Tengamos la fiesta en paz, la próxima película que Juan Manuel Cotelo, empezará a rodarse en junio y se estrenará en Navidad si consigue completar el crowdfunding que ha lanzado Infinito + 1 para financiarla.
Tras varios documentales de éxito (La última cima, Tierra de María, Footprints, El mayor regalo) , que ya mostraban el potencial narrativo de su director, llega el salto a la ficción. Todo un desafío.
-¿Es su primera incursión en ese ámbito?
-Tengamos la fiesta en paz es mi segunda película de ficción, como director y guionista. En 1998 escribí y dirigí mi opera prima, que se tituló El sudor de los ruiseñores, con María de Medeiros como una de las protagonistas. Aquella experiencia fue la más bonita, a nivel profesional, de toda mi vida. La película recibió el Premio Revelación del Círculo de Escritores Cinematográficos, entre otros premios.
-¿Por qué no siguió por esa vía?
-Lo cierto es que entonces no pretendía seguir haciendo cine, simplemente quise hacer aquella película, porque me enamoré de una historia. Luego regresé al mundo de la televisión, como guionista y actor... sin pensar en hacer ningún documental, me gustaba más la ficción. Y mira por dónde... después he hecho cuatro documentales. Ahora vuelvo al territorio en el que me siento más cómodo y disfruto más: la ficción, el humor, la música.
-¿Hay ya un guión terminado?
-Sí, el guión está terminado desde hace más de un año. Aunque, en sentido estricto, el guión no se termina hasta el último minuto del rodaje, porque cada día voy introduciendo cambios, con la intención de mejorarlo. Además, me gusta dejar a los actores mucha libertad para aportar ideas durante el rodaje. Y en el montaje, el guión también es susceptible de mejorar.
-¿Un "casting" que nos pueda anticipar?
-El casting de esta película es muy especial. Son actores y actrices que no sólo actúan bien, sino que cantan muy bien. Aún nos faltan los personajes infantiles, pero los adultos ya están seleccionados. Aunque es pronto para anunciarlo.
-¿Qué reto supone incorporar números musicales?
-La música es un lenguaje misterioso, penetrante, que puede alcanzar lo más profundo de nosotros, con más eficacia que el mejor razonamiento lógico. Esto sucede con cualquier obra de arte que realmente lo sea. En esta película, las canciones expresan lo que no puede expresarse sólo con diálogos. Para hablar de la familia, de los retos del amor, de las heridas y esperanzas del corazón humano, nada como una buena canción.
-¿Son suyas?
-Las estamos componiendo en equipo: escribo las letras, sugiero una melodía... lo envío al compositor, dándole absoluta libertad para modificar mi propuesta... me lo devuelve con una versión que es infinitamente mejor que la mía... después grabamos las voces con los actores y actrices... se graban los instrumentos... y para terminar, otro músico realiza las mejores mezclas. Cada paso del proceso es precioso, es creativo. Para mí, es la tarea más gratificante de todas.
-En los últimos años hemos visto extraordinarias películas católicas españolas de ficción con base histórica. ¿Es la ficción pura una asignatura pendiente para el cine católico español?
-Las limitaciones o complicaciones son las mismas para todos los productores, guionistas, directores, actores, de cualquier película. Sacar adelante cualquier proyecto es un reto grande para cualquier persona. Yo procuro no perder tiempo ni energía en pensar ni hablar de las dificultades. Y también procuro no compararme con los demás, ni auto-clasificarme en ningún grupo. Me concentro solamente en lo positivo de este trabajo que me apasiona: mi motor es la belleza, la necesidad que siento de contar esa historia, el servicio a los espectadores, la alegría... No me gusta ir de héroe ni de víctima. Hacer películas es un trabajo maravilloso, que no es más difícil que otras profesiones. Quien espere que todo sea fácil, no puede meterse a hacer cine, pero tampoco a ser médico, ni fontanero, ni profesor, ni futbolista, ni político, ni cantante, ni nada.
-¿Cuáles han sido sus inspiradores en el género del cine familiar?
-Mis referentes son muchos, incontables, y en permanente renovación. Constantemente veo películas que me encantan, que me llenan. De todos los géneros, de todas las culturas. Pero procuro buscar en el cine actual, en lo que se está produciendo ahora en todo el mundo, sin quedarme en estilos del pasado. Además, gracias a las plataformas como Netflix o Amazon o Disney... cada vez es más fácil disfrutar de producciones que antes eran inaccesibles. Las plataformas son un gran kiosko, con oferta variadísima. Algunas producciones, lógicamente, tienen mayor repercusión mediática. A mí me gusta buscar producciones independientes, donde encuentro verdaderos tesoros. Cine europeo, cine asiático, latino, también de Hollywood... Hay mucho cine bueno, pero es importante buscarlo, sin limitarse a ver el producto de moda.
-¿Nos da algunos títulos?
-Si tuviera que dar algunos títulos que me han entusiasmado, de cine reciente para disfrutar toda la familia, a bote pronto recuerdo La reina de Katwe, El niño que domó el viento, Campeones, Togo, Dangal, Especiales, Viento de Libertad, Bella y Sebastian, Futbolín... podría dar cien títulos de los últimos años. Además de películas que no son para niños, pero que son maravillosas.
