«El error de Pelagio tiene muchos más seguidores en la Iglesia de hoy de lo que parecería a primera vista», dijo el cardenal Ratzinger hace 20 años, en una entrevista de la revista 30 Días en 1991.
Lo que probablemente no se esperaba es que 500 clérigos y delegados parroquiales se reuniesen en Roma para pedir que se “rehabilite” a Pelagio, hereje del s.V y que se acepte su enseñanza como “parte de nuestra tradición”.
Eso sí, los que quieren rehabilitar públicamente al hereje Pelagio no son católicos, sino episcopalianos (anglicanos progresistas de EEUU) y la Roma donde se reúnen no es la Ciudad Eterna, sino la pequeña ciudad de Rome, en Georgia, EEUU, a principios de noviembre.
Tradicionalmente, la herejía pelagiana era la más opuesta al protestantismo y su salvación por la “sola fide” (sólo por la fe). El pelagianismo insiste en la bondad natural del hombre, niega la Caída y el pecado original, y piensa que el hombre, por su propio esfuerzo, puede “ganarse” el Cielo a fuerza de ser bueno. Pelagio y los pelagianos antiguos intentaban demostrarlo siendo más ascéticos y virtuosos que nadie. En la práctica, Dios se hacía innecesario y el sacrificio de Cristo también: soy tan bueno y hago tantas cosas buenas, que no necesito Salvador, viene a decir el pelagianismo. (El padre J. M. Iraburu explica didácticamente el pelagianismo actual AQUÍ).
Los pelagianos no entienden algo que San Pablo explica muy claro: «no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero… es el pecado que mora en mí» (Rm 7,14-25). Y olvidan que sólo salva la gracia de Cristo: «por gracia hemos sido salvados» (Ef 2,5), especialmente a través de su sacrificio, su perdón y los sacramentos.
Los pelagianos no creen en el pecado original, adulan al hombre (olvidando tanto su Caída como su redención por Cristo), son moralistas (lo importante es “hacer cosas”, más que relacionarse con Dios), desprecian la Gracia, la oración de petición (algo que molestaba mucho a San Agustín), los sacramentos y al final buscan la salvación no en Cristo (que pasa solo a ser “un ejemplo de hombre bueno”) sino en técnicas, terapias y activismos.
Pese a todo esto, para el rector episcopaliano de la Iglesia de la Epifanía, en Atlanta, Benno D. Pattinson, Pelagio básicamente tuvo mala prensa. El Concilio de Cartago lo declaró hereje (según Pattinson) por antagonistas teólogos y políticos que lo veían como una amenaza al Imperio. ¿No puede una asamblea diocesana de 500 episcopalianos de Atlanta en 2011 deshacer lo que decretó un Concilio en Cartago en el 416 y el 418 d.C?
Pattinson dice que la rehabilitación de Pelagio aporta “una voz teológica viable en nuestra tradición que puede animar a una major comprensión del pecado, la gracia, la libre voluntad y la bondad de la Creación de Dios; la historia de Pelagio representa para algunos el esfuerzo por hacer exploración teológica, nuestro derecho de nacimiento como anglicanos”.
Pattinson así reivindica a Pelagio como algo “anglicano”, remitiéndose a que el monje era de origen britano, y enlazando con el bulo de una iglesia britana antigua, independiente de Roma (desmentido por los historiadores).
Rehabilitar a Pelagio (en su versión “buenista”, no en su versión “rigorista y puritana”) sería solo un paso más en la deriva liberal de la Iglesia Episcopaliana, que está creando la “religión progre a la carta” y sin embargo no atrae fieles. Un tercio de sus parroquias cerrarán en los próximos cinco años, según un reciente informe del portal anglicano conservador VirtueOnline.
En el siglo XVI, el anglicanismo aceptó casar clérigos y acabó con la vida monástica. En 1930, aceptaron la anticoncepción. En 1976, los episcopalianos aprobaron el clero femenino. En 1989, se ordenó la primera obispa episcopaliana. En 1994, prohibió toda terapia para dejar la homosexualidad. En 2000, se aceptó el sexo fuera del matrimonio. En 2003 ordenaron como obispo a Gene Robinson, un señor divorciado, con dos hijos, que vivía «maritalmente» con otro hombre (este año 2011 dejó el cargo). En 2006 el episcopalianismo admitía el matrimonio homosexual. En 2010 presumía de ordenar en Los Ángeles una obispa lesbiana activa. El 1 de enero de 2011 un obispo episcopaliano casaba con boato mediático a dos sacerdotisas lesbianas episcopalianas, una de ellas famosa militante pro-aborto, Katherine Ragsdale.
Nada de eso ha atraído gente a su iglesia. En esta deriva liberal, el episcopalianismo perdió más de un 30 por ciento de sus fieles. Si en 2001 tenían 3,4 millones de fieles autodeclarados, en 2009 ya solo eran 2 millones. Se trata sobre todo de que los viejos se mueren y nadie les sustituye, y de que muchos otros dejan de acudir a la Iglesia. Algunos se van a iglesias conservadoras.
VirtueOnline, en un informe que mide la "asistencia media dominical" (el número de fieles que se pueden contar un domingo dado en los servicios religiosos de ese día en cada templo) registra que en 2010 eran apenas 683.000 los episcopalianos que podían encontrarse un domingo en sus iglesias. En 2008 eran 727.000. Pierden 20.000 feligreses practicantes, reales, cada año.