En medio del debate sobre una pena de muerte “más humana”, dos obispos católicos del estado de Virginia en Estados Unidos alentaron a los fieles a asumir una actitud a favor de la vida y en contra de la pena capital, al tiempo que cuestionaron las razones que permiten que se siga ejecutando personas.
"Poniendo fin a la pena de muerte daríamos un paso importante entre otros significativos pasos que debemos dar, para abandonar la cultura de muerte y acoger la cultura de vida", indica la declaración del Obispo de Arlington, Mons. Paul S. Loverde y el Obispo de Richmond, Mons. Francis X. DiLorenzo, publicada el 6 el mayo.
Los obispos señalaron que "no debemos debatir qué recluso debe ser ejecutado o cómo debemos ejecutarlo. Al contrario, debemos debatir lo siguiente: si la vida humana es sagrada y si una sociedad civilizada como la nuestra, puede pedir enmienda y protegerse a través de otros medios que no sean la pena de muerte, entonces ¿por qué continuamos ejecutando a las personas?”.
La declaración se dio a conocer luego que la Corte Suprema escuchara recientemente los argumentos de un caso que relacionado a la inyección letal en Oklahoma al considerarla una violación a la prohibición constitucional de castigos crueles e inusuales.
Varios estados debaten actualmente la forma de ejecución aplicada a los condenados a muerte. El año pasado, la Asamblea General de Virginia consideró una legislación que hubiera permitido crear fármacos específicos para este fin sin que se difundieran públicamente. Otra medida proponía ejecutar a los reclusos con electricidad cuando las sustancias no estuvieran disponibles.
En el texto de los obispos se recuerda además la carta de marzo del Papa Francisco a Federico Mayor, presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, en la que el Santo Padre afirmó que "no hay forma humana de matar a otra persona".
“No escojamos entre el uso de drogas letales, sillas eléctricas, cámara de gases o pelotón de fusilamiento. Demos un paso más valiente y escojamos la vida, aun cuando nos parezca “desagradable””, exhortaron los obispos recordando las palabras del Pontífice.
La convicción de que "el pobre y el vulnerable tienen la prioridad en nuestras conciencias", continuaron los obispos, se ve reflejada "en nuestra oposición al aborto y la eutanasia así como en nuestra responsabilidad de acoger a los inmigrantes y refugiados".
"Pero nuestra fe también nos desafía al declarar sagrado incluso al menos querido de entre nosotros, los convictos de crímenes que han sido condenados a la máxima pena, la pena de muerte”.
Los Obispos de Virginia también recordaron la declaración de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en 2005 respecto a este tema, en donde afirmaron que “sin importar cuan atroz es el crimen, si la sociedad puede protegerse sin poner fin a una vida humana, debe hacerlo así".
Mons. Loverde y Mons. DiLorenzo reconocieron que esta enseñanza "desafía a muchas personas, incluyendo a nosotros mismos", especialmente a la luz de los crímenes violentos por los cuales los sentenciados a muerte han sido condenados.
Sin embargo, subrayaron, "la pena de muerte no da un verdadero consuelo a aquellos que sufren ni tampoco personifica el Evangelio de la Vida que cada uno de nosotros está llamado a afirmar aún en los momentos más difíciles".