No es un caso común. Ramón Rosal Cortés es un intelectual predominantemente de izquierda moderada y muy implicado en movimientos sociales a lo largo de su vida -sobre todo durante la Transición-. Además de pionero de la Psicología Humanista en España y fundador en 1979, junto a Ana Gimeno-Bayón, del Instituto Erich Fromm de Psicoterapia Integradora Humanista de Barcelona, y presbítero en la Ciudad Condal.

Ahora, con la atalaya de sus 90 años levanta la voz para protestar por la “versión distorsionada de hechos históricos” que ofrecen a diario los medios de comunicación.

Hace años que tomó la determinación de escribir cartas a los periódicos o televisiones cuando percibía que “transmitían una verdad a medias, es decir, una mentira”. Pero sus cartas nunca se publicaban. Había silencio total.

Hasta que un día decidió hacer algo para frenar esa cascada de fake news: “He escrito 7 Memorias históricas silenciadas o distorsionadas motivado por el cumplimiento de una obligación moral. Al constatar el total desconocimiento de los hechos sobre los que nos informamos por la mayoría de los ciudadanos, empezando por mí, me sentía culpable -por omisión- respecto a mi deber de contribuir a la justicia de que sean recordados y valorados acontecimientos importantes de nuestro pasado histórico”.

Prevé que en su entorno político puede caer mal este texto: “El hecho de que 7 Memorias históricas silenciadas o distorsionadas moleste a algunas personas de la izquierda -sobre todo a la menos moderada- quiere decir que mi mayor compromiso no es con una u otra tendencia, sino con la Verdad con mayúscula”. Y tampoco le importa el peligro de que le endilguen el calificativo de fascista: “Ahora fascista significa que no me gusta lo que dice”.

A pesar del riesgo de que le cancelen, dice que “le compensa dar a conocer estos hechos silenciados o distorsionados por la denominada memoria histórica. De no darlos a conocer me sentiría culpable de un pecado de omisión contra la justicia social y el deber de informar, como ya he dicho. Y esa culpabilidad sí que no me compensa. Ni me compensa una aceptación social ganada o conservada a base de cercenar una parte importante de mis convicciones”.

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-¿Por qué un hombre políticamente situado en la izquierda moderada, abanderado del diálogo y de la escucha del que piensa distinto, con mentalidad abierta, escribe un libro como éste que podría ser calificado de fascista?

-Cuando me decidí a escribir este libro, no pensé en absoluto en cómo lo iban a calificar unos u otros. El hecho de enfrascarme en esta aventura no tiene que ver con etiquetas, sino con mi experiencia personal. Siempre he sido una apasionado de la Historia y, con gran sorpresa por mi parte y ya con muchos años, descubrí unos cuantos libros que me dejaron perplejo acerca de mi desconocimiento, y del de la mayoría de adultos (ni digamos los jóvenes) acerca de hechos relevantes del pasado que habían sido ocultados, dando lugar a una versión distorsionada de los mismos. Por citar algunos libros y áreas, mencionaré a Dumont en relación con la colonización, a Courtois en lo que se refiere al marxismo, y a Moa, Payne y Barraycoa en lo que hace referencia a los antecedentes de la guerra civil en España, por poner algunos ejemplos.

»A partir de ahí, cuando en los medios de comunicación veía un reportaje televisivo o leía un artículo que ignoraba esos hechos y transmitía una verdad a medias, es decir, una mentira, alimentando una versión maniquea de buenos y malos, escribía, algunas veces, a la sección de Cartas al Director de los distintos periódicos, o a la cadena de televisión correspondiente, dando razón de estos hechos. Ni una sola de esas cartas se publicó. No “quedaba bien”, “no era políticamente correcto” sacar a relucir realidades que hacían rechinar las versiones amañadas que estamos recibiendo.

»En vista de eso, pensé que podía dedicarme a contarlas en mi pequeño círculo -cosa que hacía- o ir un poco más allá y recoger mis descubrimientos en un libro que pudiera ser asequible a un público más amplio y que no tuviera que esperar tantos años como yo mismo a conocer determinados aspectos de la historia.

»Y sí, soy predominantemente una persona de la izquierda moderada, y el hecho de que mi libro moleste a algunas personas de la izquierda -sobre todo a la menos moderada- quiere decir que mi mayor compromiso no es con una u otra tendencia, sino con la Verdad con mayúscula. Eliminar la mitad de la misma para apoyar mi elección política es escamotear la validez que esa elección tiene en sí misma, que dejará de tenerla si es fruto de mantener un armario bien cerrado repleto de cadáveres.

»Es también cierto que soy un abanderado del diálogo y de la escucha del que piensa distinto, y eso creo que lo llevo en mi ADN. He tenido la suerte de nacer y crecer en una familia plural, con personas de diferentes creencias religiosas -católicas, ateas, agnósticas- y políticas -de derechas y de izquierdas- y de mezcla de culturas, colombiana antioqueña por parte de madre y española catalana por parte de padre. Y la desgracia de contar en ella con un asesinado por los anarquistas de Companys (mi padre) y un fusilado recién acabada la guerra tras la denuncia de poseer el carnet del PSOE (un tío muy querido). Gracias a ello he conocido el valor de vivir en el respeto al distinto, y la armonía que generan ese respeto y esa escucha.

»Por otro lado, el calificar de “fascista” a quien piensa distinto es una moda que creó el líder socialista prosoviético Largo Caballero, que calificaba de “fascista” a todo político que se distanciase de su proyecto revolucionario, incluyendo a sus propios compañeros socialistas. Moda que es un hermoso ejemplo de intolerancia, que este líder practicó toda su vida como muestra de su profundo desprecio a la democracia.

