Hay una edad primeriza en la que los niños van a misa porque les llevan sus padres sin cuestionarse nada más: pueden portarse mejor o peor en el templo, pero no se plantearán por qué están en él. Y luego puede haber una edad rebelde en la que los padres tengan que recurrir en alguna ocasión a toda su autoridad (es decir, a la amenaza de un castigo) para que sus hijos cumplan con el precepto dominical...
Para prevenir esa situación y que ir a la iglesia juntos toda la familia se haga de forma natural y con convicción (sin perjuicio de la formación específica que puedan recibir en la parroquia, el colegio o el propio hogar), una buena idea es trabajar en casa tres aspectos de la vida en común: la oración, las Escrituras y las comidas familiares.
Buenas costumbres
Así lo sugiere Mikki Sciba, madre de tres hijos, quien trabaja en métodos de evangelización y catequesis para niños de hasta 12 años en la diócesis de Tyler (Texas). En su artículo Cosas que puedes hacer en casa para ayudar a tus hijos a comprender la misa, publicado en Catholic East Texas, hace mucha incidencia en lo que podríamos llamar 'preparación remota', es decir, una forma de vida en el hogar que prepare los espíritus para la misa, de forma que ésta no sea un elemento postizo o incomprensible.
En ese sentido, lo fundamental es "convertir la oración en el centro de tu vida familiar".
-Sacraliza tu hogar: invierte en arte religioso como parte de la decoración de tu casa; son objetos que atraen a nuestros sentidos y elevan a Dios nuestro corazón y nuestra mente.
-Ten un altar doméstico: basta un pequeño espacio que esté dedicado exclusivamente a la oración, ante el cual pueda juntarse la familia, ya sea a diario o en ocasiones especiales.
-Rezad juntos: vale cualquier rutina diaria adaptada a vuestro caso, ya sea un pequeño ofrecimiento de obras por la mañana, el rosario vespertino, una bendición al acostarse...
A continuación, Mikki recuerda el papel fundamental de las Sagradas Escrituras en la misa, no solo en la lectura de la Epístola y el Evangelio, sino en los pasajes, sobre todo de los Salmos y los libros sapienciales, que conforman las oraciones litúrgicas. Por tanto, "leer la Biblia en casa mejorará la comprensión que tengan tus hijos de quién es Dios, cómo actúa y la relación que mantiene con su pueblo. Empezarán a reconocer las lecturas de la misa porque antes tú les habrás introducido a la Palabra de Dios en casa".
Propone tres hábitos:
-Leed la Biblia en las comidas: bastan unos pocos minutos en aquellos almuerzos o cenas en los que pueda hacerse con mayor tranquilidad.
-Escuchad con frecuencia la Palabra de Dios: cada vez hay más recursos de audio (podcasts, audiolibros, programas de radio donde se lee la Biblia de forma sistemática) que son accesibles con dispositivos móviles y permiten hacerlo aprovechando los desplazamientos o las esperas.
-Leed por anticipado los pasajes de la misa dominical: ya decía Aristóteles que "la repetición frecuente produce una tendencia natural", así que ¿no sería maravilloso que los hijos desarrollasen una tendencia natural hacia las Escrituras?
Por último, hay una forma de introducirles inadvertidamente en la idea de la Eucaristía como Comunión: durante la liturgia, "ellos captan su significación de comida sagrada, de alimento espiritual, de comunión con el Señor". Y lo harán mejor si tienen la costumbre de ver también las comidas familiares como un momento "de conversación, de relación, de comunión", en el que aprender algo de la "etiqueta" que es imprescindible en la liturgia: "Mantenerse sentado en un lugar, escuchar, responder, la importancia del alimento"...
Por eso sugiere:
-Haced comidas familiares: siempre que sea posible, priorizar ese tiempo especial de estar juntos sobre cualquier otra actividad.
-Planificad alguna comida relajada: no es necesario que sean muy elaboradas, de forma que quien las prepara llegue agotado a la mesa; si es preciso, vale la pena simplificarlas pero alargar la conversación y la sobremesa.
El momento de la comida acostumbra a la familia a un momento de comunión y de respeto a las formas, como es también el de la misa. Foto: National Cancer Institute / Unsplash.
