarde. Treinta y una personas abarrotaban el avión, muchos de ellos heridos de guerra que eran llevados rumbo a un hospital. Joe recuerda que el viaje estaba siendo tranquilo hasta que el piloto desplegó el tren de aterrizaje. "Hubo un ruido fuerte y repentino del motor, el avión comenzó a cabecear violentamente hacia arriba", relata en el libro.
"A continuación escuché un estallido demoledor en el lado derecho de la aeronave y comencé a ser impulsado hacia arriba. Hubo entonces un estruendo mucho mayor... En ese momento sentí que me lanzaban hacia adelante y hacia arriba al mismo tiempo, y luego vino un instante de oscuridad, seguido de un silencio total", explica el diácono Tedeschi. Cuando volvió en sí, estaba entre en una pila de cadáveres y de restos de fuselaje.
El avión acababa de golpear una "roca en las nubes", jerga que utilizan los pilotos para indicar la colisión contra un objeto cuando hay nula visibilidad (y término que utilizaría Joe para llamar a su libro). Tras un rescate bastante complicado, el diácono tenía una cadera rota, que lo dejó en cama durante mucho tiempo. La guerra para él había terminado, pero empezaba una búsqueda incesante por comprender lo que había sucedido. ¿Qué lo salvó? ¿qué papel jugaron la fe y la Eucaristía para sobrevivir? Durante los siguientes 55 años de su vida, Joe reunió cuantiosa información sobre el accidente, sus causas y las personas involucradas.
El libro de Tedeschi fue publicado en noviembre de 2021 y cuenta la historia del accidente.
"Lo que me empujó a escribir el libro fue algo espiritual", comenta el diácono. "Quería hablarle a la gente sobre la Eucaristía y de cómo siento que sobreviví a ese accidente gracias a la Comunión. Gracias a la misa Bob y yo terminamos en los últimos asientos y por ello sobrevivimos. La gente puede decir: 'Bueno, ¿y qué pasó con los demás supervivientes?' No me importa ese argumento. Siento que los dos sobrevivimos porque éramos las únicas dos personas que respondieron al llamado del sacerdote aquella mañana. Estoy absolutamente convencido de que sobreviví gracias a la Presencia Real de Dios en la Eucaristía", comenta Joe Tadeschi.
La certeza de haber sido salvado aquel día por la Comunión nunca lo ha abandonado a lo largo de los años , y, durante mucho tiempo sería perseguido por "el sabueso del cielo". Aunque al principio lo rehuyó, pensando que no tendría tiempo de ejercer el ministerio, finalmente, al jubilarse respondió a ese llamado y fue ordenado diácono permanente en 2002. Sirvió en una parroquia hasta el año 2020, cuando se jubiló, definitivamente, a los 86 años de edad. "Escucha al 'sabueso del cielo' que está detrás de ti. Él te está llamando. Me llamó a mí y siento mucho no haber contestado antes. Ser diácono ha sido un regalo maravilloso", aconseja Tadeschi.