»Quienes deseen calificar así este libro (supongo que por los datos que aporto de nuestra historia reciente), harían bien en aportar datos que desmientan los que yo aporto y en molestarse en utilizar razonamientos en lugar de calificativos inadecuados. A fuerza de utilizar ese calificativo de “fascista” para denigrar al otro sin ofrecer explicaciones, ahora “fascista” significa “que no me gusta lo que dice”. Por cierto: totalitarios (como el mismo Companys) los ha habido de todos los colores: fascistas, nazis, leninistas, bakuninistas, jacobinos, marxistas, maoístas… Al menos podrían ampliar la gama de calificativos para tachar a una persona de totalitaria o dictatorial, y no quedarse siempre en el mismo.

»Pero si el totalitarismo es buscar la verdad total, completa y sin recortes, pues sí, soy totalitario. Cierto es que en la época anterior franquista la verdad oficial ocultaba parte de la misma. Pero eso no se remedia con taparla y enseñar solo la otra parte. Las personas, los ciudadanos, tienen derecho a no ser engañados ni por unos ni por otros. Tienen derecho a juzgar por sí mismos, con los datos reales, sin tapujos, y tomar sus opciones ideológicas, políticas, religiosas, etc. que consideren conveniente, sin necesidad de unos “papás” sobreprotectores que les oculten ciertos secretos de familia para que piensen “como tienen que pensar” (o sea, como quieren esos “papás”). Si se eluden aspectos básicos del proceso que nos llevó a la guerra civil, se puede difundir la visión esperpéntica de que un día, un militar sin importancia, se despertó y dijo: “¡Mira!, hoy voy a dar un golpe de Estado y empezar una guerra civil”. Y rápidamente, media España le siguió.

»En cuanto a otros temas que toco en el libro, como en lo que se refiere a Pío XII, ya no se trata de ocultar parte de la verdad, sino directamente de desmontar lo que hoy se llamaría “una fake news que se ha hecho viral”, y que antes se llamaba “un bulo que corrió como la pólvora".

»En algunos casos, como en lo que hace a la leyenda negra sobre la colonización, la información que nos ha llegado tiene un carácter más insidioso de sinécdoque maligna: se toma la parte negativa (más bien pequeña, en relación con el conjunto) de la colonización y se la convierte en el todo. Y así con otros temas que toco.

»De modo que he escrito este libro motivado por el cumplimiento de una obligación moral. Al constatar el total desconocimiento de los hechos sobre los que informo por la mayoría de los ciudadanos, empezando por mí, me sentía culpable -por omisión- respecto a mi deber de contribuir a la justicia de que sean recordados y valorados acontecimientos importantes de nuestro pasado histórico. Información tanto sobre los autores de acontecimientos causantes de injusticias, como especialmente de quienes contribuyeron con aportaciones beneficiosas para el bien común.

-Ramón, ya con 90 años cumplidos, y una vida de entrega a los demás, pionero de la Psicología Humanista en España y fundador junto a Ana Gimeno-Bayón del Instituto Erich Fromm de Psicoterapia Integradora Humanista de Barcelona, ¿le compensa meterse en estos debates históricos en el que las reacciones suelen ser muchas veces exaltadas y de corte descalificadora, y con posibilidad de que le cancelen de la plaza pública?

-Ciertamente, sé que no necesariamente voy a salir bien parado en algunos entornos. Erich Fromm hablaba de “la franja de tolerancia social”, haciendo referencia a que cada colectivo humano puede soportar una pequeña ración de pensamiento independiente, que se salga de lo políticamente correcto. Si se sale de esos límites de esa franja lo va a castigar en forma sutil, o no tan sutil. La sociedad permite un poquito de inconformismo, pero no mucho: no tanto que ponga en cuestión su comodidad de todo tipo, incluida la comodidad intelectual de pensar de igual forma que los demás.

»Pero sé por propia experiencia que conformarse con estar dentro de esa franja, a la vez que cómodo y prudente, y gozar de las simpatías generales, impide la propia creatividad y el aportar a la sociedad lo que cada uno tiene de específico, con lo que puede enriquecerla y contribuir a su humanización.

»Por eso a mí, dada mi manera de pensar, a pesar de estas posibles consecuencias, me compensa dar a conocer estos hechos silenciados o distorsionados por la denominada “memoria histórica”. De no darlos a conocer me sentiría culpable de un pecado de omisión contra la justicia social y el deber de informar, como ya he dicho. Y esa culpabilidad sí que no me compensa. Ni me compensa una aceptación social ganada o conservada a base de cercenar una parte importante de mis convicciones.

-Hay cada vez más historiadores latinoamericanos, como por ejemplo Marcelo Gullo con las tesis de sus dos últimos libros: “Madre Patria” y “Nada de lo que pedir perdón”, que sostienen que España no conquistó a América, sino que la liberó del sometimiento criminal que ejercían los aztecas sobre los demás pueblos. ¿Cree que fue positivo para los indios que España descubriera América?

-Para mí fue causa de profunda alegría la información que tuve ocasión de obtener -cuando tenía ya cerca de 70 años- sobre la aportación de historiadores que habían superado su anterior interpretación a causa de la “leyenda negra” y demostraban con hechos -tras su investigación en el Archivo de Indias de Sevilla- las valiosas y excepcionales (en la historia de los Imperios) aportaciones de la colonización española en América. Entre estos historiadores quiero destacar las publicaciones de Dumont, al que ya nombré antes, de Dussel y de Messori.

