La figura del sacerdote atendiendo a las tropas durante las guerras o en sus misiones en el extranjero se remonta varios siglos. En España, con el surgimiento de los tercios durante el siglo XVI se instauró la figura del capellán, que atendía a los soldados.

 
Esta figura se extendió por todos los ejércitos del mundo. Hoy en día se pueden encontrar en las misiones sacerdotes, pastores o rabinos. Con un gran vínculo con los soldados, muchos de ellos dieron sus vidas por sus compañeros y no dudaron en arriesgar su propia vida para auxiliar y dar la bendición a los moribundos.
 
La labor de estos sacerdotes se ha visto ahora recompensada en Estados Unidos, que ha entregado de manera póstuma la Medalla de Honor, la más alta condecoración militar, a un héroe de la Guerra de Corea, curiosamente un sacerdote que murió en un campo de concentración.
 
La ceremonia, según informa Aciprensa, se celebró este jueves, y el protagonista será el capellán católico Emile Kapaun, sacerdote que fue capturado en 1950 mientras intentaba rescatar a varios heridos durante la batalla de Unsan. Poco tiempo después fallecía.
 
El testimonio de sus compañeros
Kapaun nació en el estado de Kansas en el seno de una familia que se dedicaba a la agricultura. Se ordenó sacerdote en 1940 y se convirtió en capellán militar en 1944. En 1950 fue enviado a Corea donde destacó entre sus compañeros por su servicio a todos, sin importar su credo.
 
Ante la importante condecoración, varios de los supervivientes que estuvieron con este sacerdote durante sus últimos días contaron su testimonio, destacando de él su valentía y entrega.

"Se dejó capturar para ayudar a los heridos" 
Roy Wenzl, coautor de El Milagro del Padre Kapaun, asegura que este capellán "corría por el campo rescatando a los heridos... a veces se alejaba de 50 a 100 metros de las líneas americanas para arrastrar a alguien de vuelta". Además, añade que "en Unsan, se quedó con los heridos y se dejó capturar para poder protegerlos".
 
Su juventud en una granja de Kansas le sirvió para mantener con vida a sus compañeros cuando estaban presos de los coreanos en Pyoktong pues allí "era el más práctico e ingenioso solucionador de problemas".
 
Uno de los que allí estaba preso era Mike Dowe, ahora un anciano de 85 años. Recuerda con nitidez aquellos días en los que conoció al padre Kapaun tras ser capturados. Tuvieron que andar 150 kilómetros antes de llevar al campo de prisioneros.

Los soldados, vivos gracias al pater 
Afirma Dowe que a los presos "les enseñó a mantener su voluntad, enseñándoles a mantener sus creencias, el honor, la integridad y la armonía con su conciencia, su lealtad a su país y a Dios". Por ello, adjudica a este sacerdote que la tasa de mortalidad de los presos fuera en Pyoktong diez veces menor que en otros campos cercanos.
 
De este modo, no duda en afirmar que una "buena mayoría" de los que sobrevivieron en este campo "deben su vida al padre Kapaun". Hasta su muerte, confesó de manera constante, ungió a los enfermos, ofició bautismos y hasta celebró la Eucaristía.
 
En el campo de prisioneros, este capellán se ofreció voluntario para sacar los cadáveres congelados de los que habían muerto. Los llevaba a la isla que había en el río Yalu para que así pudieran tener sepultura.

El último recuerdo del capellán 
El padre Kapaun falleció en mayo de 1951 y su cuerpo fue arrojado a una fosa común. Los guardias del campo se lo llevaron mientras agonizaba a la conocida como "casa de la muerte" donde dejaban morir a los enfermos graves. Recuerda Mike Dowe que "mientras se iba, me puse a llorar y me dijo: ´Mike, no estés triste, voy donde siempre quise ir, y cuando llegue voy a hacer una oración por todos vosotros´". Su heroísmo, su ejemplo y su generosidad quedan ahora reconocidos también por su país.