-En el vídeo de presentación menciona el drama familiar que vive el mundo con la epidemia de divorcios y rupturas. ¿Cuáles son las causas y cómo puede contribuir una película a ponerles remedio?
-Puestos a analizar, prefiero concentrarme en las causas que provocan que una familia permanezca unida, en lugar de buscar las causas de las rupturas. Ni el éxito ni el fracaso familiar es cuestión de suerte. Amar exige sacrificio, esfuerzo. Tal vez en eso esté la causa de muchos fracasos: en pensar que, si la cosa se pone difícil, se acabó el amor. Y es justo al revés: el amor se muestra y crece cuando nos sacrificamos por algo o por alguien. Nadie ama realmente su profesión si no está dispuesto a sacrificarse en el trabajo. Nadie ama la práctica de un deporte si lo deja cuando empieza a cansarse, a sudar, o aparecen las agujetas o lesiones. Amar es darse. La cultura mediática nos ha inclinado hacia un amor que es sinónimo de "recibir fácilmente". Yo sé cuánto me aman mi esposa y mis hijas, porque veo cómo me acogen y perdonan y comprenden cuando me porto mal con ellas. Si su amor a mí hubiera dependido de que yo siempre se lo haya puesto fácil, hace mucho habrían dejado de quererme. Con esta película queremos mostrar la belleza del verdadero amor.
-En su obra usted ha abordado cuestiones espinosas tanto con humor como con drama. ¿Por qué optó por el humor para este film?
-No es una opción que yo escoja... es una esclavitud personal que tengo. Me divierto de forma natural, lo forzado en mí sería ponerme muy serio. Y tiendo, desde niño, a tratar de aliviar los sufrimientos propios y ajenos mediante el humor. Cuando me encuentro con alguien que sufre, espontáneamente pienso: "Voy a hacerle reír". Y me encanta cuando lo consigo.
Juan Manuel Cotelo presenta "Tengamos la fiesta en paz". La película tiene abierto un "crowdfunding" para completar su financiación, pincha aquí para participar en él.
»El humor es una caricia que hace bien al alma y al cuerpo. Algunas personas se sienten cómodas en los formatos serios, académicos, intelectuales... y eso está muy bien. Pero ese traje a mí me aprieta. Me siento más cómodo cuando me río que cuando me pongo serio.
-Dos de las películas recientes más taquilleras son las incursiones de Santiago Segura en el cine familiar (Padre no hay más que uno), con una visión positiva de la familia...
-Santiago Segura tiene un olfato muy fino para detectar lo que nadie está ofreciendo... y lo ofrece. Le encanta romper moldes, y ser el primero en hacerlo. Así fue con Torrente, cuya publicidad aún recuerdo: "Una película que disgustará tanto a padres, como a hijos". Provocador, ¿no? Es una persona que trabaja muchísimo la promoción de sus películas, implicándose en ello al 100%. Supongo que ha hecho las últimas comedias familiares por detectar una gran demanda que nadie satisfacía. Pero no me sorprendería que con sus futuras producciones volviera a re-inventarse. En eso se detecta la creatividad, también. En ser capaz de salirse de lo que has hecho anteriormente.
-La Sagrada Familia jugará un papel enTengamos la fiesta en paz. ¿No teme que la inclusión de lo religioso perjudique su difusión entre el público no creyente?
-Detecto entre muchos cristianos un tremendo complejo de inferioridad, así como todo lo contrario, un complejo injustificado de superioridad. Yo procuro rechazar ambos. Introduzco a la Sagrada Familia, sin dedicar un segundo de mi tiempo en calcular su impacto de mercado, ni para bien ni para mal. La Navidad es posiblemente la fiesta más celebrada en todo el mundo... ¿hay que temer que eso perjudique al resultado de la película? ¡Si en Hollywood se han hecho cientos de películas navideñas! Lo diré con absoluta claridad: no dirijo mi película a ningún nicho de personas. El día en que el Evangelio se dirija a los creyentes, ese día se habrá dinamitado el Evangelio. El día en que los cristianos consideremos que Jesucristo nos pertenece, ese día hemos dinamitado a Jesucristo. El día en que nos sintamos especiales, o diferentes, mejores o peores que cualquier persona... hemos dinamitado la primera lección de Jesucristo: todos somos hijos e hijas de Dios. Todos, sin excepción. Y el día en que las buenas noticias del Evangelio se comuniquen a quienes ya las conocen... ese día la Iglesia morirá enferma, de una enfermedad que ha diagnosticado el Papa Francisco con esta palabra: "Autorreferenciales".
-Es, entonces, un criterio definitorio de su productora...
-Nuestras películas hablan de Dios, de la fe, de Jesucristo, de la Virgen María... no nos escondemos, ni nos disfrazamos, ni disimulamos. Hablamos de todo ello para quien se ponga delante. Y creo que la recompensa maravillosa que recibimos por no destinar el mensaje a un supuesto club de gente con pedigree... es que muchas personas nos agradecen nuestras producciones, siendo personas sin fe o educación cristiana. Algunas de estas personas son "locomotoras" de la Fundación Infinito + 1. ¡Nuestros promotores! Y no están ni siquiera bautizados.
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