Este viernes se estrena en España Vida Oculta, la hermosísima película de Terrence Malick inspirada en el testimonio y los días finales del beato Franz Jägerstätter, ejecutado por los nazis en 1943. Su sentencia de muerte dice: "no obedeció la orden [de servir como soldado] porque rechaza el nacionalsocialismo", "declaró que por sus ideas religiosas rechazaba hacer el servicio militar con armas".
De 1941 a 1943 Franz escribió numerosas cartas a su esposa, cuyos textos se usan con profusión en el filme. En el libro de 2007 de su biógrafa Erna Putz ocupan unas 120 páginas. Sabemos bien lo que pensaba y expresaba este campesino. El verdadero Franz Jägerstätter era un hombre expresivo, vehemente, que hablaba fuerte y claro. Después de una juventud con años de increencia y vida mundana lejos de su hogar, Franz descubrió la fe y después la alimentó más con la de su esposa, Fani, que era también una mujer devota. August Diehl hace un magnífico trabajo como protagonista, y también Valerie Pachner representando a su esposa Fani.
Pero si bien el verdadero Franz era expresivo y algo alborotador, el cineasta Malick es un hombre contemplativo, que ama los silencios, las miradas, el viento sobre la hierba, las puestas de sol y amaneceres, las risas cómplices, el hablarse con los ojos... así que llena de eso su película y convierte a Jägerstätter en un hombre de silencio, meditabundo. De lo que no hay duda es de que la espiritualidad de Franz se sentía a gusto en la naturaleza y lo festivo: en 1941 se hizo laico franciscano.
Como millones de campesinos han hecho durante siglos, la esposa y cuñada de Franz rezan el ángelus en los campos, mientras él está preso
El mártir siempre es otro Cristo
Jägerstätter, como mártir, es otro Cristo, una víctima arrojada ante el poder, y como Cristo llega un momento en que, viendo su juicio amañado y manejado por el sistema nazi, sabe que no hay ya mucho que decir. Tampoco Cristo respondió a las burlas de Herodes. Pero del Jägerstätter real sabemos que era hombre de palabras firmes y contundentes.
Su proceso nos recuerda al de la otra gran película de un mártir casado y con familia, Santo Tomás Moro en Un Hombre para la Eternidad. Pero Tomás era abogado, hombre de palabras, y su película se basó en una obra de teatro con mucho texto. Aquí, en cambio, Malick se centra una y otra vez, como hace en todas sus películas, en la imagen y la naturaleza, buscando destellos de hermosura natural incluso en los cuarteles militares, con sus hierbajos, o en la luz del sol en la prisión.
A la izquierda, el verdadero beato Franz; a la derecha, el actor, August Diehl
Habrá quien haya visto El árbol de la vida y se asuste pensando en los montajes rompecabeza y las simbologías imposibles que han hecho famoso a Malick. Que no cunda el pánico. Aquí el veterano cineasta se muestra comedido en su montaje: la trama es sólo una y directa, con su planteamiento, nudo y desenlace. La belleza, mucha, contundente, está en la fotografía, el ritmo y la relación entre los personajes, los hermosos sentimientos entre Franz y su esposa Fani, y el resto de su familia.
El Triunfo de la Voluntad... pero Dios es más grande
La película empieza con imágenes en blanco y negro de El Triunfo de la Voluntad, de Leni Riefenstahl, la documentalista de Hitler. Masas enfervorizadas y el avión que llega de lo alto, ese Hitler que parece descender del cielo como un semidiós, de un cielo falso y domado. Pero después, como constraste, las montañas a color, la obra del verdadero Dios, la obra grandiosa de un Dios grandioso y verdadero. En ellas vive Franz, campesino, con su esposa, su anciana madre y sus hijas.
En la película, la vida del pueblo, con sus procesiones, parece seguir ajena al dolor de Franz y su familia..
Las escenas de montaña son ambivalentes. Por un lado, dan la sensación de amplia libertad, pero, por otro lado, implican algo de encajonamiento: en cuanto uno se sale del camino empieza a caer por la ladera. ¡Es tan fácil dejarse llevar, bien ladera abajo, bien por la comodidad del caminito marcado por los hombres! La solución está en la granja, en el hogar, el refugio para un hombre, a su medida. La película rinde homenaje a los grandes pintores paisajistas y costumbristas: vemos cada grano de cada espiga en la cosecha.
El mártir se enfrentará a la ideología desde lo concreto. La verdad es que el nazismo, pese a sus aparentes triunfos iniciales, no aparece nunca en la película como atractivo y seductor. Con todo, hay personajes del pueblo encandilados por el Führer, y su presión, la de los vecinos, es la que más dolerá al personaje.
Los hechos históricos: una región resistente a Hitler
En la película, la Iglesia no aparece como una resistente al régimen. Un pintor de imágenes sagradas dice a Franz, que es sacristán de la parroquia: "ayudo a la gente a mirar desde los bancos y soñar; miran y se imaginan: ¿qué habrían hecho ellos si hubieran vivido en el tiempo de Cristo?"
