El New York Times, que no suele ser un periódico amable con la Iglesia católica, ha sorprendido a muchos esta semana con un artículo el 6 de junio detallando el sacramento de la unción de los enfermos y la asistencia de muchos sacerdotes a los moribundos en el contexto del coronavirus, que en la enorme ciudad ha contagiado a más de 200.000 personas y ha causado la muerte de más de 17.000.
El extenso reportaje, firmado por Elizabeth Dias y con hermosas fotografías de Ryan Christopher Jones, se inicia recordando la enseñanza bíblica de la Carta de Santiago: “¿Hay enfermos entre vosotros? Que llamen a los presbíteros de la Iglesia, y que los presbíteros recen sobre ellos, ungiéndoles con aceite. La oración con fe salvará a los enfermos. Si han cometido pecados, sus pecados quedarán perdonados”.
Rezar entre los tubos del enfermo
Pero en tiempos de aislamiento por coronavirus, el rito físico de acercarse a ungir con aceite e imponer manos se ha complicado. El padre Ryan Connors, en el Elizabeth’s Medical Center, pone el aceite bendecido en bolas de algodón y usa fotocopias de los textos litúrgicos para rezar entre los tubos del enfermo, del que sólo sabe su nombre y que la familia lo ha solicitado. La hija del enfermo lo sigue por una pantalla, en otro edificio, y toma de la mano a una compañera de trabajo.
“Durante la pandemia de 1918, muchas iglesias cerraron sin servicios, pero no había duda de que los ministros podían visitar a los moribundos. Un siglo atrás, los sacerdotes respondían a las llamadas de los enfermos de día y de noche, según registraba un periódico católico de la época. Hoy, las enfermeras y doctores, no las familias o líderes espirituales, es más probable que sean testigos de la muerte de una persona”, dice el artículo.
En Boston, más hospitales dejan entrar a los sacerdotes
En Boston, el cardenal O’Malley ha designado un equipo de 21 sacerdotes para que se entrenen y acudan de forma segura a la unción de los enfermos de covid-19. Es una ciudad con mucha tradición católica y muchos de sus hospitales dejan acudir a los sacerdotes que cumplen las normas adecuadas. En otras ciudades de EEUU no les dejan entrar.
El artículo detalla que los ritos finales son en realidad 3 rituales: una confesión final con perdón de los pecados, la unción de los enfermos con aceite e imposición de manos y el poder comulgar. El texto recuerda que Jesús imponía las manos para curar a los enfermos.
El reportaje recoge varios testimonios de familias golpeadas por la enfermedad. Dunia Barrios, que no es católica, hizo venir a un sacerdote cuando su padre llevaba ya 2 semanas entubado y sedado, porque él sí lo era. Incluso si el enfermo está inconsciente, plantea, “a veces te preguntas, desde un punto de vista religioso, ¿cuán inconscientes están? ¿Pueden realmente oírte? La ciencia te dirá algo, pero hay algo más que ciencia.”
La familia de Elvira Arbusto, que murió sola en una residencia en abril, con 95 años, explica su sufrimiento sabiendo que ella moría a solas, sin conseguir ni introducir un sacerdote ni conectar por vídeo o internet.
A veces, el enfermo se cura
Otro caso es el de la familia de Addis Dempsey, sedado y entubado en Saint Elizabeth, cuando el padre Bill Williams le aplicó la unción de los enfermos a principios de mayo. “No es magia, es una llamada de los fieles a Dios, diciéndole, ¡Dios, necesitamos un abrazo ahora mismo!”, explicaba el padre a los parientes. Pero el caso es que pocos días después Addis Dempsey estaba desentubado y ya podía hablar por teléfono. Su familia cree que Dios ayudó en su recuperación.
El padre Barnes comenta al periódico: “a menudo piensas ‘esta persona va a estar en el cielo después de hablar conmigo’”. Los últimos ritos se aplican en estos casos a aquellos que están a punto de cruzar el umbral a la otra vida. “Es el momento más significativo, el que nos define, cómo morimos”.
Vivir bien es prepararse para la muerte
El padre Thomas Macdonald tiene la experiencia de que con frecuencia las enfermeras se unen a rezar con él por los pacientes en cuidados intensivos. “Vivir bien requiere prepararse para la muerte, reconocer que la muerte es parte de nuestro destino humano. Sin creer en Dios, sin creer en un propósito verdadero para nuestra vida, no sé como se hará”, comenta.
El reportaje finaliza detallando la oración del padre Connors con el señor Barrios inconsciente, que moriría tres semanas después. Una lectura del Evangelio de Mateo (“venid a mí los cansados y agobiados”), una absolución del pecado, la bola de algodón con aceite en la frente, las palabras… “Con esta santa unción, que el Señor en su amor y clemencia te ayuden con la Gracia del Espíritu Santo”. El algodón más adelante será quemado. Finaliza con una petición a la Virgen: “Santa María, Madre Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.