Este misionero jesuita de origen belga fue el primer sacerdote en celebrar una misa en el estado de Wyoming (en 1840, en una pradera, ante la mirada intrigada de los indios salish), el primer blanco en fundar un asentamiento en Montana, el primero en llevar allí vacas, gallinas, cerdos y carruajes, el fundador de la primera misión que enseñó allí matemáticas y agricultura, el primer estudioso de la lengua de los salish, agente negociador en 7 procesos de paz entre los indios y el Gobierno de Estados Unidos y el único que consiguió que el famoso jefe sioux Toro Sentado se sentase a negociar en 1868.
Pero no son asociaciones laicistas ni agrupaciones amerindias las que han pedido retirar la estatua. En la misión india de Santa María en Montana (www.saintmarysmission.org) se venera con cariño al padre De Smet, y en la misma pradera de Wyoming donde celebró misa en 1840 se celebra la eucaristía cada año en su recuerdo. Los indios salish que evangelizó son hoy unos 6.800, en su gran mayoría católicos, y en la misión de Santa María, en territorio de la reserva, no ondea la bandera de Estados Unidos sino la de la nación “cabeza lisa” (que incluye también a los kootenai y los pend d’oreille o kalispel), gobernada por un consejo tribal de 10 miembros. Ninguno se ha quejado de la estatua.
Tuit ofendido con la estatua del padre De Smet y los indios: "supremacía blanca, nativos en sumisión a un católico europeo"
Los que se han quejado son exalumnos de la universidad jesuita de Saint Louis y algunos profesores, especialmente de antropología. Kathryn Kuhn, profesora asociada de sociología, declaró en la prensa local, sobre la estatua: “Es realmente una vergüenza, ha sido fuente de controversia desde que estoy aquí, y llevo aquí 25 años”.
La escultura muestra al misionero que alza la Cruz, y a dos indios que contemplan la Cruz en veneración. Pero hay gente que cree que la estatua no muestra a los indios adorando a Dios en la Cruz, sino adorando al “hombre blanco superior” y proclaman que es “racista”.
Esta es la estatua retirada de la universidad: vista de cerca queda claro que los indios -probablemente los dos jefes Cara Grande y Oso que Camina que quisieron ser bautizados en el nacimiento del Missouri- miran con adoración la cruz de Dios...¡no al "hombre blanco"!
Otros periódicos locales escriben que a la estatua se le critica por “sugerir que los nativos americanos dieron la bienvenida a los esfuerzos de los europeos por convertirlos y quitarles la tierra”. (Por supuesto, es evidente que “convertir” y “quitar la tierra” son dos cosas distintas, y como veremos más abajo, los indios “cabeza lisa” no sólo dieron la bienvenida a los misioneros, sino que incluso los llamaron ellos, recorriendo cientos y cientos de millas).
En cualquier caso, ante unas críticas que no pasaban de ser aisladas y anecdóticas, la actual dirección de la universidad jesuita ha decidido quitar la estatua de donde estaba (bien visible junto a un ala de alojamiento de estudiantes) y esconderla en un interior, en el Museo de Arte de la universidad con otros objetos de la época de los misioneros jesuitas del siglo XIX.
Contrasta esta decisión con la del actual director de la Universidad de encargar una nueva estatua que recoja el espíritu de las manifestaciones y sentadas bajo el lema “ocupa la universidad” del año pasado, un compromiso que pactó con los estudiantes.
Pero, en realidad, ¿cómo trató realmente Pierre-Jean De Smet (o John de Smet en inglés) a los indios?
Smet dejó Europa en 1821, con 20 años, buscando ser misionero jesuita en América. Fue ordenado sacerdote en 1827. En 1829, en la universidad que ahora intenta ocultar su imagen fue deán, profesor de inglés y tesorero con 28 años.
Su primer gran contacto misionero con los indios fue en la misión con los potawatomi en Council Bluffs en 1838. En la misión había unos dos mil indios, recientemente deportados allí por el gobierno, muy golpeados por el alcoholismo. Su líder era Billy Caldwell, llamado Sauganash, que era católico desde niño y hablaba francés, inglés y mohawk iroqués potawatomi desde niño. Su padre había sido un escocés-irlandés, su madre una india iroquesa. A los 7 años su padre lo reconoció y recibió en su hogar; le cuidó entonces su madrastra, una católica franco-canadiense que le transmitió la fe (junto a los otros 7 niños del matrimonio). Desde los 15 años era cazador y trampero, y fue a menudo un negociador entre indios y blancos. Ahora era jefe de una tribu desanimada, y el padre De Smet intentaba ayudar mientras entendía el drama de un pueblo desarraigado.
Entonces, en 1839, llegaron dos indios iroqueses que se llamaban Pedro el Zurdo e Ignacio el Joven. Venían de muy lejos, de lo que hoy es Wyoming y Montana, cruzando las Montañas Rocosas. Explicaron que en 1823 una docena de tramperos iroqueses que conocían la fe católica se habían afincado en el lejano valle que hoy es Bitterroot y se habían casado con mujeres de la tribu salish, los llamados “cabezas lisas”.
