VIAJE APOSTÓLICO A MADRID
CON OCASIÓN DE LA
XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
18-21 DE AGOSTO DE 2011
CON OCASIÓN DE LA
XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
18-21 DE AGOSTO DE 2011
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Nunciatura Apostólica
Sábado 20 de agosto de 2011
Queridos amigos:
Me complace recibiros en esta Nunciatura Apostólica para agradeceros vivamente todo lo que habéis llevado a cabo para la organización de esta Jornada Mundial de la Juventud.
Sé muy bien que, desde el momento que se hizo pública la noticia de que la Archidiócesis de Madrid había sido elegida como Sede de esta iniciativa, el Señor Cardenal Antonio María Rouco Varela puso en marcha los trabajos del Comité Organizador Local, en el que, con un profundo sentido eclesial y extraordinario afecto al Vicario de Cristo, han colaborado los responsables de las diversas áreas que se hallan implicadas en un acontecimiento de esta magnitud, coordinados por Monseñor César Augusto Franco Martínez. Solo el amor a la Iglesia y el afán por evangelizar a los jóvenes explican este compromiso tan generoso en tiempo y energías, que dará un abundante fruto apostólico. Durante meses habéis entregado lo mejor de vosotros mismos al servicio de la misión de la Iglesia. Dios os lo premiará con el ciento por uno. No sólo a vosotros, sino a vuestras familias e instituciones, que con abnegación han sostenido vuestra dedicación y esmero. Si, como dice Jesús, ni un vaso de agua dado en su nombre quedará sin recompensa, ¡cuánto más la entrega diaria y permanente a la organización de un hecho eclesial de tanto relieve como el que estamos viviendo! Gracias a cada uno de vosotros.
De igual modo, quiero manifestar mi gratitud a los miembros de la Comisión Mixta, formada por el Arzobispado de Madrid y las Administraciones del Estado, de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la Villa, que, también desde el inicio de la preparación de esta Jornada Mundial de la Juventud, se constituyó con la mirada puesta en los cientos de miles de jóvenes peregrinos que han llegado a Madrid, ciudad abierta, hermosa y solidaria. Ciertamente, sin esta colaboración solícita, no se habría podido realizar un evento de tanta complejidad y trascendencia. A este respecto, sé bien que las diversas entidades se han puesto a disposición del Comité Organizador Local, sin escatimar esfuerzos y en un clima de amable cooperación, que honra a esta noble Nación y al reconocido espíritu de hospitalidad de los españoles.
La eficacia de esta comisión manifiesta que no solo es posible la colaboración entre la Iglesia y las instituciones civiles, sino que, cuando se orientan al servicio de una iniciativa de tan largo alcance, como es la que nos ocupa, se hace verdad el principio de que el bien integra a todos en la unidad. Por ello, quiero expresar a los representantes de las respectivas Administraciones, que han trabajado denodadamente por el éxito de esta Jornada Mundial, mi más sentido y cordial agradecimiento en nombre de la Iglesia y de los jóvenes que disfrutan en estos días de vuestra acogida y solicitud.
Para todos vosotros, vuestras familias e instituciones, invoco del Señor la abundancia de sus dones. Muchas gracias.