Hay muchos nervios en el cuartel general de Barack Obama. Daban las elecciones por ganadas, y a raíz del primer debate presidencial, abrumadoramente ganado por Mitt Romney, las encuestas reflejan un alza clara del republicano, a quien se empieza a ver como nuevo presidente.

Era crucial en esa tendencia el debate de vicepresidentes que tuvo lugar en la noche del jueves, con la particularidad de enfrentar, por primera vez en la historia, a dos católicos: Paul Ryan y Joe Biden... aunque el católico Biden sea tan abortista como Obama y, como el actual inquilino de la Casa Blanca, haya dado un giro en su postura inicial y ahora sea también partidario del matrimonio entre personas del mismo sexo.


El balance final del debate es claro: de nuevo el ticket del GOP (Great Old Party) se alzó con la victoria. El joven Ryan logró descentrar al experto Biden, quien estuvo toda la noche haciendo gala de una agresividad y una llamativa gesticulación que casan mal con la imagen de moderación que el ticked demócrata quiere vender para compensar el radicalismo de sus políticas.
 
Frente a un Ryan tranquilo y frío, Biden se descompuso en más de una ocasión y sobre más de un tema, haciendo honor a su fama de hombre compulsivo. En los momentos finales del debate, consciente de haber perdido las formas, quiso venderlo como la expresión de un hombre sincero y directo que habla a los sentimientos de la gente.

Aparte de las cuestiones económicas y de seguridad nacional, había dos que preocupaban particularmente al elector católico aún indeciso: la libertad religiosa y el aborto.


En cuanto a la primera, Ryan fue directamente al núcleo del asunto: "Lo que más me preocupa es cómo esta administración ha manejado estos asuntos. Miren lo que están haciendo con el Obamacare, atacando la libertad religiosa de este país. Están violando nuestra primera libertad, la libertad de religión, agrediendo a las instituciones de caridad católicas, a las escuelas católicas, a los hospitales católicos. Nuestra Iglesia", remachó el congresista por Wisconsin apelando directamente a la común fe católica de su rival, "no tendría por qué estar pidiendo al gobierno federal que mantenga la libertad religiosa".

Como es sabido, una disposición del Departamento de Sanidad, el célebre "mandato", obliga a las instituciones católicas a que los seguros médicos que contraten para sus empleados incluyan fármacos abortistas o tratamientos de esterilización o anticonceptivos o de fecundación in vitro, que la doctrina católica rechaza. Los obispos ya han dejado claro que no pasarán por ese aro y que cerrarán cualquier institución antes que traicionar la fe.

Biden se puso a la defensiva respondiendo que "ninguna institución católica tiene que pagar por la anticoncepción, ni ser vehículo de la anticoncepción ni incluirla en sus políticas de seguro". "Esto es un hecho", dijo Biden... pero el hecho es que la ley de su gobierno dice lo contrario, así que se lo había puesto fácil a Ryan, quien le noqueó con la pregunta de la noche: "Si usted protege a los católicos, ¿entonces por qué se quejan contra usted?".

Del mismo modo, en la cuestión del aborto, Ryan estuvo contudente: "No entiendo cómo una persona puede separar su vida pública de su vida privada o de su fe. Nuestra fe informa todo lo que hacemos. Mi fe me dice cómo atender a los más débiles, o cómo asegurar que la gente tenga la oportunidad de vivir. ¿Que por qué soy esencialmente pro vida? No es sólo por mi fe católica. Eso es un factor, desde luego. Pero es también por la razón y por la ciencia".

El candidato a vicepresidente republicano reforzó su postura con su experiencia personal: "¿Saben? Me acuerdo de hace diez años y medio, cuando mi mujer Janna y yo fuimos al mismo hospital donde yo había nacido, para una ecografía a nuestro primer hijo, de siete semanas, y vimos que su corazón latía. Ese pequeño bebé tenía el tamaño de una judía [bean, en inglés], y desde entonces llamamos cariñosamente Bean a nuestra pequeña Liza. Creo que la vida empieza en el momento de la concepción".

"Ésas son las razones", continuó Ryan, sabedor de dirigirse a una sociedad norteamericana que ya es mayoritariamente provida, según las encuestas, "por las que soy provida".

Luego reprochó a los demócratas que defiendan el aborto sin restricciones y con subvención pública, y lo promuevan en el exterior. Y puso el dedo en la llaga de uno de los mayores errores de Biden como vicepresidente: "Usted mismo fue a China y dijo que le parecía bien la política del hijo único y los abortos y esterilizaciones forzados. Eso me parece totalmente extremista".


Biden se defendió diciendo que aceptaba la posición sobre el aborto de la Iglesia: "La vida comienza en el momento de la concepción, a juicio de la Iglesia. Yo lo acepto en mi vida privada. Pero no creo que tengamos derecho a decirle a las mujeres que no pueden controlar su cuerpo. Es una decisión entre ellas y el médico, y no voy a interferir en ella", alegó Biden, quien alegó que tampoco deberían interferir los jueces del Tribunal Supremo.

Y es que uno de los puntos decisivos de estas elecciones es que el próximo presidente tendrá que designar nuevos miembros del Tribunal Supremo, cargos vitalicios que por tanto conformarán una mayoría durante muchos años. Si esa mayoría es provida -y Romney podría desequilibrar la balanza en ese sentido-, los grupos provida norteamericanos no descartan que pueda revocarse la célebre sentencia Roe vs Wade que en 1973 legalizó el aborto en el país.