Los iroqueses hablaron del cristianismo a sus nuevos parientes y también a los vecinos Nez Perce (del francés “nariz horadada”, porque efectivamente se la agujereaban). A la luz del fuego, en cacerías y en festivales, los iroqueses contaron que entre los hombres blancos estaban los “túnicas negras”, hombres que no tomaban mujer, que no usaban armas, que hablaban con el Cielo y que enseñaban como vivir para siempre y vencer a la muerte y a los espíritus malignos. Los “cabezas lisas” y los Nez Perce decidieron en 1831 enviar mensajeros a buscar a los “túnicas negras” para que les hablasen de su Dios y de la vida eterna.
Enviaron cuatro embajadas durante 8 años. Las tres primeras fracasaron. Algunos emisarios murieron asesinados por los sioux al atravesar las llanuras. La de Pedro el Zurdo e Ignacio el Joven era la cuarta embajada. Los indios habían pedido recibir misioneros y les había costado sangre y sufrimiento expresar su petición.
Los jesuitas enviaron de vuelta a Pedro el Zurdo a avisar a los salish que acudirían, y encargaron la tarea a Jean-Pierre De Smet, que tuvo que dejar la debilitada misión potawatomi, que se desharía poco después con la muerte del jefe Sauganash.
Con el misionero viajaban miembros de la Compañía Americana de Pieles en una expedición de 40 hombres. El viaje duró 2 meses. Eran más de mil millas, y el misionero sufrió de malaria la mitad del viaje. Finalmente, el 30 de junio de 1840 quedaron asombrados cuando diez jinetes indios salieron a recibirles, ansiosos de encontrar al “túnica negra”. Les llevaron a un lugar donde les esperaba una multitud de unos 1.600 indios, en la pradera. Muchos habían recorrido 800 millas o más para ver al famoso “túnica negra”.
Allí celebró misa el jesuita belga, la primera misa de Wyoming, el 5 de julio de 1840. Él tenía 39 años.
De Smet la describió así: "Era un espectáculo realmente conmovedor para el corazón de un misionero ver a la asamblea compuesta de tantas naciones distintas que asistían a nuestros sagrados misterios con gran satisfacción. Los canadienses cantaban himnos en francés y latín y los indios en su lengua nativa. Era realmente una adoración católica".
En el lugar hay hoy una capillita y cada 5 de julio el párroco jesuita de Nuestra Señora de la Paz en el pueblo de Pinedale celebra allí la misa, llamada “la Misa de la Pradera”. (Es el padre Robert J. Lynch y asegura que su predecesor "realmente amaba a los indios y le tomaron como uno de ellos").
En este lugar se celebró la primera misa de Wyoming y se commemora así cada año
Un mes después, en las fuentes del Missouri (Three Forks, Montana), De Smet predicó el cristianismo por primera vez en Montana y bautizó al jefe de los “cabezas lisas”, Tjolzhitsay (Cara Grande) y a Oso que Camina, jefe de los Pend d’Oreilles (nombre francés de los indios kalispel), junto con 350 indios más.
De Smet vio que era necesario establecer una misión permanente. Volvió a Saint Louis en un viaje muy duro en invierno que le costó 4 meses. Le costó mucho conseguir financiación, pero volvió con otros dos sacerdotes jesuitas, tres hermanos legos jesuitas y tres trabajadores, y con tres carros y un vagón, los primeros en esa tierra. Fundaron la misión de Santa María (www.saintmarysmission.org), que en pocos año sería abandonada por las amenazas de los Pies Negros, pero fue el primer asentamiento blanco en Montana y el primer lugar con agricultura occidental, vacas, cerdos y gallinas.
Allí llegó en 1845 también el jesuita italiano Antonio Ravalli, que fue el primer médico, cirujano y farmacéutico occidental de Montana, además de arquitecto, pintor y escultor. En la misión había clases de religión dos veces al día, y después enseñaban a los indios a leer, escribir y aritmética, todo en lengua salish. Había una banda de música que interpretaba temas italianos y alemanes. Los indios aprendían a cultivar, irrigar y cuidar animales de granja.
Indios salish "cabeza lisa" en 1903... hoy son más de 6.000, y la gran mayoría son católicos
La primera gran misión como pacificador la vivió De Smet en 1845 cuando llegó a cruzar hasta Edmonton (Canadá) buscando a los Pies Negros para intentar pacificarlos, cosa que consiguió, pero para entonces ya habían atacado duramente a sus vecinos crow.
De Smet viajaba mucho por zonas civilizadas buscando financiación para las misiones, escribió 4 libros y cientos de artículos explicando sus exploraciones. No cobraba por ellos, para que se divulgasen más, y llegasen más donaciones. A lo largo de su vida cruzó el océano 19 veces, buscando más fondos en Europa.
En 1849 trabajó como misionero con los sioux en la frontera oriental de Wyoming, bautizando muchos niños.
