El 4 de febrero se estrena Petra de San José, la película más redonda y de factura más profesional de las dirigidas por Pablo Moreno sobre biografías de santos.
Su fotografía es cálida y llena de homenajes pictóricos y guiños a la pintura costumbrista. Las actrices -es una historia eminentemente femenina- son buenas y enganchan al espectador con su simpatía y cercanía. Los personajes principales están vivos, no son arquetipos. Y los acentos en el ritmo de la historia están bien colocados para hacerla avanzar. Podemos resumir lo mejor del film en dos palabras: color y calor.
Todo esto tiene mérito porque la biografía de la que se partía no es especialmente apasionante. La beata Petra de San José (1845-1906) ayudó a mucha gente, sus religiosas siguen haciéndolo en varios países. Fundó las Madres de Desamparados y San José de la Montaña. Pero no participó en una guerra, no viajó a países exóticos, no fue víctima directa de revoluciones en vida, no fue mártir.
La Madre Petra fundó una congregación en Andalucía. Las hermanas se mudaron de una localidad a otra, soportaron maledicencias y cuidaron a pobres y niños. Y dicen que San José las ayudaba y a veces se dejaba ver.
¿Cómo hacer con eso una historia que enganche? El guion de Pedro Delgado y Andrés Garrigó lo consigue de varias formas.
"Sentido y Sensibilidad a la andaluza"
La primera es centrarse en la juventud de la beata, introduciéndonos un Sentido y Sensibilidad a la andaluza. Trajes elegantes, comidas, desfiles de señoritas camino de misa, mantillas primorosas, casas blancas del sur...
En las escenas rurales costumbristas muchos podemos pensar en nuestra infancia en el pueblo, en cosas de nuestros abuelos, en sopas y cocido a la luz de las velas, entre pucheros de barro. Eso resuena en el alma de muchos españoles. También cautivará al público extranjero.
Después está el conflicto amoroso. Todos simpatizamos con Ana (Marian Arahuetes), una chica de 18 años que ya está pensando en casarse con su galán de buena casa. Pero entonces, llama Dios. El conflicto es más intenso porque Dios es un Novio extraño: le oímos, pero no le vemos.
Santa novatas y 'sin entrenador'
Una amiga devota da un par de consejos a Ana, que sabe poco de religión. Tiene que ayunar, hacer penitencias, rezar y visitar a los pobres. Empatizamos con ella, santa novata, con don de gentes, que a veces se aburre rezando, pero que empapa sus penitencias en el entusiasmo de la enamorada. Y todo medio a escondidas, porque su padre -antiguo alcalde- no quiere nada de eso.
Todo empieza con unas amigas que quieren ayudar a los pobres y entregarse a Dios
Un tercer elemento es asumir que se trata de la historia de amistad y cercanía de unas chicas. Más en concreto, unas señoritas de clase alta que deciden vivir juntas con austeridad y acoger pobres. No tienen maestro ni guía, son un equipo 'sin entrenador', y van improvisando.
Su inocencia, candor y gracejo atrapan al espectador y probablemente debían atrapar a los pobres en su momento. Uno piensa en el Francisco y la Clara de Liliana Cavani: hay una cierta "locura de Dios" franciscana en su juventud optimista.
Donde hay gente, hay problemas
Después, llega la vida 'real'. Donde hay gente, hay problemas. Los santos trabajan a menudo entre mediocres. A veces logran sacar lo mejor de ellos. Otras veces, no. Hay burocracia. Hay envidias y perezas.
Ana, ya convertida en Madre Petra, no se enfrenta a grandes malvados: las pequeñas malicias de personas normales bastan para dificultar su obra, que nace muy pobre. La perseverancia, la confianza en Dios y el trabajo duro con la ayuda de San José serán lo que supere todos los obstáculos.
Con los huesos de la religiosa
Por último, tenemos una trama que salta en el tiempo a 1936. Milicianos destrozan la tumba de Madre Petra en Barcelona, en San José de la Montaña y se llevan sus huesos. El santuario, en la historia real, fue saqueado e incendiado, aunque la película no nos enseña llamas. Acompañamos a los ladrones en un viaje en el verano que se mataron más clérigos en España. Hay algunas escenas que homenajean a "El bueno, el feo y el malo", lo que a unos cinéfilos les hará gracia, y a otros les molestará por distraer de la gravedad del momento.
En 1981, la fiscalía ordenó excavar en un sitio en el campo indicado por un hombre moribundo 30 años antes. Se cavó ante el arzobispo de Valencia, la Madre General y las religiosas, unos médicos y un notario, y aparecieron los huesos de Madre Petra. Es fascinante ver las imágenes reales de la excavación de los 80 en los títulos de crédito, cerrando la historia.
(La historia de estos restos e investigación la cuenta aquí en ReL el P. Teulón con vídeo y fotos)
Las actrices nos hacen viajar
Marian Arahuetes tiene el mérito de dar vida a la joven Ana y llevarnos con ella por sus calles de pueblo andaluz. Ya la vimos en 2017 en Red de Libertad, aunque a muchos más espectadores les sonará como Adela en la telenovela Acacias 38.
Para ayudar a recrear la burguesía femenina exquisita de su entorno, tenemos a Assumpta Serna (la madre Helena Studler en Red de Libertad), como condesa, y a Alba Recondo (la magnífica Isabel II de Claret) como Rafaela. Laura Contreras, que en Luz de Soledad era Santa Soledad Torres, aquí es una monja problemática. Precisamente por su cara hermosa, nos sentimos impulsados a ser pacientes con ella... y luego hay problemas. Antonio Reyes, que era Claret en la última película de la casa, nos lo encontramos aquí en el Vaticano como el cardenal Merry del Val. Hay otros actores amigos de la casa.
La recreación de casas de pueblo, los trajes de damas elegantes, una magnífica música de Oscar Martín Leanizbarrutia y una mayor astucia en los encuadres logran trasladar a los espectadores a esa España de finales del siglo XIX, llena de pobreza material, pero con un gran vigor espiritual.
Más información sobre la película y cines para verla en PetradeSanJose.com