El voto de los hispanos podría resultar decisivo en las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Esta es la conclusión de un análisis realizado por The Week, que constata el gran crecimiento de los llamados "latinos", que han pasado de los 35 millones del año 2000 a los 50 millones hoy, con un incremento particularmente relevante en los cinco estados clave, conocidos como los swing states: Florida, Colorado, Nevada, Carolina del Norte y Virginia.
El voto hispano se orientará, casi con seguridad, hacia el Partido Demócrata, pero la diferencia de votos podría suponer la diferencia entre la victoria y la derrota para el presidente Obama y su adversario republicano, Mitt Romney. Como consecuencia de ello, los equipos electorales de ambos se están dedicando a cortejar a los electores hispanos.
La decisión de Obama el pasado mes de junio de frenar la repatriación de jóvenes inmigrantes que entraron ilegalmente en los Estados Unidos de pequeños ha sido claramente un intento de ganarse al electorado hispano, igual que la promesa de Romney de revisar el sistema de la carta verde que facilita la reagrupación familiar de los inmigrantes. Aun así, a pesar de la atención prestada, está por ver si la mayoría de los hispanos se dejará ver en las urnas.
A pesar de representar al sector con un mayor aumento demográfico en los EE UU, su peso en el electorado no crece a la misma velocidad. En 2008, sólo la mitad de los hispanos participaron en las elecciones, frente al 66% de los blancos y el 65% de los negros.
Y su intención de votar no parece que vaya a aumentar: los electores hispanos registrado han bajado, de 11,6 millones en 2008 a 10,9 en 2010. Hay pocos signos de recuperación, a pesar de que los que tienen derecho a voto son 21,7 millones.
"Debemos volver a hacer frente a una brecha consistente en los registros", ha declarado a The Week Matt Barreto, de la Universidad de Washington. Esta diferencia se debe al menos en parte a la actual situación de crisis económica, que ha sacudido a los hispanos de un modo particularmente fuerte.
El valor medio de la riqueza de las familias hispanas se ha reducido un 66% entre 2005 y 2009, y el porcentaje de ejecución de hipotecas es del 11,9%, más del doble del porcentaje relativo a las familias blancas. "Cuando la gente pierde su trabajo o su casa, lo normal es que tenga que irse a otro sitio", afirma Antonio González, responsable del Southwest Voter Registration Education Project.
"Cuando uno se traslada, tiene que volver a registrarse, y me temo que eso no ha sucedido ni en 2009 ni en 2010". Además, entre los hispanos, casi un tercio de los que tienen derecho al voto es menor de 30 años, franja de edad en la que el porcentaje de empleo es más bajo.
En 2010 sólo votó el 17,6% de los jóvenes hispanos. Los demócratas han promovido durante mucho tiempo campañas para animar a votar entre los latinos, y ahora también los republicanos se han dado cuenta de que tienen que abordar seriamente este problema. En 2004, George W. Bush obtuvo el 40% del voto hispano, pero en 2008 John McCain sólo consiguió el 31%; este año los sondeos indican que Obama gana a Romney 67 a 23. Dado que se prevé que los hispanos lleguen en 2050 a ser casi el 30% de la población, el Partido Republicano corre el riesgo de no ganar más elecciones nacionales, a menos que consiga cambiar la situación.
El desempleo entre los latinos es del 10,3% y muchos de ellos son críticos con Obama por no haber conseguido aprobar una política nacional de inmigración y haber repatriado a la cifra récord de 1,4 millones de inmigrantes ilegales.
Muchos electores blancos están abandonando a los demócratas y los analistas creen que Obama no podrá ganar si el porcentaje de hispanos a su favor queda por debajo del 65%. Romney espera arrancarle apoyos a Obama, sobre todo entre los cubano-americanos en el crítico estado de Florida. El equipo de Obama, mientras tanto, cuenta con el voto hispano para ganar en otros dos estados clave, Nevada y Colorado. Armando Navarro, de la Universidad de California, lo resume así: "Verdaderamente somos el eje de la balanza, somos el voto resolutivo".
En ningún otro lugar el voto hispano es tan significativo como en Texas, donde los hispanos han aumentado en tres millones durante los últimos diez años y representan a un tercio de la población. Los candidatos republicanos a la presidencia siempre han ganado aquí, desde 1976, pero Texas se podría convertir en un estado demócrata si los republicanos no mejoran su penetración entre los electores hispanos.
Por suerte para ellos, pueden disponer de una nueva estrella, como Ted Cruz, un abogado cubano-americano que ha ganado las primarias para el Senado con el apoyo del Tea Party; si ganara el próximo mes de noviembre, Cruz podría jugar un papel decisivo para atraer el voto de los hispanos conservadores. En el bando demócrata, la futura promesa es Julián Castro, el alcalde treintañero de San Antonio, elegido tras pronunciar el discurso principal en el congreso nacional del Partido Demócrata de septiembre pasado. Cruz y Castro, escribe Wayne Slater en el Dallas Morning News, representan "los polos radicalmente distintos que dividirán, y definirán, nuestra política para las generaciones futuras".
Resulta significativo, y triste, que la fe católica de la mayoría de los hispanos ni siquiera se cite en este análisis. Este hecho subraya la urgente necesidad de programas educativos para los católicos hispanos, que lleven la Doctrina Social de la Iglesia a la cultura generada por la Iglesia.