El gobierno federal le llamó 7 veces para que negociase procesos de paz con los indios y se recuerda que participó en 16 tratados (a veces entre indios de distintas tribus).
El caso más famoso fue el del primer congreso de tribus con el gobierno en 1851 en Fort Laramie. Su viaje con los delegados indios fue una odisea de 800 kilómetros de territorio salvaje con un grupo de 35 hombres que incluía a los jefes de los assiniboin, los minnetaree, los mandan, los arikara y los crow. Se perdieron por las montañas varias veces.
El padre De Smet con los delegados indios que con él acudieron a Fort Laramie en 1851
Su último gran servicio a lo que pensaba que era la causa de la paz y la defensa de los indios fue en 1868, dos años antes de morir, cuando se adentró solo en el campamento del famoso jefe sioux Toro Sentado, que no permitía entrar a ningún hombre blanco. Le convenció para firmar y así quedaba ratificada la posesión de los sioux de su tierra sagrada, las Black Hills… hasta que años después se encontró oro en el lugar y volvió la guerra. Parece que en esa época fue cuando Toro Sentado aceptó buena parte de la fe católica, aunque al parecer nunca llegó a bautizarse porque no le parecía bien tener que despedir a una de sus dos esposas (había llegado a tener cinco).
Toro Sentado, ya mayor, con un
crucifijo, aunque parece que no llegó
a bautizarse
De Smet murió en 1870 y no vio la famosa batalla de Little Big Horn en la que los indios derrotaron al general Custer en 1876 ni la derrota definitiva y triste de los indios a partir de 1877.
El tema de fondo en el debate es si De Smet era un agente al servicio de meros intereses materiales y colonialistas de los norteamericanos (y si su estatua merece ser escondida). En su libro Father Peter John de Smet: Jesuit in the west, el historiador Robert C. Carriker señala que ningún contemporáneo de Smet, ni indio ni blanco, acusó nunca al negociador jesuita de ser un agente al servicio del gobierno ni de intentar engañar a los indios. Para entender su situación y su intento de salvar a los indios –ya desde 1851 tenía su propia y amplia visión del asunto- vale la pena transcribir unos párrafos de este libro.
»En su opinión, hombres blancos inmorales y ofensivos molestarían y abusarían de los indios hasta que ellos, indignados, respondieran con violencia. Lamentaba el hecho de que al desaparecer el búfalo y la gran caza, las tribus grandes y poderosas caerían sobre las más débiles y pequeñas, no sólo derramando sangre sino rompiendo cualquier unidad india que pudiera haber en el oeste trans-Mississippi.
»Por otro lado, si las tribus respondían con violencia a los ataques de blancos beligerantes los funcionarios federales lo usarían como justificación para usar al Ejército contra todos los indios. La experiencia del padre De Smet es que en ese tipo de guerras las tribus pacíficas sufrían tanto como las bandas de renegados, aunque fuera de formas más sutiles. De Smet temía con razón que de continuar ese ciclo todos los indios serían exterminados.
»Para De Smet la solución a la llamada cuestión india tenía tres ingredientes: tiempo, aislamiento y misioneros.
»En primer lugar, esperaba ganar tiempo para los indios. Su deseo era posponer el contacto directo entre ambas razas durante 20 años. A menos que las tribus hicieran las paces con el gobierno federal y entre ellas, veía claramente que ´los tristes restos de numerosas naciones´ serían exterminadas. Así, De Smet prefería para ellas ´encontrar asilo, una morada permanente y ser incorporadas con todos los derechos de ciudadanos de la Unión". Para él la reserva no era tanto un espacio forzoso y arbitrario para los indios como un lugar donde podrían ser libres para disfrutar de lo mejor de su cultura y, al mismo tiempo, aprender los frutos de la civilización del hombre blanco. La historia posterior ha refutado esta tesis, pero De Smet no podía ver el futuro.
»Finalmente, De Smet creía que los misioneros, preferiblemente los sacerdotes católicos, debían ser los únicos blancos con permiso para vivir entre los indios durante este intervalo de de 20 años de aislamiento en reservas. En primer lugar, De Smet quería que los misioneros instruyesen a lo nativos en la religión católica (alimento para el alma, por así decir).
»Pero los misioneros debían también ayudar a los indios enseñando agricultura y materias académicas (alimento para el cuerpo y la mente). Al mismo tiempo, los misioneros protegerían a los indios de los peores aspectos de la sociedad blanca, especialmente del alcoholismo. Podía ser algo confuso, el mismo De Smet lo admitía, pero en esencia los misioneros salvaban así a los indios, algo que ni los soldados ni los colonos blancos intentaron jamás.
»Como hemos señalado, nunca se le ocurrió a De Smet que aportando la civilización euroamericana a los indios estuviera tácitamente fomentando la destrucción de la cultura propia de los nativos.
En el vídeo, una canción de Jaime Anglada dedicada a otro gran misionero en tierras norteamericanas, el mallorquín Junípero Serra, que pronto será canonizado; el canto expresa muchos de los sentimientos de un misionero