Si algo quedó claro en las jornadas sobre Transhumanismo en la Universidad Francisco de Vitoria del 17 y 18 de junio de 2021 es que esta corriente funciona para muchos como una especie de religión optimista, una confianza exagerada y acrítica en que con más y más tecnología, transformando nuestros cuerpos y capacidades, todo irá mejor.

Toma pastillas, modifica tu cuerpo y métete chips bajo la piel conectados a grandes empresas o al Estado, que te quieren y te cuidan... ¿qué podría salir mal?

Precisamente, el género artístico y literario que mejor puede frenar ese optimismo fantasioso es el cyberpunk, que es como un cruce entre la novela negra, con su pesimismo y crítica social, y una estética de distopía social.

Al cristianismo, que es una religión realista que tiene el mandato de Jesucristo de anunciar verdades y trabajar con los pobres, le interesa buscar aliados que desenmascaren fantasías dañinas: el transhumanismo tiene mucho de fantasía dañina, y el cyberpunk puede ser un aliado, aunque a veces algo desesperanzado.

En literatura quedó marcado por la novela Neuromante, de William Gibson (de 1984). En cómics, las referencias clásicas son Juez Dredd (tecnología para reprimir) y Akira, "que es un niño cobaya que, supuestamente debe llevarnos a una utopía", señala Antonio José Planells.

En el cine, su estética bebió de dos películas, una húmeda y oscura y otra seca y cegadora. La húmeda es Blade Runner, la película de 1982 de Ridley Scott, siempre de noche y siempre lloviendo, en un mundo desastrado con androides y corporaciones ambientado en 2019. La seca es la violencia en el desierto de Mad Max 1 (de 1979) y sus secuelas, ambientada en 1984, tras un desastre ecológico. La primera aporta lo cyber y la segunda lo punk.

Blade Runner sigue viva cuarenta años después, no solo por su secuela Blade Runner 2049 (de 2017) sino que ahora se acaba de anunciar una serie de animación de 13 capítulos en ese universo oscuro y pesimista, con el título Blade Runner: Black Lotus. Y es bueno si sirve para hacer preguntas incómodas sobre el poder, las tecnologías y las corporaciones.

El cyberpunk hace crítica social, también en videojuegos

Antonio José Planells, doctor en Comunicación y profesor de narrativa y diseño de juegos en la Universidad Pompeu Fabra, habló en esas jornadas sobre como el cyberpunk es crítica social y, se quiera o no, una pregunta por los necesitados.

"Cyberpunk es high-tech, low life", explicaba. "Nace en los 90 como critica social, con autores como William Gibnson y Neal Stephenson. Ven un mundo 'siliconvaleizado' pero oscuro. Ven bajos fondos controlados por megacorporaciones. El protagonista de Neuromante es un hacker que malvive. El cyberpunk es pesimista en lo social y lo individual. Snowcrash, de Neal Stephenson hace algo de parodia, con virus y cosas que fallan".

En 2018 Netflix lanzaba la serie de 10 episodios Altered Carbon, basada en el libro de 2002 de Richard K. Morgan. Habla de un mundo donde la mente de la gente se puede guardar en un chip: cuando muere un cuerpo, se puede poner el chip en otro cuerpo. Pero los ricos obtienen cuerpos fuertes y sanos y los pobres cuerpos de viejos, débiles, incluso de otro sexo, cuerpos de rebajas. Queda claro que la "vida perdurable" no elimina las clases sociales. En Altered Carbon, los más pobres y los más religiosos -los que, por religión, se niegan a vivir en un chip y de cuerpo en cuerpo- son los más humanos.

Planells, como profesional del videojuego, señala que el cyberpunk es un género vivo y fuerte en esta industria, con productos como Deus Ex y Cyberpunk 2077, que "ofrecen ciberpunk clásico, con sus corporaciones, implantes y desastres".

El cyberpunk sigue animando a desconfiar de las megacorporaciones, también en el videojuego. Por ejemplo, en 'Bioshock' encontramos un millonario que proclama: "yo no creo en Dios, pero sí en la gran cadena de la industria que nos une. La cadena es demasiado poderosa, ningún gobierno puede guiarla”.

Planells comenta el caso de 'Death Standing', donde hay un clérigo que impulsa una tecno-religión trascendente con tecnología bélica y se recoge el mito de Eneas, como refundador de una nación. Teniendo en cuenta que los usuarios son jugadores enganchados a las pantallas, es bueno que este juego les hable de la importancia del viaje y el contacto físico, como algo sanador, o equilibrante al menos. Y que denuncie la confusión entre estado y macroempresa.

