Por 191 votos a favor, 1 en contra y ninguna abstención, la conferencia episcopal estadounidense, reunida para su asamblea de primavera en Bellvue (Washington), aprobó el primer documento colectivo mundial de la Iglesia contra el suicidio asistido.
Esta práctica se aprobó por primera vez en el estado de Oregón en 1994, en el estado de Washington fue aprobada en referéndum en 2008, y el tribunal supremo de Montana la declaró legal en 2010. Pero es sólo el comienzo: "La Iglesia tiene que responder de una manera oportuna y visible a este nuevo desafío, que sin duda proseguirá en nuevos estados durante los años venideros", afirmó el cardenal Daniel DiNardo, presidente de la comisión provida y arzobispo de Galveston-Houston, al presentar el texto bajo el título Vivir cada día con dignidad.
El documento recuerda los principios básicos de la doctrina de la Iglesia en esta materia y marca las pautas de la que será la campaña apostólica y mediática de los católicos norteamericanos para frenar esta nueva oleada de la cultura de la muerte.
Los obispos denuncian sin tapujos sus métodos: "Con fondos cada vez mayores procedentes de grandes donantes, los defensores del suicidio asistido han renovado su agresiva campaña nacional mediante iniciativas legislativas, pleitos y publicidad, en los estados más susceptibles a su mensaje. Si tienen éxito, la sociedad experimentará un cambio radical".
De la agresividad de la campaña da idea que una de las organizaciones más veteranas y conocidas en Estados Unidos a favor del suicidio asistido, la Hemlock Society (que ha cambiado su nombre porque "a la gente le recordaba la dura realidad de la muerte por envenenamiento" y ahora se llama Compassion & Choices, Compasión y Opciones), convocó una reunión el mismo día y en el mismo hotel en el que los obispos norteamericanos presentaban su documento.
Mientras el cardenal DiNardo señalaba en rueda de prensa la necesidad de desenmascarar a quienes "no promueven en realidad ni la libertad de elección ni la compasión", Barbara Coombs Lee acusaba en otra a los obispos de querer imponer las ideas católicas a toda la sociedad.
DiNardo recordó que "lo compasivo es ayudar a las personas que lo necesitan, no decirles ´toma esta píldora´. Es mostrarle a quienes lo precisan la forma en que podemos acompañarles hasta el momento en el que Dios las llame". Y deshizo el argumento de la "elección" o la "opcióon": "Quitarse la vida es la suprema contradicción con la libertad, es una opción que elimina todas las opciones", dijo.
Y advirtió además del riesgo añadido que supone para las personas que sufren: "Su principal sufrimiento a veces no es físico, porque puede paliarse con cuidados médicos, sino el sentimiento de soledad y desesperanza. La idea de que la sociedad en su conjunto ve su muerte como una solución a sus problemas aceptable o incluso deseable no hará sino aumentar ese tipo de sufrimiento".