-Deja a un lado la tecnología: los dispositivos electrónicos, de la televisión a los móviles, distraen de las relaciones humanas; las comidas son el momento de desconectarlos para re-conectar con la familia.
Buena educación
Hay un aspecto más general de la educación infantil que también influye de forma directa en la comprensión de lo que es la misa. Lo explica Michael P. Foley, padre de seis hijos, católico aunque profesor de Patrística en la baptista Baylor University, de Waco (Texas), y autor, entre otros libros, de varios sobre historias de santos en relación a la bebida y de una Guía políticamente incorrecta del cristianismo. Por qué es verdad, por qué eso importa y por qué es bueno para ti.
En un artículo publicado en The New Liturgical Movement, Foley relaciona los principios básicos de la educación de los hijos con la propia naturaleza del sacrificio de la misa.
"Una forma de aproximarse a esta cuestión", dice, "es considerar las cuatro cosas más importantes que enseñamos a decir a nuestros hijos: 'Te quiero', 'Gracias', 'Por favor' y 'Perdón'. Estas cuatro expresiones, tan sencillas, no solo son aptas para encaminar tanto a jóvenes como a adultos por la vía de la felicidad humana, sino que también aportan una analogía útil de lo que sucede en cada sacrificio de la misa".
Si les transmitimos bien la importancia de esas cuatro expresiones, será mucho más fácil hacerles comprender en qué consiste ese acontecimiento que les hace levantarse los domingos más temprano de lo deseado.
-Acostúmbrales a decir "Te quiero": "Una persona capaz de decir 'Te quiero' y de sentirlo es apta para el compromiso, la devoción y la abnegación", y por tanto se prepara para el fin latréutico de la misa, que consiste en adorar a Dios.
-Acostúmbrales a decir "Por favor": "Una persona capaz de decir 'Por favor' y de sentirlo confiesa su dependencia respecto a una realidad exterior a sí misma" y se aleja del "egoísmo que la convertiría en alguien vil y miserable concentrado solo en sí mismo", y además les prepara para el fin impetratorio de la misa, que nos anima a pedirle a Dios lo que necesitamos.
-Acostúmbrales a decir "Perdón": "Una persona capaz de decir 'Perdón' (o, para ofensas menores, 'Lo siento') y de sentirlo ha dado ese salto adelante, difícil pero crucial, del desagradable conocimiento de sí mismo, reuniendo el coraje para reconocer sus faltas y tomar la determinación de corregirlas"; con ello se está preparando para el fin expiatorio de la misa, que consiste en obtener la remisión de las penas temporales que todavía se deben por los pecados perdonados gracias a la renovación incruenta del sacrificio del Calvario que lleva a cabo el sacerdote actuando in persona Christi [en la persona de Cristo].
-Acostúmbrales a decir "Gracias": "Una persona capaz de decir 'Gracias' y sentirlo reconoce que su propia existencia es un regalo inmerecido, y que está en deuda con un mundo que él no ha creado", y de esta forma se prepara para el fin eucarístico de la misa, adonde también acudimos para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos de Él.
Buenas actitudes
Pues bien, si con toda esta preparación educativa y esas sanas costumbres hogareñas bien interiorizadas llegamos al momento de ir a misa el domingo, ahora toca aplicar los seis consejos que daba San Juan Bosco para la ocasión:
-Sé puntual: estar unos minutos antes de que comience la misa abre al alma a gracias maravillosas.
-Santíguate con agua bendita: hazlo al entrar y salir del templo; hecho con devoción auténtica, es un sacramental que purifica de los pecados veniales.
-Haz una genuflexión al entrar o salir de tu asiento: es un acto de adoración a Dios Todopoderoso, presente en el sagrario, que puede ir acompañado de la jaculatoria ¡Señor mío y Dios mío!
-No hables si no es necesario: la misa es el momento de hablar a Jesús y dejar que hable, para eso has ido a visitarle.
-Presta atención al sermón: está concebido como un mensaje de Dios que lleva consigo un fruto para ti.
-No abandones el templo hasta que el sacerdote haya regresado a la sacristía: mientras tanto, da gracias a Dios por las gracias recibidas durante la misa.
Este variopinto código de buenas prácticas, extraído por sus autores del sentido común y de la teología elemental, hará más atractivo para padres e hijos ese momento de vida familiar y elevación espiritual con el que cumplimos el mandamiento de santificar las fiestas.