»A través de ellos pude informarme de que los beneficios excepcionales para los indios, gracias a la colonización española, fueron, por ejemplo:

• Liberarles de su condición de esclavos, o de los caciques aztecas de México, o de los incas de Perú. Eran pueblos indígenas cuyas tierras habían sido invadidas por dichos aztecas o incas, y que cada año vivían la tragedia de miles de jóvenes torturados y sacrificados a los dioses.

• Las denominadas “encomiendas” -cuyo dirigente tenía que ser alguien reconocido por su bondad- tenían como finalidad proteger a esos indios ex esclavos. Y en el caso de las “reducciones” (de los jesuitas) se encontraban con centros de formación profesional. Aprendían oficios y estrenaban vivir en casas, en poblaciones con calles y plazas, en vez de residir amontonados en cuevas, junto animales, sin espacios para la higiene, etc.

• Los misioneros y gobernantes españoles tenían la obligación de aprender un par de lenguas indígenas. Y en la Universidad de Lima se creó la Facultad de lenguas indígenas, y el proyecto de crear gramáticas de esas lenguas para que pudiesen subsistir en el futuro.

»He podido recoger información y publicar sobre los logros de la colonización española en beneficio de los indios, respecto a los siguientes derechos humanos:

• protección de los indios en su derecho a la vida y la seguridad;

• protección de los indios en su derecho a sus propiedades y bienes;

• protección de los indios en sus derechos respecto a sus propias lengua y cultura;

• protección de los indios en su derecho a la libertad de religión;

• protección de los indios en su derecho a la educación;

• protección de los indios para promocionar su capacidad laboral;

• protección de los indios respecto a su derecho a la salud;

• protección de los indios respecto a su derecho a tiempos de ocio.

»De hecho, los logros de una legislación laborar ejemplar -las leyes llamadas de Valladolid, de 1523- supuso un adelanto de tres siglos respecto a la legislación laboral europea. Los hubiesen deseado los proletarios de los tiempos de Marx.

-Al Papa Pío XII se le acusa de pasividad ante los crímenes nazis. Con la documentación que va apareciendo en los últimos años, ¿se pueden sostener estas afirmaciones?

-Curiosamente, esas afirmaciones se basan en un relato de ficción, una obra teatral, creada para desacreditar a Pío XII, pero que tuvo más credibilidad y difusión que todos los testimonios históricos y documentos que mostraban justo lo contrario. Por suerte ahora está saliendo a la luz parte de la documentación que había permanecido guardada en secreto y que desmontan esa absurda tesis.

»Pienso que quienes tienen más autoridad para reconocer la generosidad de Pío XII, y de otros muchos miembros de la Iglesia católica en sus actuaciones protectoras de los judíos -principalmente en Italia y en Alemania, sin olvidar a los restantes países europeos que cayeron bajo el dominio de la invasión nazi– son los testigos directos y los que se beneficiaron de haber salvado sus vidas del holocausto.

»De los abundantes testimonios recogidos por Antonio Gaspari (Los judíos, Pío XII y la leyenda negra, 1998), tras decenas de entrevistas con los protagonistas de esas actuaciones -tanto con los salvados de la muerte como con los salvadores, y con la información de los archivos del Vaticano analizada por Pierre Blet- me limito aquí a citar unos pocos.

• El rabino jefe de Roma, Elio Toaff, en ocasión de la muerte de Pío XII, declaró: “Más que ninguna otra persona, hemos tenido ocasión de experimentar la gran bondad y magnanimidad del Papa durante los infelices años de la persecución y del terror, cuando parecía que para nosotros no habría ninguna salvación. La comunidad israelí de Roma, donde siempre ha sido muy vivo el sentimiento de gratitud por lo que la Santa Sede ha hecho a favor de los judíos romanos, nos autoriza a referir de manera explícita la convicción de que cuanto hizo el clero, los institutos religiosos y las asociaciones católicas para proteger a los perseguidos, no puede haber tenido lugar sino con la expresa aprobación de Pío XII” (L’Osservatore Romano Della Domenica [monográfico], 28, junio, 1974).

• En el Museo de la Liberación de Roma hay una placa en la pared, en la que consta esta declaración: “El congreso de los delegados de las comunidades israelitas italianas, celebrado en Roma por primera vez después de la liberación, siente el imperioso deber de dirigir un homenaje reverente a Vuestra Santidad, y expresar un profundo sentimiento de gratitud que anima a todos los judíos por las pruebas de fraternidad humana suministradas por la Iglesia durante los años de las persecuciones y cuando su vida fue puesta en peligro por la barbarie nazi. En muchas ocasiones hubo sacerdotes que acabaron en la cárcel o en los campos de concentración, inmolaron su vida por asistir a los judíos en todo lo posible”.

Joseph M. Proskaner, presidente del Comité Judío Americano (American Jewish Commitee) declaró por escrito lo siguiente: “La intervención de Su Santidad, de las nunciaturas apostólicas y de los prelados católicos en el mundo entero han sido, sin duda alguna, prueba de una gran responsabilidad. Estas actividades benéficas avalan, en tiempos de barbarie moderna, la noble tradición humanitaria de la Iglesia católica. Todo ello ha inspirado al pueblo judío un profundo y duradero sentimiento de gratitud”.

• La Junta Nacional Judía de Asistencia Social (Nacional Jewish Welfare Board) se dirigió por escrito a Pío XII: “Puesto que la libertad ha vuelto a Europa, nuestros soldados nos han contado la ayuda y protección que el Vaticano, los sacerdotes y las instituciones de la Iglesia han dado a los judíos italianos durante la ocupación nazi del país. Estamos profundamente conmovidos por estas escalofriantes historias de amor cristiano. Sabemos bien que por esta actividad de ayuda a los judíos muchos han arriesgado la vida y otros han muerto a manos de la Gestapo. Desde lo profundo del corazón enviamos al Santo Padre nuestra gratitud infinita por esta noble expresión de hermandad religiosa y de amor”.

