La semana no pudo arrancar mejor para Michelle Bachmann, la aspirante del Tea Party (a la espera de saber si Sarah Palin competirá también) a la nominación republicana para disputar la Casa Blanca a Barack Obama en 2012. Por primera vez una encuesta la situaba a la cabeza de las preferencias de los electores con vistas a los emblemáticos caucus de Iowa, primer test de las primarias. Con un 32%, el sondeo la daba por ganadora por tres puntos frente al hasta ahora indiscutible Mitt Romney.
Pero ahora a Bachmann, de 51 años, congresista por Minnesota, abogada, casada, con cinco hijos y que con su marido han sido casa de acogida para 23 niños más (en particular chicas con problemas de anorexia), le ha salido un problema inesperado.
Porque esperados eran los problemas que vienen "del otro lado". La izquierda progresista la ataca con virulencia por su militancia antiabortista, que es donde comenzó a destacar en su vida pública. Y también porque reprochan a su marido, Marcus, psicólogo clínico, con quien está casada desde 1978, que desarrolle profesionalmente una terapia para ayudar a homosexuales que quieren dejar de serlo.
Lo que puede dañar ahora la campaña de Bachmann viene de su propio ámbito natural de votantes.
La candidata y su familia anunciaron hace pocas semanas que abandonaban la Iglesia Luterana Salem a la que pertenecían, y que forma parte del Sínodo Luterano Evangélico de Wisconsin, fundado en 1850 y que cuenta con 400.000 miembros. El portavoz del Sínodo explicó que los Bachmann eran miembros de esa comunidad hace una década, aunque hace dos años que no asistían a la iglesia.
El problema es que dicho Sínodo sostiene en su declaración de principios lo siguiente: "Identificamos al Papado como el Anticristo. Es un juicio basado en las Escrituras". Lo cual está siendo utilizado por los enemigos de Bachmann (muchos en su propio partido, cuyo establishment aborrece al Tea Party) para acusarla de anticatólica, lo cual podría dañar su candidatura justo entre los electores que más valoran su firme trayectoria pro-vida, que otros aspirantes abrazan tibiamente y sólo para ganar votos.
En cualquier caso, esta acusación ya fue utilizada contra ella en 2006, y entonces ella negó que su congregación fuese anticatólica, y manifestó su opinión sin ambages: "Soy cristiana y amo a los católicos".
Pero mientras la polémica discurre ahora sobre las convicciones de dicha denominación luterana (debate en cierto modo anecdótico, pues las palabras del mismo Lutero contra el Papado son bastante más fuertes que eso), a Bachmann no le están faltando también apoyos católicos.
Así, Bill Donahue, influyente presidente de la Liga Católica, tras considerar "lamentables" las opiniones anticatólicas de algunos círculos protestantes, afirmó que "no hay ninguna prueba de intolerancia" por parte de la congresista republicana. Y aunque considera que la polémica es un buen pretexto para que ella aclare su posición, recordó que ha condenado repetidamente el anticatolicismo, y que a lo largo de su carrera política nunca ha discriminado a los católicos.