Nada tendría que comentar si no fuera porque desde hace algún tiempo hay quienes pretenden dejar fuera del modelo público -el subvencionado y gratuito- a la escuela diferenciada. Una discusión que se plantea, como todo en España, precisamente cuando en muchas de las grandes democracias se está promocionando la escuela diferenciada. Y, es que, en España siempre llegamos tarde, cuando los demás están de vuelta.
En el caso de la educación, esta polémica se debe quizás a la razón de origen que algunos quisieron imponer a la educación pública, como alternativa enfrentada a la educación religiosa, algo que los años debía de haber borrado pero que algunos mantienen por creerse poseedores de tal educación, pues es la única forma de que la aplicación de sus ideas les salga gratis. No obstante, ahora, la mayoría de los colegios religiosos son mixtos, como lo son gran parte de los privados. Entonces, ¿qué argumentos quedan para mantener la polémica? Más aún, si como se sabe, los centros concertados resultan tan económicamente rentables al Estado, ¿qué motivos hay para no subvencionar con fondos públicos a los centros de educación diferenciada?
Siempre ha habido una gran reticencia a subvencionar los centros que no son de iniciativa estatal, precaución lógica y necesaria e, incluso, justa si se permitiera la desgravación fiscal a aquellas familias que eligen libremente otro tipo de centros. Una reticencia que se subsanaría, como en otras naciones, mediante una evaluación periódica de los resultados académicos de los centros que soliciten la subvención. Pero la cuestión va más allá, no es sólo cuestión económica, lo es ideológica principalmente. Tiene que ver con la ideología de género.
No hay estudios pedagógicos serios que justifiquen la preferencia por la escuela mixta. Más bien, al contrario, recientes investigaciones y, sobre todo, experiencias concretas, están llevando a muchos países desde Estados Unidos hasta Australia a la vuelta de la escuela diferenciada. Tampoco ve discriminación en este tipo de centros siempre que “ofrezcan facilidades equivalentes en el acceso a la enseñanza”. Y esto tampoco es problema pues todos conocemos el riguroso proceso de admisión que se lleva a cabo en los centros financiados con fondos públicos.
Sobre el papel, la única pega es la vigente ley de educación (LOE, 2006) cuyo legislador profesaba la ideología de género. Tan obsesionado estaba que llegó a crear un Ministerio de Igualdad. Pero esto no es más que un formalismo para impedir que echen por tierra su dogma de la escuela mixta. Tampoco es una pega contundente pues hoy hay otra mayoría absoluta que quizás piense que, ante lo opinable, es mejor no poner puertas a la libertad. ¿Por qué impedir la oferta de los dos tipos de escuelas? ¿Por qué imponer una y no otra?
Miro de nuevo a mis contertulios. Alegres, sencillos, sin complejos, cada cual con sus problemas, ellos y ellas, poseedores de los mismos derechos, respetuosos con los demás -si no se ponen pesados-. Todos estudiamos en escuelas diferenciadas, era lo normal.