• El senador Abraham Jacob Isaia Levi, que pudo salvar su vida gracias a la protección de las Hermanas de María Niña, en cuya casa permaneció escondido durante toda la ocupación nazi, al acabar la guerra solicitó el bautismo para integrarse en la Iglesia, a la que dejó parte de sus bienes en agradecimiento.

• El rabino jefe de la comunidad judía de Roma, Israel Zolli, pudo salvar su vida gracias a que “fue acogido por dos jóvenes esposos cristianos, de condición obrera, que habían perdido a sus padres, y lo asistieron como a un padre hasta la liberación de Roma”. Acabada la guerra organizó la celebración de una ceremonia solemne, en la sinagoga, para expresar el agradecimiento del pueblo judío al Papa, por abrirles conventos y monasterios donde ocultarse de los nazis. Se convirtió al catolicismo, cosa que, naturalmente, produjo un profundo malestar y escándalo en el judaísmo mundial. Cambió, en ocasión del bautismo, su nombre Israele por el de Eugenio, como muestra de agradecimiento a Pío XII, cuyo nombre de pila era Eugenio Pacelli.

Israel Zolli (1881-1956), gran rabino de Roma durante la guerra, se convirtió a su término y se bautizó como Eugenio en homenaje de gratitud a Pío XII por su ayuda a los judíos perseguidos.

• Una declaración pública de agradecimiento que tuvo gran resonancia fue la que presentó Albert Einstein en el Time Magazine: “Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas. Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad. Antes no había sentido ningún interés especial en la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral. Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente” (Time Magazine, 23 de diciembre de 1940, p. 40).

»Después de escuchar estos testimonios, que no son más que una muestra representativa, ¿tiene sentido que todavía circule el rumor -por el mero efecto sugestivo de una obra de teatro calumniosa y algunos libros, entre otras causas– de que Pío XII se desinteresó de las matanzas nazis a judíos y a otros?

»Personalmente he informado: sobre las denuncias de Pío XI y la jerarquía católica alemana desde el inicio del gobierno nazi; sobre por qué Pío XII no hizo una declaración pública solemne contra el nazismo, tras el desastroso efecto de la denuncia que hicieron el Holanda todos los párrocos; la concesión a muchos cristianos del título de Justos entre las Naciones.

-A la Iglesia católica se le acusa a menudo de preocuparse de los asuntos espirituales pero de estar ajena ante las injusticias sociales. ¿Estas acusaciones responden a la verdad histórica?

-Estas acusaciones suponen un pasmoso desconocimiento de la historia de la Iglesia.

»Ya me he referido ya a la importante contribución de las Leyes de Valladolid que implicaron un adelanto de tres siglos respecto a lo que ocurría en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Dichas leyes fueron consecuencia de la implicación de la Iglesia para que no se produjeran injusticias sociales con los indios (tales como los sacrificios humanos y el canibalismo, precedidos de sádicas torturas) y los principales promotores de las mismas fueron el dominico Bartolomé de las Casas y el sacerdote Ginés de Sepúlveda.

»Pero si nos fijamos en la contribución de los pioneros en Europa de la protección de los derechos humanos, resulta admirable la aportación de numerosos cristianos, en aquellos siglos en los que los Estados y sus gobiernos no había asumido la responsabilidad de ocuparse de los derechos a la educación, salud, bienestar social, etc. de los que no disfrutaban de los privilegios de la nobleza y de la clase social alta.

»Pioneros de la protección del derecho a la asistencia y a la integración social fueron, por ejemplo, Felipe Neri (1515-1595), Vicente de Paúl (1580-1660), Luisa de Marillac (1591-1660) y María Micaela del Santísimo Sacramento (1809-1865).

»Pioneros en la protección del derecho a la educación fueron, por ejemplo: José de Calasanz (1557-1648), Juan Bautista de Lasalle (1651-1719), Magdalena Sofía Barat (1779-1865), Marcelino Champagnat (1789-1840), Juan Bosco (1815-1888) y María Mazzarello (1837-1881).

»Pioneros en la protección el derecho a la salud fueron Catalina de Génova (1447-1510); Juan de Dios (1495-1550), Camilo de Lelis (1550-1614), Martín Porres (1579-1639) y José Benito Cottolengo (1786-1842).

»Solo por mencionar otros pioneros, recordaré a Teresa de Calcuta y su atención a los “pobres más pobres”.

»Y si nos centramos en los empresarios, políticos, profesores universitarios, escritores, que influyeron en la protección de los derechos de los trabajadores, después de los efectos de la Revolución Industrial, en un clima de liberalismo económico, nos encontramos con docenas de testimonios anteriores al Manifiesto Comunista de Karl Marx.

