San Andrés Kim (1821-1846) fue el primer sacerdote católico en la Corea del siglo XIX, un joven coreano que murió mártir con apenas 25 años, cuando empezaba a organizar comunidades católicas en un país que dudaba sobre cómo abrirse al mundo en la época de los grandes barcos de vela y los imperios coloniales europeos que miraban hacia Asia.
Ahora, esa vida y esa época -con sus barcos, sus trajes de la época Joseon, sus diplomáticos occidentales, sus eruditos coreanos- quedan reflejadas en la nueva película coreana "Birth", que a juzgar por el trailer apuesta por la emoción, los paisajes y el vestuario.
La película en inglés se titula "Birth" (Nacimiento), en alusión al nacimiento de la Iglesia Católica en Corea. Ha sido escrita y dirigida por Park Heung-shik y coproducida por el Centro Cultural Católico Coreano Alma Art.
La película llega a los cines coreanos el 30 de noviembre, pero hubo un preestreno en el Vaticano, en un acto promovido por el cardenal Lázaro You heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero que antaño fue obispo de Daejeon en Corea. Él ha apoyado el proyecto, con motivo del bicentenario del nacimiento del joven Kim.
Hijo de conversos, estudió en Macao
La película explica que Andrés Kim nació en una familia de cristianos conversos en 1821. Había católicos en Corea, pero no sacerdotes: la primera generación de conversos eran laicos intelectuales y viajeros o comerciantes.
El joven sacerdote Andrés Kim celebra misa en la Corea de la dinastía Joseon: pudo celebrar pocas, porque lo martirizaron con 25 años.
Kim viajó a Macao, el enclave portugués en China y estudió allí la fe. Fue ordenado sacerdote en 1845 en Shanghái: era el primer sacerdote católico nacido en Corea.
A su vuelta a Corea, sufrió persecución por su tarea evangelizadora, prohibida por el Estado. Murió apenas un año después, martirizado con 25 años.
Romper con lo viejo, crear algo nuevo
Yoon Si-yoon, actor de televisión muy popular en Corea, que encarna al protagonista, dijo en la rueda de prensa de presentación que San Andrés Kim personifica "a todos aquellos personajes que fueron capaces de romper con lo viejo, dando inicio a una nueva cultura, y por eso son venerados como héroes. Soñaron con la igualdad y la verdad en un mundo nuevo y procuraron cambiarlo. Y esto es también una semilla para el presente".
Por su parte, el director Park destacó el papel desempeñado por el P. Kim en el encuentro entre Corea y el mundo: "No conocía la era moderna", dijo, "pero hizo un enorme esfuerzo para abrir un camino hacia ella por amor al pueblo coreano".
Los mártires de Corea
Hubo una primera persecución en Corea en 1785, que se alargó durante décadas, ejecutando en 1801 al único sacerdote de esa primera época.
En 1802, el rey Sunjo emitió un edicto de Estado que ordenaba el exterminio de los cristianos como única solución para sofocar el germen de lo que su gobierno consideraba "locura".
Los católicos coreanos, desde la clandestinidad, pedían al obispo católico en Pekín, y a veces al Papa, que enviara sacerdotes... La Iglesia lo intentó en 1837, enviando un obispo y dos sacerdotes clandestinos en 1837: fueron detectados y ejecutados dos años después.
Andrés Kim consiguió traer otro obispo y otro sacerdote, y a partir de ese momento, la presencia de una jerarquía católica en Corea, aunque clandestina, se mantuvo. Hubo más persecuciones graves en 1866. Finalmente, en 1882, el gobierno decretó la libertad religiosa.
Los historiadores calculan que las distintas persecuciones del siglo XIX martirizaron a unos 10.000 católicos coreanos, hombres y mujeres. De ellos, 103 fueron beatificados en dos grupos separados en 1925 y 1968 y luego canonizados juntos el 6 de mayo de 1984 en Seúl por San Juan Pablo II.
Sólo diez de estos beatos y santos son extranjeros, tres obispos y siete sacerdotes; los demás son todos coreanos, catequistas y fieles. Su conmemoración litúrgica es el 20 de septiembre. Sus restos descansan desde 1900 en la cripta de la catedral de Myeong-dong.
Otros 124 mártires fueron beatificados por el Papa Francisco el 16 de agosto de 2014, durante su viaje a Corea del Sur. Más de un millón de fieles asistieron ese día a la misa de Francisco en la puerta de Gwanghwamun, que siguió a una intensa visita del Papa al lugar de las ejecuciones: el santuario de Seo So-Mun, en las afueras de Seúl.