En pleno centro del estado de Wisconsin se encuentra el monasterio del Valle de Nuestra Señora. Es el único en Estados Unidos cuyas religiosas viven en estricta obediencia a la regla de San Benito según la reforma del Císter. Fue fundado en 1957 por cistercienses de la abadía suiza de Frauenthal, en unas instalaciones que se han quedado obsoletas e inadecuadas por el lento pero sostenido crecimiento que ha experimentado la comunidad en los últimos años.
Monjas, novicias y postulantes, durante un paseo por los amplios alrededores del monasterio.
Así que han adquirido un gran terreno a media hora de coche de su ubicación actual. Nada menos que cien hectáreas donde construirían cuatro mil metros cuadrados. Las nuevas instalaciones permitirán disponer de una hospedería mayor para las jóvenes en discernimiento espiritual, y de un gran espacio para su fábrica de formas para misa, una de sus principales ocupaciones. Y también, por supuesto, un monasterio donde alojar hasta treinta monjas a la suficiente distancia del mundo exterior para concentrarse en el objetivo común: "Todas están aquí porque aman a Dios y quieren buscarle con todo su corazón", explica Sor Mary Bede al National Catholic Register.
Ceremonia de la profesión solemne de una de las monjas del monasterio.
Sor Mary Bede tiene 32 años y es la actual maestra de novicias. Creció cerca de Minneapolis (Minnesota) y entró en el monasterio en 2007, tras concluir su segundo año en la Universidad Católica de América y dejar unos prometedores inicios como violinista. Fue el inicio de un pequeño boom en Valley of Our Lady. Donde antes entraba una o dos postulantes al año, lo hicieron de golpe seis.
Tradición y silencio
Sor Mary Bede está convencida de que la fidelidad a la Regla, el saberse dentro de una continuidad de siglos, es clave en el atractivo que despierta la vida del claustro: "Creo que [la tradición] es algo que da estabilidad y atrae a las jóvenes cuando empiezan a darse cuenta de que no queremos tirar por la borda todo lo anterior". A ella le llamó la atención un pequeño anuncio del monasterio en una revista vocacional, con su característico hábito blanco con escapulario negro y el reclamo del canto en latín y de una vida sencilla y en silencio.
La oración ante el Santísimo es parte esencial de la jornada de las monjas.
Un silencio que observan casi todo el día, desde las 3.50 horas de la madrugada a las 20.45 horas de la tarde (conforme a la Liturgia de las Horas monástica), porque facilita su entrega absoluta a la oración. "Es un silencio exterior que anima al silencio interior, para que, hagamos lo que hagamos, podamos estar en oración", explica la religiosa: "La gente nos mira como una confirmación de que Dios sigue entre nosotros y sigue escuchando nuestras plegarias".
La clave: entregarse a Dios sin reservas
Entre las últimas vocaciones hay jóvenes con carreras bien asentadas en Arte, Matemáticas y Entomología. No les resulta fácil adaptarse a una vida de soledad en el claustro, dejando de lado el smartphone y las redes sociales: "A causa de ese constante ruido, probablemente es cada vez más difícil adentrarse en el silencio y el olvido del mundo, pero Dios otorga esa gracia y quienes vienen aquí lo hacen libremente. Cuando entregas completamente tu vida a Dios, puedes confiar en que Él utilizará los dones que te ha dado para que los emplees en formas que no habías podido ni imaginar", concluye Sor Mary Bede.
Un vídeo de las monjas de Valley of Our Lady que muestra su día a día.
Solo rezar
Sor Mary Anne, su predecesora en la labor de formar a las nuevas hermanas, le dobla la edad. Tiene 66 años y lleva tres décadas en el Valle de Nuestra Señora. Era dominica de la enseñanza en Springfield (Illinois), cuando sintió que Dios la llamaba a una vida exclusivamente dedicada a la oración: "Recuerdo haber pensado, Dios mío, ¡es tan hermoso que tengas a personas escondidas en pequeños lugares por todo el mundo, personas cuya única misión es rezar y llevar al pueblo de Dios hasta Ti!" Decidió unírseles... "y Dios sigue mandándonos nuevas vocaciones", añade.
Momento de oración en comunidad.
La comunidad tiene ahora 21 monjas de todas las edades y nacionalidades diversas. Les viene a decir misa el padre Gregory Ihm, de la diócesis de Madison, quien confiesa al National Catholic Register que el trato con ellas le ayuda a él mismo a mantenerse centrado en la vida interior en medio de la agitación propia de la vida de un sacerdote diocesano. No solo a él: reconoce que el monasterio de Valley of Our Lady es un pilar de la fe para toda la diócesis.