»Merece la pena citar unos párrafos de Folliet, tras la amplia información ofrecida en Van Gestel (La doctrina social de la Iglesia, 1959) sobre las valiosas contribuciones de cristianos, en su mayoría católicos, en vistas al logro de la justicia social: “Después de esta lectura, no queda casi nada de la leyenda masoquista, obra de no sé qué complejos de culpabilidad, según la cual los cristianos han brillado por su única ausencia en la vida social... [Esos complejos] proceden o bien de una ingenua ignorancia de los jóvenes intelectuales, que quieren que el mundo y la historia nazcan con ellos, o bien de la temible ceguera que determina, en presencia del fascismo y del bolcheviquismo, un raro sentimiento de inferioridad. En realidad, desde 1900 a 1940, encontramos cristianos en todas partes, a veces con una extraordinaria audacia -la “santa audacia” de que se alababa Marius Goñi– y muchas veces los primeros en todos los lugares donde se forjan el pensamiento y la acción social. Los vemos en el parlamento, en las sociedades intelectuales, en los despachos, en los talleres y en los almacenes, en los hospitales y en los asilos, en las chozas, en los barrios populosos y miserables, en el campo, siempre y por todas partes a la escucha, al acecho, a la obra, presentes y eficaces, casi siempre al avance. Los encontramos en las mutualidades, en las cooperativas, en los sindicatos, en el origen de la acción familiar -¡y en qué ingratas condiciones!–, en el servicio social, en el movimiento agrario. No vamos a cometer la injusticia presuntuosa de suponerlos solos; junto a ellos encontramos muy a menudo los representantes de distintas escuelas y tendencias socialistas. Pero suponerlos ausentes, eclipsar su presencia en beneficio del socialismo no dejaría de ser también una injusticia”. 

-Ramón, en su libro recoge una afirmación del historiador Hugh Thomas, que dice: “En ningún momento de la historia de Europa y quizás del mundo, se ha manifestado un odio tan apasionado contra la religión y sus obras”. ¿Por qué se ha producido este odio destructor que ha aniquilado a millones de cristianos en todo el mundo?

-Para poder responder a la pregunta que se me hace necesitaría mucho tiempo. España fue -solo después de la URSS- el país donde los católicos sufrieron las manifestaciones más violentas contra la religión y sus obras. Y respecto a sus templos, la violencia destructiva superó a la de ningún otro país. En Cataluña fueron incendiados -total o parcialmente- todos los templos menos dos (la catedral y la Sagrada Familia de Gaudí), los únicos que el gobierno de la Generalitat impidió que fueran destruidos por los anarquistas. Son ilustrativos los datos recogidos por Vicente Cárcel Ortí, pero con ser impresionantes los datos, lo son mucho más las opiniones de elementos muy destacados de los grupos responsables de la tragedia.

Andrés Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación Marxista, en un discurso pronunciado en Barcelona el 8 de agosto de 1936, no tuvo inconveniente alguno en declarar: “Había muchos problemas en España. El problema de la Iglesia. Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto”

José Díaz, secretario general de la sección española de la III Internacional, afirmaba en Valencia el 5 de marzo de 1937: “En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los Soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada

• A finales de agosto de 1936, un alto dirigente catalán, preguntado por una redactora de L’Oeuvre sobre la posibilidad de reanudar el culto católico, respondió: “¡Oh!, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas.”

• Y el periódico socialista-anarquista de Barcelona, Solidaridad Obrera, publicaba el 25 de mayo de 1937: “¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Que se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz. Tampoco creemos que haya muchos curas por este lado capaces de esta misión.”

»La lectura de estos textos nos descubre que los perseguidores estaban ufanos no sólo por la eliminación de los sacerdotes sino también por la destrucción de los templos.

»Aunque no se puede probar documentalmente que el gobierno de la República ordenara la persecución contra la Iglesia, sin embargo, no puede explicarse la crueldad y determinación con que fue llevada a cabo en tan pocos meses y en todo el territorio republicano, si no hubiesen existido consignas concretas de exterminio, que nada tenían que ver con la sublevación militar y los avances del Ejército en la zona llamada nacional. Varios hechos nos permiten afirmar que la consigna fue terminante, y los hechos posteriores lo demostraron.

»Lo que parece cierto es que Lenin y Stalin lograron influir, con su interpretación violenta de la teoría marxista de entender la religión como opio del pueblo, que el pueblo español, o un sector importante del mismo, acabasen convencidos de la verdad de esa teoría. Todavía hoy, una parte importante de la población española mantiene, consciente o inconscientemente, esa versión perversa sobre la Iglesia católica.

»Una vez más se cumplió también lo que Jesucristo había lamentado: “Los hijos de las tinieblas son más inteligentes en sus negocios que los hijos de la luz”. Hay que reconocer que los “hijos de la luz” hemos fracasado respecto a contribuir a que se conozcan las valiosas contribuciones del cristianismo a lo largo de la historia de la Iglesia, a pesar de sus errores y contradicciones respecto al Evangelio.

»Por otra parte, ha sido demasiado predominante una versión pueril de la fe cristiana. El católico universitario español, profesor de Universidad, está casi siempre incapacitado -por su total incultura teológica- para poder responder de forma inteligente y coherente a un colega agnóstico o ateo que le pida un día que le exponga con profundidad el contenido y la fundamentación de su fe cristiana. Este casi siempre la ha vivido solo por herencia familiar o por costumbre, hasta que -hallándose ya en un entorno con libertad religiosa y pluralismo de creencias e increencias- se ha dado cuenta, a veces, de que en realidad no había llegado a experimentar su auténtica conversión al cristianismo.

»A este tipo de fe inculta le resulta difícil resistir las críticas y acusaciones que se hacen al cristianismo en general y sobre todo a la Iglesia (que, con independencia de su santidad, alberga individuos humanos buenos, malos y mediocres, como todas las instituciones humanas).

-¿Hubo afán por destruir el cristianismo matando a todos los curas e incendiando templos en la España de 1936?

-Sobre esto ya he respondido en la pregunta anterior. Hubo, efectivamente -como he mostrado según la declaración de Andrés Nin- el proyecto de matar a todos los curas, e incendiar todos los templos. Ya he dicho que en Cataluña solo se salvaron dos.

