El 28 de octubre desapareció del porche de entrada del negocio una estatua de Jesús de 1,5 metros de altura y unos veinte kilos de peso, y a la que sus dueñas tenían mucho cariño.
"Me sentí destrozada", explicó Midge a una cadena local de televisión con la sensación de impotencia propia de todo robo: "Lloré, no lo podía creer. Lo denuncié a la policía". La imagen está valorada en 600 dólares, aunque no está a la venta porque es un objeto muy querido para ellas y que recibe en la puerta del local a todos los clientes.
Midge empezó a rezar al patrón de las cosas perdidas, San Antonio de Padua, para que la estatua finalmente apareciese, y además le puso fecha al santo: "En Todos los Santos, por favor, que sea en Todos los Santos".
Pues bien, el domingo, festividad de Todos los Santos, cuando estaban en su domicilio, recibieron una llamada de teléfono. La estatua había vuelto... y al mismo sitio en el que estaba.
Sólo que con una variación, que comprobaron nada más verla al llegar: había sido restaurada y lucía una hermosa capa de pintura nueva.
Midge y Linda creen que el responsable es un ladrón con buenas intenciones: "Ahora luce precioso, diferente. El que teníamos estaba descolorido y tenía desconchones, aunque nos encantaba. Era precioso y es precioso". Y saben que no es uno nuevo porque han encontrado en la cabeza restos de la pintura utilizada para su restauración.
Sobre la identidad del ladrón nada se sabe, porque la policía no ha podido interrogar a San Antonio.