Al final, el cyberpunk, con sus distopías, denuncia y se resiste a la ideología transhumanista optimista y denuncia su dimensión tecnorreligiosa. “Lo que nos hace humanos no debería someterse al discurso turbotecnológico y misticismo”, sugiere Planells. Porque entre los transhumanistas, los futuros luminosos que se prometen están llenos de misticismo.

Planells, que no es persona religiosa, señala que "curiosamente, en la ciencia ficción, a menudo son los religiosos los que de verdad creen en la humanidad". A veces es porque el personaje religioso trabaja con los pobres: es un baño de realismo.

Otras veces, porque incluso si los guionistas o escritores son agnósticos o ateos, a la hora de definir qué nos hace humanos necesitan mostrar al pobre que cree en Dios. Cuando el 'malo' es un sistema casi omnipotente que domina todo el mundo con dinero y tecnología, muchos escritores necesitan poner a la fe religiosa como única alternativa posible, una fuente de resistencia organizada o íntima.

¿Cuánto podemos alterar el cuerpo y seguir siendo humanos? Foto de Manny Moreno en Unsplash

El transhumanismo en la ficción visual

En el congreso habló un oteador excepcional, Dámaso Ezpeleta, consultor creativo para medios de comunicación y TV con su empresa Blanco & White. "Yo me dedico a ver la TV y películas", explica. También habla con guionistas y empresarios. "Si estudias el mercado entiendes lo que vendrá. Por ejemplo, hace diez años sabíamos que los vampiros crepusculares desaparecerían pero que los zombis y superhéroes y la fantasía crecerían".

"Con un colega estudiamos cómo se trataba lo transhumanista, en 2017. Primero señalamos dos temas. Por un lado, la humanización de las máquinas (como se ve 2001, Blade Runner, Terminator, El Hombre Bicentenario… ). Por otro, la mecanización de los humanos (Robocop –que es el primer ciborg protagonista, Gattaca, Oblivion, Trascendence...).

Después descubrieron dos tendencias más: las historias de investigación médica o bioingenieria ("los laboratorios dan bien en pantalla", explica Ezpeleta) y la digitalizacion de la mente humana.

"En las ficciones sobre medicina-bioingeniería suele mostrarse el lado oscuro de la ciencia: algo ha de salir mal. Lo vemos en Biohackers, en Orphan Black (con la clonación), en Years and Years (que es la historia cínica de Inglaterra... hay una joven que se convierte en emoji andante para superar su timidez), en ADV Tan (con tejidos y trasplantes que alargan la vida)..."

"Hay un subgénero que es cómo se mejora/aumenta un humano y con qué consecuencias. Trasplantes, cirugía, cuerpos mejorados... En Upgrade publicitaban: '¡no es una máquina, no es un hombre, es más!'. Hace 2 siglos que sabemos lo de Frankenstein, pero tanto los científicos como los guionistas insisten en ello. The Unlisted, Upgrade, Limitless... con drogas que potencian el cerebro, con nanobots o microchips que nos hayan insertado".

El tema de la manipulación corporal ya ha saltado de las pantallas a las legislaciones. La nueva constitución que debaten en Chile ya pide el derecho a proteger a los ciudadanos de la manipulación mental y corporal (por ejemplo, con drogas), señala Ezpeleta. Respecto a la manipulación mental, se ve en series como The Commons o Brave New World: 'si tienes sentimiento de culpabilidad, te borramos el recuerdo…'. ¿Olvidar que pecaste te borra el pecado?

Foto de Donny Jiang en Unplash... una chica extrañamente conectada con la red de datos...

Las series y películas hablan de transferencias de cuerpos en tono comedia, pero el espectador enseguida ve que detrás hay una tragedia, un desastre. Se ve en 'Made for Love’ y en 'Repo Men', "que son los cobradores que vienen a cobrar la deuda de los órganos implantados no pagados".

Otro tema frecuente son los ordenadores o los androides (que son ordenadores con cuerpo) que pueden descontrolarse. Ya HAL en 2001 Odisea del Espacio se rebela; en Daryl, en los años 80, y en Juegos de Guerra, el ordenador es un niño que juega con los misiles a la destrucción total. En Matrix y en la serie de Terminator, la red se vuelve hostil a los hombres. En muchas historias los androides militares o policías se descontrolan. Y en series como 'Raised by Wolves' (que comentamos aquí en ReL) y 'I am Mother' el tema es "cuando Alexa y Siri educan a los niños".

En cuanto a las series sobre "guarda tu mente en la nube y te la descargas en otro cuerpo" (la fantasía gnóstica definitiva, una vieja herejía reformulada con jerga informática) destacó Carbono Alterado, Dark Matter (aventuras en el espacio donde envías copias digitales de tu mente y los descargan en cuerpos que se replican, recién hechos) y una comedia, Upload, donde "tienes una vida digital, pero según lo que pagues tu vida digital es cutre o es genial").