»Un documento imparcial -por tratarse de un ministro del gobierno republicano- es el que ofreció el ministro Manuel de Irujo informando sobre los desmanes contra la religión y la Iglesia, que ya en los seis primeros meses de la guerra civil se produjeron, con el consentimiento del gobierno del Frente Popular, en los territorios bajo su control. Al tratarse en este caso de un político católico, debió de sentirse obligado en conciencia a rebelarse contra lo que su equipo de gobierno estaba consintiendo o, tal vez, fomentando.

»Este político, a diferencia de otros compañeros de Partido Nacionalista Vasco, se había pronunciado públicamente contra la rebelión militar, el 18 de julio de 1936. Entre septiembre de 1936 y agosto de 1938 fue ministro durante los gobiernos de Largo Caballero (socialista pro-soviético y partidario de una “dictadura del proletariado”) y Negrín (simpatizante de Stalin). De mayo a diciembre de 1937, Irujo se encargó del ministerio de Justicia.

Una de las imágenes más célebres de los sacrilegios y profanaciones durante la Guerra Civil española.

»Es comprensible que en el Memorándum que presentó el 9 de enero de 1937, publicase lo siguiente: “La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente: a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido. c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d) Los parques y organismos oficiales que recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales. e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo -los organismos oficiales que los han ocupado- en su edificación obras de carácter permanente… f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto ser relaciona o lo recuerde”.

»El cardenal arzobispo de Tarragona, que se hallaba refugiado en Italia y fue invitado por el gobierno republicano en 1938 para que regresara a su diócesis, dijo: “¿Cómo puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles continúan sacerdotes y religiosos muy celosos y también seglares detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse entrometido en lo más mínimo en partidos políticos, de conformidad a las normas que les habían dado? Los fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte del gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o protesta”.

»Con estas actuaciones, tanto por parte de los anarquistas como por parte de los bolcheviques, se estaban cumpliendo las directrices de Lenin y de Stalin. Y de forma especial, las del dirigente anarquista Mijail Bakunin.

»Hay que tener presente que, dentro del Frente Popular, el sector anarquista tuvo una presencia importante. Y en Cataluña, el Gobierno de la Generalitat, siendo presidente Luis Companys, tuvo que integrar a varios anarquistas como ministros.

»Para tomar conciencia de cuáles eran las actitudes de aquellos anarquistas es aconsejable tener presentes textos de Bakunin -el ruso creador del anarquismo internacional- y su colaborador Necháief, como los siguientes: “El revolucionario... sólo considera moral aquello que contribuya al triunfo de la revolución... Los sentimientos acomodaticios y enervantes de la familia, la amistad, el amor, la gratitud, el honor incluso, deben ser ahogados en su pecho por la fría pasión por la causa revolucionaria… Su único pensamiento debe ser… la destrucción despiadada. No podemos admitir más actividades que las que tienen por objetivo el exterminio... La revolución santifica todos los medios, por violentos que sean” (Bakunin y Necháief, textos de Los principios de la revolución y Catecismo revolucionario, citados por Moa).

»Los anarquistas de Cataluña -que en el gobierno de la Generalitat contaron con tres consellers nombrados por Lluís Companys- cometieron en seis meses (medio año) cerca de 9.000 asesinatos. Diez veces más que los que cometió ETA en cincuenta años. En principio, debían ser eliminados la totalidad de los clérigos. En su actuación violenta y destructiva estaban siendo fieles a las directrices señaladas de Bakunin y Necháief.

-¿Qué puede decir del testimonio de los mártires?

-Resulta sorprendente que, cada vez que se da a conocer la beatificación de un grupo de los mártires de la guerra civil, aparezcan artículos protestando de este hecho. La realidad es que se esperó a que pasasen un buen número de años, como una medida de prudencia, para distanciar estas beatificaciones de los años de la guerra civil. Ahora bien, considero un deber de justicia que no pasen al olvido, que no se silencien de la memoria histórica, estos crímenes.

»Veo justo y conveniente que periódicamente los españoles seamos informados -especialmente cuando se trata de jóvenes que desconocían este hecho- o se nos recuerde el admirable testimonio de los crímenes, muchas veces precedidos de torturas, de:

•12 obispos (un 20% del total existente);

• 4.184 sacerdotes (un 13%);

• 2.365 religiosos;

• 283 religiosas.

»Estas cifras se refieren a obispos y sacerdotes; las correspondientes a laicos serían incomparablemente mayores. Hasta el momento no se han podido calcular. Esos laicos fueron asesinados, y muchos de ellos martirizados, por su religiosidad o por proteger a sacerdotes o religiosos, como es el caso –por poner un ejemplo- del beato gitano Ceferino Giménez Malla, “El Pelé”.

»Asimismo veo también justo y conveniente que se recuerden los crímenes que tuvieron lugar en Rusia, y en otros países satélites de la URSS. 

»En Rusia, solo entre 1937 y 1938 arrestaron a 165.100 sacerdotes ortodoxos, de los cuales105.000 fueron fusilados. En 1937 Stalin decidió que había que asesinar a todos los sacerdotes que estuviesen en los campos de concentración (los lager), pues aunque allí los aislaban completamente del pueblo cristiano, su sola existencia como representantes oficiales de la fe cristiana estorbaba.

