s bien, lo que realmente significa que el sistema escolar sea “comprensivo” es que sea idéntico para todos hasta que se dé por terminada la enseñanza secundaria. Supone, pues, escolarizar en los mismos centros, con los mismos profesores y con el mismo programa a todos los niños hasta los 16 o 18 años de edad. Esta escolarización idéntica supone que está terminantemente prohibido introducir la formación profesional como opción antes de esa edad, supone también que no se deben crear diferentes itinerarios en orden a conseguir una mejor preparación para aquellos que proyecten seguir estudios superiores.
Cuando en los años cincuenta se alcanzó la aspiración, que venía de principios de siglo, de una escolarización total, obligatoria y gratuita, el objetivo se situó en ampliar lo más posible la edad de esa obligatoriedad de la educación.
Parece evidente que al prolongar los años de escolarización obligatoria y común a todos lo individuos surgiera el tan temido fracaso escolar. Los psicólogos y pedagogos progresistas de los años sesenta que tanto han influido en la enseñanza occidental de la segunda mitad de siglo se negaron a aceptar la existencia de una diferencia de aptitudes intelectuales y se mostraron convencidos de que las únicas razones de ese fracaso escolar había que buscarlas en las diferencias sociales entre los escolares y en una forma de enseñanza excesivamente rigurosa, exigente y elitista. De ahí nació la justificación pedagógica de lo que se convirtió en el proyecto socialdemócrata para la educación: La escuela comprensiva.
En el Reino Unido fue impuesta por el gobierno socialista de James Callaghan cuando llegó al poder en 1976. En Suecia la impuso el gobierno socialdemócrata en 1970 y en España ha supuesto la gran aportación socialista de 1990, in embargo, puesta en marcha esta escuela igualitaria, aparte de convertirse en una podadora indiscriminada de las inteligencias, no consiguió erradicar el fracaso escolar. En España, más del 25 % de los alumnos no consigue terminar y después de casi 15 años de escolarización se va a la calle sabiendo mal leer, mal escribir, mal hacer cuentas y sin un oficio que le capacite para ganarse la vida.
La idea de una escuela capaz de eliminar las desigualdades sociales es tan bella y demagógica que hábilmente manipulada deja a la sociedad sin posibilidad de reacción.
Para hacerse una idea de la fuerza con la que este deseo de igualitarismo escolar puede arraigar en la sociedad, bastaría observar cómo los conservadores británicos, totalmente contrarios a las Comprehensive Schools impuestas por Callaghan, no reaccionan hasta pasados casi 10 años de su llegada al poder. La nueva ley de educación, el National Currículo que establecía nuevas normas y distintos niveles de enseñanza para las Comprehensive Schools, no fue promulgada por Margaret Thatcher hasta 1988.
Desde entonces los niños británicos que terminan su enseñanza primaria a los 11 años pasan unas pruebas en matemáticas y lengua inglesa que sirven para determinar el grupo en el que deben comenzar su secundaria. Examen que se repite a los 14 años con el fin de reagrupar de nuevo a los alumnos. Es importante saber que los exámenes de final de la enseñanza secundaria, realizados por las universidades y que capacitan a los escolares británicos para preparar durante dos años su ingreso en la universidad, nunca se suprimieron, simplemente cambiaron de nombre, O levels antes de la llegada de la comprensividad y GCS (General Certificate of Secondary Education actualmente.
Esta Ley que fue muy criticada porque atentaba contra el principio intocable de la “equidad” tampoco parece que haya arreglado mucho las cosas. Tuvo que ser un laborista, Tony Blair, no sospechoso de “ultraliberal” ni de elitista quien reconociera públicamente que el sistema había llevado a la ignorancia, que multitud de niños estaban llegando a los 16 años sin haber aprendido bien a leer, ni a escribir ni a hacer cuentas. En sus primeros discursos de inauguración del año escolar le hemos oído decir que va siendo ya hora de olvidarse del viejo principio que condena el elitismo intelectual. Las últimas noticias que nos llegan del Reino Unido son que los profesores se sienten totalmente desbordados y han empezado a arrojar la toalla.
No es de extrañar esta deserción si se tiene en cuenta que, los profesores en Gran Bretaña son contratados y no funcionarios. Los de matemáticas, nuevas tecnologías y lengua inglesa, especialidades que se cotizan en el mercado laboral, son los que parecen más dispuestos al abandono.
Pese a este reconocido fracaso de lo que fue su modelo, el sector socialista mantiene una irreductible postura en lo que se refiere a la educación. Postura que el Catedrático de Política y Administración Educativa de , Manuel de Puelles Benítez, deja clara en su artículo “ en el contexto de las reformas escolares” publicado por Santillana dentro del titulado Informe Educativo 2000: “Podemos situar a hasta el momento la última ley europea inspirada en el principio de igualdad, en los antípodas de otra ley, la británica de 1988, que ha sido definida recientemente como una ley “agresivamente ideológica y política”, centrada sobre el principio de la libertad”
Se refiere Puelles, supongo, a la ley de Margaret Thatcher, cuyo principio pedagógico fundamental fue el de atender a cada niño según su capacidad de estudio y trabajo con el fin de obtener de su educación el mejor rendimiento posible.