Es, por supuesto, la gran pregunta, una y otra vez, de la Pascua: ¿optaremos por el inocente, injustamente acusado, o por el poder y la mentira, para estar más tranquilos y seguros?
Pero la película no recoge bien los hechos históricos de la época de Franz. En la película el pueblo parece encantado con el nazismo, pero sabemos que en la vida real nadie votó allí por el Partido Nazi en 1931 (últimas elecciones libres, antes de ser Austria anexionada por Hitler).
En el interesante libro de J.M. García Pelegrín Cristianos contra Hitler leemos además que el obispo de la zona, Johannes Maria Gföllner (obispo de Linz de 1915 a 1941), era firmemente antinazi, y en la hoja diocesana del 22 enero de 1933, teniendo ya los nazis el poder en la vecina Alemania, escribió: "El nacionalsocialismo padece internamente el delirio materialista de la raza, un nacionalismo anticristiano, una visión nacionalista de la religión, un pseudocristianismo; por ello, rechazamos su programa religioso. Todos los católicos convencidos han de rechazarlo y condenarlo".
En 1936 la hoja diocesana de Linz publicaría las críticas al nazismo de los obispos holandeses, y en 1937, un resumen detallado para leer en todos los púlpitos de la diócesis, de Mit Brenender Sorge, la encíclica anti nazi de Pío XI. Según García Pelegrín, en la diócesis de Linz, la del beato Franz, cuando los nazis se hicieron con el poder, fueron apresados 40 presbíteros, de los que once murieron en campos o prisiones nazis. De hecho, en la región de Franz, de 11 sacerdotes que ejercían en la zona, 8 fueron detenidos por los nazis. Ese es el contexto de resistencia en el que Franz se forjó y perseveró.
Bruno Heinz, que murió poco después de la película, interpreta a un juez que interroga a Franz: "¿Me juzga usted?", plantea el juez; Franz dice que no... pero no hace falta: su mero ejemplo deja en evidencia al sistema capaz de matar a un hombre bueno y pacífico
La película no recoge estos datos de la oposición eclesial al régimen. Se centra en otro enfoque: el hombre firme frente a la presión de la masa, de los vecinos, de la gente "repetable". Firme incluso ante la presión de la familia. Una y otra vez le decían: "piensa en tu mujer, e hijas, y en tu madre anciana, ¡cede!" La anciana, de hecho, llega a regañar a la esposa: ¡ella es culpable de que Franz sea tan religioso!
Pero él escribió en su última cárcel desde la prisión, pocas horas antes de ser ejecutado: "Si debo escribir con mis manos en cadenas es mejor que si mi voluntad estuviera encadenada. Ni la prisión, ni las cadenas ni la sentencia de muerte puede robar a un hombre su fe ni su libre albedrío. Dios da tanta fuerza que es posible sobrellevar todo sufrimiento. La gente se preocupa de las obligaciones de conciencia que conciernen a mi esposa e hijas. Pero no puedo creer que sólo por tener esposa e hijos un hombre sea libre de ofender a Dios".
Así, la familia, el amor, la esposa y las hijas, como la naturaleza, son fuente de belleza y consuelo y fuerza para el mártir, pero a partir de cierto momento ya sólo puede serlo Dios.
Otro detalle algo confuso es que en la historia real, Franz no se oponía a servir como paramédico o camillero, llevando enfermos o heridos(aunque sí a hacer un juramento de fidelidad a Hitler). En la película en un par de ocasiones parece que se niegue también a servir como paramédico.
La fealdad y banalidad del mal
La película no se regodea en la tortura o el sufrimiento, pero deja clara la fealdad mediocre de la prisión, e incluso la banal formalidad de los tribunales. Dios, que viste a los lirios del campo, es siempre más grande.
Como saben los espectadores de El árbol de la vida, a Malick no le asusta nada hablar del Cielo. También aquí lo hace, con el símbolo de la motocicleta que hace recorrer a Franz kilómetros de hermosos paisajes siempre hacia arriba, más arriba, hacia la luz. Es, al final, una película muy luminosa, que muestra la luz divina detrás de la mediocridad de los hombres.
El testimonio de fe militante y rebelde de Franz Jägerstätter se mantuvo casi oculto durante años, hasta que el sociólogo Gordon Zahn publicó su biografía en los años 60. Fue, como dice el título, una Vida Oculta. La Iglesia lo beatificó como mártir en 2007. En la homilía de la beatificación en la catedral de Linz (aquí en español), el cardenal Saraiva Martins proclamó: "En un tiempo como el nuestro, en el que no faltan los condicionamientos e incluso la manipulación de las conciencias y las inteligencias, a veces a través de formas engañosas que se sirven de las tecnologías modernas más avanzadas, el testimonio del beato Franz es un ejemplo importantísimo de inquebrantable valentía y de firme y fuerte coherencia".
Conozca la historia verdadera y los impresionantes textos del beato Franz Jägerstätter, aquí en Cristianos contra Hitler