»Estos testimonios resultan admirables, ya que en la mayoría de los casos se hubiesen podido ahorrar los sufrimientos físicos por las torturas, y las muertes cruentas, si hubiesen aceptado renegar de su fe religiosa. Estas torturas y crímenes tuvieron lugar, además de en Rusia y en España, en los países satélites de la URSS, como Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Lituania y Albania (“La persecución en Albania representó tal vez el capítulo más paradójico y atroz de toda la política antirreligiosa de los regímenes comunistas del Este europeo”, Riccardi, 2001). Un dato admirable es que no hay constancia de ningún sacerdote que renegase de su fe.

»¿No está ocurriendo algo parecido a lo que han denunciado los autores de la obra Le livre noir du communisme. Crimes, terreur, répresion (1997), editado en español en 2010 en la editorial Salvat? (El libro negro del comunismo)?

»Courtois se lamenta del extraño silencio sobre estos crímenes, en periódicos, programas de televisión, y películas; en contraste con la múltiple y bienvenida difusión sobre los crímenes del nazismo: “Los hechos son no obstante tercos y muestran que los regímenes comunistas han cometido crímenes concerniendo a alrededor de cien millones de personas, contra 25 millones de personas en el nazismo. Esta simple constatación debe al menos incitar a una reflexión comparativa sobre la semejanza entre el régimen que fue considerado a partir de 1945 como el régimen más criminal del siglo, y un sistema comunista que ha conservado, hasta 1991, toda su legitimidad internacional y que, hasta hoy, está en el poder de ciertos países y conserva adeptos en el mundo entero. E incluso si muchos partidos comunistas han reconocido tardíamente los crímenes del estalinismo, no han abandonado, en su mayor parte, los principios de Lenin y no se preguntan apenas sobre su propia implicación en el fenómeno terrorista”.

»O también: "¿Por qué este silencio 'académico' sobre la catástrofe comunista que ha concernido, desde hace ochenta años, a un tercio del género humano, sobre cuatro continentes? ¿Por qué esta incapacidad de colocar en el centro del análisis del comunismo un factor tan esencial como el crimen, el crimen de masa, el crimen sistemático, el crimen contra la humanidad?”

»Tanto Stéphane Courtois -que, entre otros cargos, es el director de la revista Communisme- como los otros historiadores coautores de este libro, por su trayectoria ideológica y profesional muestran ser personas más o menos simpatizantes del marxismo, críticos de las injusticias derivadas del capitalismo liberal, pero personas con capacidad autocrítica de los errores de las izquierdas, no solo de las derechas.

»Estos autores, historiadores en su mayoría marxistas con capacidad autocrítica, facilitan una información transparente en cerca de 900 páginas. Ya en la introducción, Stéphane Courtois deja constancia del trágico balance sobre las muertes provocadas:

• URSS, 20 millones de muertos

• China, 65 millones de muertos

• Vietnam, 1 millón de muertos

• Corea del norte, 2 millones de muertos

• Camboya, 2 millones de muertos

• Europa del Este, 1 millón de muertos

• América Latina, 150.000 muertos

• África, 1,7 millones de muertos

•Afganistán, 1,5 millones de muertos

En total, cerca de 100 millones de muertos.

- ¿Hay una incompatibilidad entre la religión y la ciencia? ¿Es habitual que un científico de renombre sea ateo o agnóstico?

-Observo que sigue predominando en la opinión pública de nuestro entorno social la suposición -el prejuicio- de que se da una incompatibilidad entre la religión y la ciencia, y que lo normal es que un científico -y con mayor razón si se trata de una figura relevante- sea agnóstico, o ateo, o tal vez indiferente.

»Para mostrar el carácter de prejuicio que tiene esta opinión, acostumbro a señalar los hechos siguientes: la creación de las primeras universidades por los cristianos de la Edad Media; el testimonio cristiano de los más ilustres científicos de la Edad Moderna, entre ellos: Copérnico, Kepler, Galileo Galilei (cuyos problemas con la Iglesia no eran por su increencia, sino por el error de una lectura fundamentalista de la Biblia por las dos partes) o Newton, por citar solo algunos ejemplos; una selección de científicos ilustres cristianos de la Edad Contemporánea; una selección de filósofos o agnósticos o ateos convertidos al cristianismo desde el siglo XX:

»Podría citar aquí a más de cien científicos, a muchos de los cuales se les concedió el Premio Nobel por sus aportaciones en los diferentes campos de la ciencia. Pero aquí, por referirme solo a los más conocidos, nombraré a unos pocos, como son:

Gregor Mendel, descubridor de las leyes que rigen la herencia genética (las denominadas leyes de Mendel)

Alexander Fleming (1881-1955), a quien se concedió el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento de la penicilina.

Erwin Schrödinger (1887-1961), Premio Nobel de Física en 1933, uno de los principales contribuyentes al desarrollo de la Física Cuántica.

Georges Lemaître (1894-1966), astrofísico belga. Propuso su teoría sobre el Universo en expansión y, sobre todo, la famosa teoría del Big Bang como explosión que originó el Universo. De vez en cuando algún ateo inculto alude a esta teoría como argumento contra la creación divina del proceso evolutivo del Universo, desconociendo que Lemaître era un religioso católico, a quien, por supuesto, este hallazgo científico no le planteó ningún conflicto sobre la doctrina de la creación.

Albert Einstein y el sacerdote Georges Lemaître, quien propuso la teoría del Big Bang.

Jérôme Lejeune (1926-1994), reconocido como uno de los padres de la Genética actual. Entre sus hallazgos se encuentra su descubrimiento de la causa del Síndrome de Down.

James Clerck Maxwell, quien propuso el concepto de onda electromagnética. Se le concedió la medalla Rumford  en1860 y el reconocimiento como miembro de la Royal Society of London.