¿Nos afecta ver todas estas series y pelis? Dámaso Ezpeleta piensa que crean fascinación y terminan por lograr que la audiencia se acostumbre. "Empezamos a tener una actitud abierta a cosas que antes nos parecerían o poco realistas o poco razonables. Es curioso que cuando se habla de humanos 'mejorados' siempre hablan de darles más fuerza, inteligencia y longevidad. Es un transhumanismo ambicioso pero reduccionista. Nunca hablan de mejorar la empatía, generosidad. Hablan de fármacos para ser más inteligentes, pero no para suprimir otras cosas. Casi nunca se plantea la cuestión de la mejora ética. Las series y películas parecen vender mejores hombres-maquina, pero nunca mejores personas".

Preguntado respecto a la religión, Ezpeleta, que es católico, señala que "en las novelas de ciencia ficción hay mucha más religión que en las teleseries. Los que conocemos a guionistas vemos que tienen muchas inquietudes espirituales, que se piensan las cosas, a veces con grandísima humanidad. Pero no saben de religión ni tienen experiencia religiosa. Pueden ser muy cultos en muchas cosas pero tener un conocimiento muy, muy superficial de la religión", constata.

Hay una norma general a todas las artes visuales: no es fácil transmitir lo espiritual, que es invisible, con imágenes visibles. "Las personas que son espirituales pueden detectar y conectar con ciertos símbolos, imágenes... pero los que no tienen dentro esa espiritualidad, no lo captarán aunque esté ahí", señala Ezpeleta.

La visión de una artista y profesora

La mesa redonda sobre arte y transhumanismo se completó con Marina Núñez, artista y profesora de Bellas Artes de la Universidad de Vigo.

"En la ciencia ficción popular está la tendencia catastrofista, con cuerpos fantásticos que se transforman mucho (pensemos en el Terminator de mercurio de la segunda película) pero no suele acompañarse con una reflexión sobre la mente que tal cuerpo implicaría. Terminator es el mismo sea un robot o un humano: un machote. Hay transhumanistas que hablan de subir tu identidad a la nube... y piensan que eso no afectará a tu identidad. Hay más reflexión sobre las consecuencias sociales de eso que sobre el efecto en la psique humana. En las novelas, desde luego, se reflexiona más que en las películas, y trato de explorar eso en mis imágenes".

Marina Núñez comenta algunas de sus obras, por lo general algo inquietantes... pero eso es bueno para despertar a los demasiado acomodados

Detrás de mucha fantasía y transhumanismo hay mucha "ilusión de invulnerabilidad", denuncia esta artista. Ella responde con obras que expresan la vulnerabilidad del ser humano: un ícaro que intenta volar pero solo tiene 8 brazos, inútiles… O una imagen colosal pero que se apoya en frágil andamio primitivo. Ilustra también sirenas "como experimento biotecnológico desechado, en una prisión oxidada". En 2008 hizo una exposición de "ícaros caídos" en la catedral de Burgos, con prótesis tecnológicas, "las prótesis como medios de crucifixión y tortura, prótesis que inmovilizan. Marshall MacLuhan dijo que si tu prótesis te es indispensable, sin ella serás un muñón. ¿Puede debilitarte una prótesis?"

A Marina Núñez el gnosticismo anti-cuerpo no le convence nada. "En Occidente hay una obsesión con creer que podemos dejar el cuerpo y seguir siendo los mismos: eso me parece absurdo. Ese deseo de tener un cuerpo de energía es absurdo. ¡Es tan obvio que nuestro cuerpo influye totalmente en todo lo que somos! ¿Cómo piensan que poniendo nuestras mentes en un cuerpo de pulpo o de silicio seríamos lo mismo? Es la idea de que el cuerpo es un estorbo. Hay una sobreexposición de cuerpos en nuestra cultura y sin embargo nos dicen a la vez que el cuerpo no es importante".

También trata ella mucho el tema de la "unión" con "lo otro", que puede ser, incluso, el ser colonizados por la información que nos llega. Así, pinta chicas blancas deformadas por mensajes de medios de comunicación: "todos somos ciborgs en el sentido de ser mezclas de informaciones que recibimos".

El arte siempre un poco inquietante de Marina Núñez, que tiene algo de advertencia, se puede contemplar en su web MarinaNunez.net . Parte de su obra se puede ver en Madrid en el Museo Thyssen hasta agosto. 

Lea más sobre estos temas en nuestra sección Transhumanismo

La mesa redonda que comentamos en un vídeo de 1h 25min; muy interesante