En el deporte más popular -junto con el fútbol americano- en Estados Unidos abundan los jugadores profesionales católicos que proclaman abiertamente su fe. Recientemente recogíamos los casos de Craig Stammen y de Grant Desme, quien cambió incluso el bate por los hábitos de monje.

Es el caso también de Mark Kotsay, de 37 años, actualmente jugador de San Diego Padres. Fue MVP (Jugador Más Valioso) en la liga universitaria que ganó su equipo, luego olímpico y medalla de bronce en las Olimpiadas de Atlanta de 1996, y tras su debut profesional al año siguiente ha pasado por siete equipos, con uno de los cuales estuvo a punto de ganar el título de la National League.

Justo antes de comenzar la temporada 2013 concedió una entrevista a Trent Beattie para National Catholic Register, donde, junto a cuestiones meramente deportivas, aborda su visión de la religión y de la vida.


Agradece a su padre que le animase a dedicarse al béisbol, pero sobre todo "que estuvo siempre decidido a ser un gran padre para mí, a estar ahí, no sólo en cuerpo, sino en alma: no se limitaba a cumplir una función, daba todo de sí mismo". Y agradece a su primer entrenador que le enseñase "humildad y paciencia" cuando le exigió trabajo duro para desarrollar su potencial, hasta lograr lo cual chupó mucho banquillo.

Al pasar de las virtudes cardinales a las sobrenaturales, Mark explica que fue bautizado como baptista: "Pero cuando crecí, algunas veces iba a misa. Siempre tuve mucho respeto por la religión en general y por el catolicismo en particular, pero no me convertí al catolicismo hasta que conocí a mi futura esposa. Empecé a ir a misa con ella habitualmente a principios del año 2000, y nos casamos ese año". Jamie y él han tenido desde entonces tres hijos.


"La misa es lo que más aprecio de ser católico. Vayas donde vayas en el mundo, la misa siempre está ahí. Es la piedra angular de la fe católica, lo que nos une como creyentes. Esa tradición ininterrumpida desde tiempos apostólicos es algo hermoso que nos muestra con claridad el amor que Dios nos tiene. Hay muchas gracias para nosotros que podemos recibir de la misa, pero somos nosotros quienes tenemos que decidir cómo vamos a utilizarlas en nuestra vida diaria. No basta con ir. Tenemos que darnos cuenta de que se nos ha dado para vivir una vida virtuosa. Si tenemos ojos para ver y oídos para oír, nuestra vida cambiará a través de la misa".

Mark ensalza luego la virtud de la paciencia en el deporte, por contraste con la agresividad, a la que el juego parece llamarte con fuerza: "Es más fácil ser paciente con la ayuda de los sacramentos, de los sacramentales y de las oraciones de la Iglesia. También con la ayuda de una esposa que te ama, como la mía. Ella me ayuda a ser paciente no sólo jugando al béisbol, sino, lo que es más importante, educando a nuestros hijos. Ella les entiende mejor y es más comprensiva con ellos que yo. Es lo que hacen tan bien las madres ayudándonos a los padres con las excentricidades de los niños que a nosotros nos vuelven locos".


En cuanto procedente del ámbito protestante, Mark es sensible a un argumento bíblico a favor de la Iglesia: "Miles de denominaciones distintas hablan de su interpretación de la Biblia como la correcta, pero pasan por alto el hecho de que hemos recibido la Biblia de la Iglesia católica. Si sólo reconociéramos eso, ya sabríamos dónde acudir para la interpretación correcta".

Kotsay comenta que compartir la fe es frecuente en el mundillo del béisbol: "No se trata de enseñar el catecismo entero, puede ser un simple ´Dios te bendiga´ o una invitación a misa". Él es de los que rezan durante el juego, pero no es tanto de agradecer los puntos cuando los consigue, sino de encomendar la tarea salga como salga: "Me gusta honrar a Dios pase lo que pase. Me santiguo en el vestuario, y luego, si gano, estupendo, y si no, estupendo también, porque un mal bateo también es una ocasión para ejercitar la paciencia. La Carta de Santiago (1, 4) dice: ´La paciencia debe ser perfecta si quieres ser perfecto´. Al aceptar las cosas que no salen como tú quieres, abrazas las cruces que Dios te envía. Con la paciencia te trasciendes a ti mismo y afirmas a Dios".