Mikel Azurmendi ha luchado siempre por lo que ha creído, pero tampoco ha tenido problemas en reconocer en lo que se había equivocado, lo que le ha llevado por distintas sendas. Este antropólogo vasco fue miembro del grupo terrorista ETA en sus primeros años de su existencia. Sin embargo, acabó siendo perseguido por la banda debido a su oposición al terrorismo y a la visión excluyente del separatismo. Y esto lo demostró en su activa participación y liderazgo en asociaciones cívicas como Basta Ya y el Foro de Ermua, nacidas contra el terrorismo etarra.
Algo parecido le ha ido pasando con la religión, donde el contacto con personas concretas le ha cambiado la visión y la perspectiva. Lo hace concretamente a través de Comunión y Liberación, el movimiento fundado en Italia en los años 60 del pasado siglo por el sacerdote Luigi Giussani.
Una investigación sobre Comunión y Liberación
En EncuentroMadrid, la cita que cada año organiza Comunión y Liberación en Madrid, Azurmendi presentó su libro El abrazo. Hacia una cultura del encuentro, en el que recoge los frutos de la investigación que durante dos años ha realizado precisamente a esta realidad eclesial con una mirada abierta pero a la vez basada en los métodos de la sociología y la antropología.
“Una voz, una mirada y un chófer”, así ha resumido este profesor los tres primeros contactos que tuvo con Comunión y Liberación. La voz era la de un periodista radiofónico al que se aficionó durante una estancia en el hospital; la mirada era la de un sacerdote que le visitó en su casa de San Sebastián para departir con él sobre filosofía, y el chófer era en realidad un ingeniero que estaba dando su tiempo como voluntario en EncuentroMadrid y tuvo que llevarle a este evento, donde tenía que pronunciar una ponencia. Los tres eran miembros de CL.
El autor describió con detalle cada uno de estos tres encuentros y la honda impresión que le provocó cada uno de ellos. En concreto, sobre la visita del sacerdote ha dicho: “Siento una mirada alucinante que entra en mí y se queda en mí. Fue mucho más que un enamoramiento. Era como si me perdonara. Yo veía que era una mirada que me estimaba. Me sentí como nuevo”.
Mikel Azurmendi parece tener muchas vidas en el espacio de una sola: ingresó muy joven en el seminario que pronto abandonó, formó parte de la banda ETA en sus primeros momentos, organización que abandono por su desacuerdo con los métodos violentos, vivió años de durísimo trabajo en Alemania, un exilio en EEUU, convivió con inmigrantes en El Ejido, fundó con otros intelectuales y periodistas la plataforma Basta Ya, que aglutinó el rechazo social a la violencia etarra. Muchos tramos de un recorrido marcado por la búsqueda de respuestas.
"Rostro de resucitados"
Con toda esa mochila a sus espaldas llegó hace dos años a EncuentroMadrid y quedó impactado por lo que allí vio: una comunidad de familias, de jóvenes, adultos, trabajadores de todo tipo que vivían “una vida única” y tenían “rostro de resucitados”, como formuló algún tiempo después. Se dio entonces cuenta de que estaba ante una realidad humana y social, “antropológica”, diferente y digna de estudio. “La tribu” fue el nombre con el que empezó a referirse a ellos a partir de entonces.
Abandonó el proyecto que tenía entre manos por aquel entonces y decidió dedicarse a estudiar a fondo esa comunidad humana que había conocido. Después de dos años de trabajo de campo, Azurmendi llegó a la conclusión de que había dos palancas que movían este “estilo de vida (ethos)”, que se podían enunciar como dos principios: ‘la vida es para darla’ y ‘el otro es un bien’. Más tarde descubrió que “la gasolina que movía esos dos motores era Jesús, Dios hecho hombre, muerto y resucitado”.
El arte de vivir
En esta comunidad, dice el profesor vasco en su libro, “cada vida individual se muestra como una obra del arte del vivir”. Explicando esta frase a un auditorio compuesto en gran parte por miembros de CL, el autor ha observado: “Cada uno de vosotros trabaja su propia vida y trata de calcarla a la de Jesús de Nazaret”.
En estos dos años, Azurmendi ha tenido oportunidad de conocer colegios que han nacido de personas implicadas en la tarea educativa que viven la experiencia de CL. De los profesores que ha conocido ha valorado que no solo enseñan, sino que educan y acompañan.
Atreverse a ser libres
Otra dimensión a la que el profesor de Antropología dedica un capítulo de su libro es la caridad y en él refleja su experiencia al haber conocido varias iniciativas como la de la Asociación Bocatas, que lleva comida caliente a los toxicómanos que acuden a comprar droga a la Cañada Real, en Madrid. En este punto ha definido la acción caritativa como “un vaciarse de todo lo que llevas dentro, de la arrogancia, del orgullo, para mirar lo que hay delante” y ha percibido cómo la caridad genera en quien la practica una “identidad nueva”.
Por último, Azurmendi se ha referido a su mujer, Irene, de la que ha dicho que le ha acompañado “de la mano” en todo este recorrido. Asimismo ha sugerido que este libro le ha granjeado no pocas incomprensiones, pero él se ha sentido muy libre escribiéndolo: “Yo diría que con la libertad se puede arriesgar la vida; hay que atreverse a ser libres”, ha concluido.