La única cosa que mantiene en pie a Said para servir a su comunidad en medio del peligro es su fe. Así lo dijo al National Catholic Register, al señalar que cotidianamente debe enfrentarse a casos de abuso doméstico, drogas, pandillaje, entre otras cosas.
En ese sentido, explicó que, siendo católico, ser un policía es una vocación de servicio a la comunidad, donde los oficiales “se ponen el uniforme y luchan por algo”. “Mucho de lo que hacemos son trabajos corporales y espirituales de misericordia”, como dar consejo a personas con hogares rotos, consolar a los afligidos por el crimen o enterrar a los muertos.
En ese sentido, el capitán Rhett Brotherton, un católico convertido que sirve en el Departamento Policial de Homicidios de Oklahoma, señaló que los policías necesitan apoyo, sacramentos y los ministerios de la Iglesia católica.
Los oficiales que practican su fe y que confían en la ayuda de la Iglesia, según notó Brotherton, en general son oficiales con un mejor criterio, son más compasivos y tienen una mejor vida familiar: vivir su fe les da una fuerza frente a las tentaciones de cinismo y de nihilismo que se filtran en la vida personal y en sus relaciones o que los pueden alejar de sus hijos.
“He notado que la confesión frecuente y la adoración son puntos de anclaje para mí, así que no me contamino del mal en el que estoy inmerso. Definitivamente no quiero vivir en pecado mortal”, indicó.
Asimismo, comentó que una cosa sencilla que los católicos pueden hacer para apoyar a sus oficiales es darles las gracias, pues “son pequeños rayos de luz en un mundo muy oscuro”.
Algo vital para mantener a los policías ligados en la fe es el servicio de capellanía, tal como ha señalado el padre John Harth, portavoz de la Conferencia Internacional de Capellanes de la Policía y editor del diario ICPC, quien señaló que hay una creciente demanda de capellanes de la policía.
El padre Carlos Rodríguez, capellán de la Policía de Nueva York, dirige unas palabras a los agentes en una reciente visita.
Sin embargo, advirtió que mientras la demanda de capellanes aumenta, estos van envejeciendo y cada vez son menos en Estados Unidos, lo cual es un reto para la Iglesia.
Ante esta realidad, el sacerdote dijo que se podría ver la posibilidad de contar con policías como diáconos permanentes, especialmente a aquellos que tienen una sólida formación católica, para que proporcionen algunos ministerios y asesoramiento, aunque no puedan confesar o celebrar la Misa.
Uno de estos casos es el de Charlie Carroll, quien fue policía durante diez años en el Departamento de Policía de Nueva York y actualmente está formándose para ser diácono por invitación de la archidiócesis local.
Añadió que él ha visto muchos crímenes que son “difíciles de imaginar”, pero que también ha visto mucha bondad. Al tratar de vivir su vocación como policía, Carroll trata de atender a las personas sin hogar, ya sea dentro o fuera de servicio. “Soy católico, sólo los trato como Jesús lo haría. Eso es lo que me llegó a través de mi carrera", dijo.
En ese sentido, también destacó el programa denominado RU OK? [¿Estas bien?], de Nueva York, que consiste en que los capellanes les hacen saber a los policías que están disponibles para ayudarlos a enfrentar cualquier problema que puedan tener dentro o fuera del trabajo. “Hasta el momento va muy bien”, dijo Carroll.
Según el diácono Mark Byington, un expolicía con casi dos décadas de experiencia y profesor de criminología en la Universidad de Jefferson en Hillsboro, la Iglesia necesita un fuerte ministerio para las familias de los policías.
Comentó que entre los oficiales hay altas tasas de divorcio y separación. Añadió que también existe un creciente reconocimiento de que muchos policías están experimentado un trastorno de estrés postraumático del trabajo.
Para combatir esta situación, el diácono Byington ha organizado el primer retiro de San Miguel, en la casa de los jesuitas en San Luis, para los oficiales que están en las costas este y oeste. El retiro fue del 2 al 4 de noviembre.
Otro aspecto importante del retiro es ayudar a los oficiales a que vean que vivir su fe les ayuda a cumplir con su deber como servidores públicos y a que vean su trabajo como una forma de vivirla.
"Jesús es el Pastor," dijo el diácono. "Pero no somos las ovejas. Somos los perros pastores. Nosotros estamos llamados a proteger a sus ovejas”.
Traducido por María Ximena Rondón para Aciprensa.