Nicola Tesla, físico, matemático e ingeniero. Su capacidad para inventar se ha reconocido mayor que la de Edison, siendo dos de sus inventos la lámpara fluorescente denominada bobina de Tesla y el submarino eléctrico.

Max Planck (1858-1947), cuya aportación más famosa fue la teoría cuántica. Obtuvo el Premio Nobel de Física en 1918.

Werner Karl Heisenberg (1901-1976), quien formuló el "principio de indeterminación”, Premio Nobel de Física en 1933 .

»No faltan tampoco los científicos que, desde una inicial posición atea o agnóstica, se convirtieron al cristianismo, como es el caso de:

Charles Nicolle (1866-1936), Premio Nobel de Medicina en 1912

Pierre Lecomte du Noüy (1883-1947), creador de la Biofísica.

Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977), quien habiendo huido de la Alemania nazi, se trasladó a Oxford, donde presentó un proyecto para la reconstrucción económica que influyó en el prestigioso economista Keynes.

Francis Collins (n. 1950), científico y médico genetista, director del Instituto del Genoma Humano, con un proyecto en el que participan dieciocho países. En 2001 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias.

»Cuando se habla de incompatibilidad entre la religión y la ciencia, se suele incurrir en el reduccionismo de entender esta referida exclusivamente a las ciencias naturales, como son los autores que acabo de citar. Pero también en las ciencias humanas, como la filosofía, además de los abundantísimos autores cristianos, hay toda una serie de pensadores cuya conversión traté en mi libro con cincuenta ateos o agnósticos convertidos al cristianismo, como son los siguientes:

Henri Bergson (1859-1941);

Nikolai Berdiaiev (1874-1948):

Jacques Maritain (1882-1973) y su esposa Raïsa Oumansoff;

Peter Wust (1884-1940);

Manuel García Morente (1888-1942);

Dietrich von Hildebrand (1889-1978);

Edith Stein (1891-1942);

Michele Federico Sciacca (1908-1975).

»Detallaré un ejemplo de ellos: 

Anthony Flew (1923-2010), destacado filósofo inglés profesor de filosofía en Oxford y otras universidades y gran defensor del ateísmo durante medio siglo. En sus abundantes conferencias sobre filosofía de la ciencia subrayaba frecuentemente su teoría sobre la incompatibilidad de las religiones teístas con la ciencia actual. En 2004 sorprendió declarando en una conferencia que tras las recientes investigaciones sobre el origen de la vida y el ADN había abandonado el ateísmo y reconocido la existencia de una inteligencia creadora. Aceptado el teísmo, manifestó sentirse atraído principalmente por el cristianismo. Publica en 2007 el testimonio de su conversión en el libro There is a God. How the world’s most notorious atheist changed his mind [Dios existe. Cómo cambió de opinión el ateo más célebre del mundo].

»Veo adecuado concluir con citas de cuatro de los principales científicos del siglo XX, en los que dejaron constancia de su religiosidad, o bien teístas (sin vinculación a una religión concreta), como en los casos de Einstein y de Darwin, o bien teístas cristianos, como en los casos de Max Plank y de Georges Lemaître.

Albert Einstein, Premio Nobel de Física (1921), creador de la Teoría de la Relatividad: “La experiencia más bella que podemos tener es sentir el misterio... En esa emoción fundamental se han basado el verdadero arte y la verdadera ciencia... Esta experiencia engendró también la religión... Percibir que [tras lo que podemos experimentar] se oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu, la razón más profunda y la belleza más radical, que solo nos son accesibles de modo indirecto: ese conocimiento y esa emoción es la verdadera religiosidad. En ese sentido, y solo en ese sentido, soy un hombre religioso” (Albert Einstein, Mis ideas y opiniones).

Charles Darwin, creador de la Teoría de la Evolución: “[La razón me indica la] extrema dificultad o, más bien, la imposibilidad de concebir este inmenso y maravilloso universo –que incluye el hombre y su capacidad de mirar muy lejos tanto hacia el pasado como hacia el futuro- como el resultado del azar ciego o de la necesidad. Cuando reflexiono sobre esto, me siento obligado a volverme hacia una Primera Causa dotada de una mente inteligente y análoga en cierta medida a la del hombre y merezco por tanto llamarme teísta”.

Max Planck, Premio Nobel de Física (1920), creador de la Teoría Cuántica: “Nunca puede darse una verdadera oposición ente la ciencia y la religión. Cualquier persona seria se da cuenta, creo yo, de la necesidad de reconocer y cultivar el aspecto religioso presente en su propia naturaleza, si quiere que todas las fuerzas del alma humana actúen conjuntamente en perfecto equilibrio y armonía. Y realmente no es accidental que los mayores pensadores de todas las épocas fueran almas profundamente religiosas, incluso si no mostraban en público sus sentimientos en este sentido”.

Georges Lemaître, astrofísico belga. Propuso su teoría sobre el Universo en expansión y, sobre todo, la famosa teoría del Big Bang, como explosión de la que surgió el Universo: “Los dos -el sabio cristiano y el no cristiano- se esfuerzan en descifrar el múltiplemente imbricado palimsesto de la naturaleza, donde las trazas de diversas etapas de la larga evolución del mundo están recubiertas y confundidas. El creyente tiene, pudiera ser, la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es, a fin de cuentas, la obra de un ser inteligente, ya que el problema puesto por la naturaleza ha sido puesto para ser resuelto, y ya que su dificultad es proporcionada, sin duda, a la capacidad de la humanidad presente o por venir. Ello no le dará, quizá, nuevos recursos para la investigación, pero ello contribuirá a mantenerle en ese sano optimismo sin el cual un esfuerzo sostenido no puede continuar por largo tiempo”.

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