"Si fuéramos conscientes de lo que sucede durante la consagración, habría policías a las puertas de las iglesias para contener a las muchedumbres que se abalanzarían para entrar", estas palabras, de santa Teresa de Lisieux, resumen a la perfección la importancia que tiene la presencia real de Jesús para el siguiente protagonista.
Fernando López de Rego es abogado, ha trabajado durante muchos años para las instituciones europeas, y acaba de publicar Al comulgar. La Eucaristía en la vida cristiana, en la editorial Voz de Papel. Un libro que se antoja muy necesario, más si cabe, en una época en la que el relativismo moral y la banalización de lo sagrado se extienden por todas las capas de la sociedad.
Crear mayor conciencia
"Dos tercios de los católicos consideran que la Eucaristía solo es un símbolo", asegura el autor a Religión en Libertad. Por ello, cuando a Fernando le propusieron escribir este libro pensó que sería una buena idea hacerlo con cierta intención didáctica. La obra recoge en breves capítulos lo que gente corriente piensa sobre este sacramento, y se acompaña de una serie de textos divulgativos sobre la que es, sin duda, la acción más importante para un católico.
A través de 33 capítulos, de los que la mitad son testimonios y el resto son de información (como la importancia de la adoración eucarística o los milagros eucarísticos), el autor va tejiendo un mapa completísimo, que contribuye a crear una conciencia en el lector de lo que ocurre cada vez que un sacerdote pronuncia en el altar la fórmula de la consagración.
"La iglesia y la vida del cristiano se nutren de la Eucaristía. Cuando el sacerdote dice 'podéis ir en paz', nos está enviando, después de haber comido su cuerpo, a dar culto a Dios en la vida cotidiana", explica López de Rego. Para el autor, es importante no hacer de este sacramento algo rutinario, pero, considera, que tampoco es correcto caer en un excesivo purismo. "Todos nos sentimos indignos de que Él entre en nuestra casa, Jesucristo nos dijo que estaría con nosotros hasta el fin del mundo, y, para ello, su cuerpo y su sangre son fundamentales", comenta.
Beneficios insospechados
Uno de los capítulos más importantes del libro, el último concretamente, está reservado a la adoración eucarística. "Es muy importante comer a Jesús -de hecho hay un capítulo en el libro dedicado a la comunión desde el prisma de las ciencias sociales, sobre lo que significa comerse a alguien-, pero también debemos saber que se le puede adorar", señala Fernando.
En este sentido, el autor asegura que en los momentos de recogimiento con la forma expuesta se producen beneficios insospechados y no solo espirituales. "Hay congregaciones que se dedican a instalar capillas de adoración que utilizan argumentos estadísticos, de los beneficios que estas provocan en las ciudades en las que están. La adoración es algo que purifica el ambiente, es estar, simplemente, sin hacer nada - se aconseja no acudir a oraciones repetitivas-, en la presencia de Aquel que sabemos que nos ama", explica López de Rego.
Para el autor, la comunión ha cobrado mayor importancia, si cabe, a partir de la pandemia. "Mucha gente echó en falta poder comulgar aquellos meses, y ahora lo valora mucho más. El que puede, siempre preferirá ir a misa, antes que seguirla por televisión. El confinamiento también ha servido para valorar más la comunión espiritual que, a veces, alcanza una potencia extraordinaria, por el anhelo que siente aquel que quiere comulgar físicamente y no puede", comenta Fernando.
El testimonio de la pequeña Li
Un diplomático francés, una conversa cubana, el director de un centro que atiende a personas moribundas… Todos contestaron a una breve pregunta: ¿qué es para ti comulgar? En muchos casos, con respuestas realmente impresionantes. El lector que se acerque a las páginas de Al comulgar. La Eucaristía en la vida cristiana podrá conocer testimonios que le ayudarán a conocer mejor el sobrenatural efecto de este importante sacramento en la vida del cristiano.
En el libro de Rego se cuenta, entre otras, la impactante historia de una niña en la China de Mao. Cuando el Ejército Popular llegó al pueblo de la pequeña entró en la iglesia y profanó el sagrario. Esa misma noche, y en días sucesivos, Li volvió a escondidas al templo. Se arrodillaba ante cada forma consagrada y se la comía. Hasta que un día, al ser descubierta, es disparada, y antes de morir, arrastrándose, alcanzó la última forma, se la comió y murió.
"Cuando le preguntaron al carismático arzobispo Fulton Sheen cuál era la persona que más le había inspirado en su vida espiritual, respondió que ninguna conocida; que el mayor impacto lo recibió cuando supo de la pequeña Li y su conmovedor testimonio eucarístico", concluye Fernando López de Rego (Puede adquirir el libro pinchando en este enlace).