La denuncia presentada por el profesor John Banzhaf, de la Universidad George Washington, contra la Universidad Católica de América (Catholic University of America, CUA), en Washington, es una muestra de la inquina anticatólica latente en amplios sectores de la sociedad norteamericana.

Banzhaf es un conocido activista legal que ha emprendido campañas contra el tabaco o la obesidad, y también ha interpuesto otra demanda contra el cardenal Donald Wearl, arzobispo de Washington y canciller de la CUA, por no disponer de un lugar de oración adecuado para sus alumnos musulmanes.

Esta vez se dirigía contra el anuncio del rector de la CUA, John Garvey, de diferenciar las residencias universitarias masculinas y femeninas, para reducir -y no se cortó en decirlo el pasado 13 de junio en The Wall Street Journal- las juergas: "Yo pensaba que las chicas tendrían una influencia civilizadora sobre los chicos, pero las cosas parece que van por otro camino. Ellas aguantan bien el ritmo, y ellos las animan, tal vez para ligar más fácilmente".

Banzhaf presentó una denuncia contra Garvey por discriminación, pero la Oficina de Derechos Humanos de Washington ha fallado el 29 de noviembre a favor de la política de la CUA con una respuesta de sentido común: la ley no exige que hombres y mujeres tengan que compartir residencia y "la política de residencias por sextos no viola la ley de Derechos Humanos de Columbia".

"Con el razonamiento del denunciante", afirma la sentencia, "habría que prohibir los baños separados, los vestuarios separados y los equipos deportivos separados, lo cual nos llevaría a conclusiones absurdas".

"Estoy satisfecho de que la sentencia haya contradicho todas y cada una de las alegaciones del demandante", sostiene el rector de la CUA, "y agradezco el respaldo público a nuestro derecho a seguir una política basada en principios para una transición hacia residencias del mismo sexo".