Después de dos años de pandemias y restricciones, todos los devotos de la Semana Santa española popular, que se vive en las calles, acumulan desánimo y añoranza a partes iguales. Muchos necesitan recordar, y otros experimentar por primera vez, la grandeza visual, sensorial, humana y divina de la Semana Santa.

Y el lugar puede ser la sala de cine, con la impresionante película Parasceve, retrato de una Semana Santa, que se estrena en la gran pantalla este viernes 25 de febrero.

No es exactamente un documental, porque no hay narrador, no hay personajes a los que acompañamos, no recoge una sola Semana Santa. Aquí acompañamos a la primera luna de primavera, la que marca la Parasceve, la fiesta judía de la Preparación, la que señala la muerte de Cristo en el calendario judío.

Diez años de grabación, destilados

De 2012 a 2021 Hilario Abad grabó con atención y preciosismo cada Semana Santa de Sevilla, sus hermandades, sus pasos, y algunas escenas de lo que no se ve, en las casas, cuando llega el penitente cansado con los pies doloridos, o en la mañana en que un niño se reviste por primera vez para participar en la procesión.

Aquí no hay drones ni grandes visiones desde lo alto ni movimientos espectaculares de cámara.

Las imágenes son espectaculares porque lo son el color, las escenas, la ciudad, los pasos. La cámara contempla desde la gente, como si fuera uno más, pero con nitidez y comodidad y atención al detalle.

La música, magnífica y variada, y a veces aún efecto de sonido, o sonidos reales, nos sumergen y envuelven. Por eso, va más allá de lo visual para ser sensorial y se disfrutará como una experiencia especialísima en cines.

Una música que abarca muchos géneros

El realizado y director Hilario Abad ya filmó un documental televisivo titulado "Pasión y Pasión" sobre la música de Semana Santa, para Canal Sur, pero este trabajo es mucho más ambicioso visualmente.

La importancia de la música es absoluta. Ha sido compuesta y producida por Francisco Javier Torres Simón y combina distintos géneros. A veces registra lo que hay, saetas, bandas de trompetas y tambores... pero otras elabora todo eso en algo nuevo, cinematográfico. A veces podrías pensar que escuchas una banda sonora de Ryuchi Sakamoto. Otras tiene toques jazzísticos. A veces recurre al piano, otras al órgano.

La película dura poco más de una hora, pero es intensa y deja agotado y transformado, como la Semana Santa misma.

Empezamos en Cuaresma: pulir y tejer

Sigue el ritmo de esa Semana especialísima, anunciando cada fase, cada día. 

En Cuaresma vemos como hermanos y artesanos limpian, pulen, tejen, cosen, y se hace la declaración de colores sevillanos que nos van a acompañar. Las hermandades alumbran sus titulares (es decir, exponen sus imágenes al culto público con velas e iluminación) y empieza así el juego de luz, sombras y rostros divinos y humanos de la imaginería sevillana.

En Vísperas está la angustia, la duda... ¿lloverá? ¿Se anularán procesiones? Hay una dimensión humana vital: por mucho que el hombre se prepare con grandezas, es Dios quien dispone, y nos pide vivir de su Providencia, en pequeñez.

El sol del Domingo de Ramos

Llega el Domingo de Ramos, con sus palmas, monaguillos en la catedral, el sol, un poquito de postureo de jóvenes, de chicas bien vestidas...

Pero esta película, aunque recoge escenas de logística, servicios de limpieza, lipotimias, curiosos y paseantes, gente sentada en los bordillos, los que piden churros en las madrugadas, no le da protagonismo a todo esto. No es una historia costumbrista. Lo cotidiano está ahí porque los hombres están ahí, con sus cosas humanas, pero el protagonismo lo lleva siempre la irrupción de lo sagrado mediante la belleza.

Después del sol, llega la primera exploración de la noche. La música se hace íntima y delicada, las velas nos hipnotizan, la Semana Santa de noche es otra experiencia.

El Lunes Santo resuenan los órganos. El Martes Santo, saetas y trompetas, lo épico y lo lírico.

Silencios que emocionan

El Miércoles Santo, por la noche, crece el patetismo, procesionan ya crucificados que emocionan en el silencio.

El Jueves Santo vemos los monumentos decorados en las parroquias, las damas de negro con mantillas, la procesión con el Santísimo dentro de la catedral. La noche del Jueves al Viernes es la Madrugá, el momento más intenso del documental, en música e imágenes, en escenas de participantes agotados y emocionados, que rezan, que contemplan subyugados, que palpan el Misterio.

A partir de aquí, la película se dirige con agilidad hacia el final. El Sábado Santo es un día extraño, expectante en quietud, aunque procesionan Cristos yacientes y Vírgenes dolorosas. Algunas calles están vacías, la gente exhausta. Es breve.

La luz vence a la oscuridad: la muerte fue un sueño

Suenan campanillas y después coros para el Domingo de Resurrección. Aquí ya no nos mostrarán pasos ni muchedumbres, excepto la imagen del Resucitado que sale del templo hacia la luz, quizá como Cristo salió de su tumba, quizá como Cristo salió del mundo terrenal para entrar en la luz cegadora del Reino celestial. La luz de Dios, la vida eterna, es real, nos dice todo; la noche, la muerte y el sepulcro se desvanecen como un sueño malo y ya irrelevante.

Tras el clímax, llega el momento de recoger. Se va lo sagrado, queda lo cotidiano. Pero lo sagrado volverá, porque el pueblo lo custodia, incluso bajo apariencias frágiles como el cartón.

Esta es la experiencia de Parasceve, que cautivará a quien la busque en el cine.

Más información en parascevefilm.es