El obispo Edward Slattery fue consagrado personalmente en 1993 por Juan Pablo II, quien le destinó a Tulsa (Oklahoma, Estados Unidos), y desde entonces ha impreso a la diócesis un fuerte impulso evangelizador.
Bajo su jurisdicción, la renovación litúrgica del Papa Benedicto XVI ha sido una realidad, se pudo fundar en 1999 el monasterio benedictino de Clear Creek con su casi medio centenar de monjes, y no ha dudado en ofrecer a sus sacerdotes formación en demonología y exorcismos. Por citar solamente algunas de sus iniciativas.
La última es muy llamativa. En diversas carreteras de Oklahoma ha sufragado unos anuncios grandes, claros y directos llamando a la confesión a los conductores.
Y, como apoyo, un alzacuellos a modo de logotipo que no sólo identifica perfectamente de qué estamos hablando, sino que es una llamada a la vestimenta sacerdotal que monseñor Slattery anima en su clero.
Oklahoma, un estado al norte de Texas, tiene sólo un 13% de población católica, pero en Tulsa la proporción es todavía menor: un 3,5%, que sin embargo, desde la creación de la diócesis en 1972, va creciendo linealmente con la población, en un contexto de mayoría evangélica.