El jesuita Leonardo Castellani (1899-1981), sacerdote, escritor, filósofo y teólogo y, sobre todo, combatiente de la pluma por Dios y por su patria argentina, e introducido en España hace algunos años a impulsos de Juan Manuel de Prada, puede ser ya leído en francés.
Y es gracias al empeño y el cuidado de Érick Audouard, quien no duda en calificarle como "el Argentino Magnífico". En 2017 publicó una primera selección de escritos castellanianos, Le Verbe dans le sang [El Verbo en la sangre], y acaba de ver la luz una segunda, La Vérité ou le néant [La Verdad o la nada].
Todo un regalo para provocar en el lector galo las mismas sacudidas católicas que la lectura de Castellani provoca en su lengua original.
-¿Cómo conoció a Leonardo Castellani ?
-Por casualidad, o providencialmente, según el punto de vista. Un día, mientras realizaba una investigación histórica sobre las enfermedades de la modernidad, oí a un psiquiatra mencionar su nombre; lo asoció al de Chesterton, un autor al que sigo con pasión desde el inicio de mi propio viaje.
»A medida que fui descubriendo su obra, me sorprendió la amplitud y profundidad de este pensador argentino totalmente desconocido que abordó temas esenciales de todas las maneras posibles. No sólo había un pensamiento poderoso, singular, todo un mundo, con sus dramas, sus fantasías, sus personajes, como sólo las grandes imaginaciones son capaces de producir, sino un verdadero destino, una vida ejemplar de testigo de la Verdad. Él mismo lo sabía. Una nota encontrada en sus cuadernos dice: “Me parece que Dios explicara algunas cosas con mi vida... no yo con mis libros”.
-¿Qué es lo que más le atrajo de su obra y de su vida?
-En primer lugar el tono, la superioridad natural, el humor casi constante. Un hombre totalmente en su idioma. Algo más musical que intelectual, como la brutal autoridad de un pianista sobre su teclado. Algo que se escucha antes de entenderlo. Y como era una autoridad a la vez religiosa, filosófica y literaria, era una maravilla. Y todavía lo es.
»Entonces, en los terribles acontecimientos de su vida, lo que me conmueve es quizás menos lo que hizo que lo que no pudo hacer. Nunca pudo aguar su vino. Nunca pudo halagar la estupidez y nunca pudo servir a dos amos.
"La Verdad o la nada": un título que describe a la perfección la vida y obra de Leonardo Castellani.
-¿Por qué considera importante dar a conocer su obra al público francófono?
-Perdóname, pero no hay un “público francófono”. Sólo hay unas pocas almas hablando un francés cada vez más degradado y dispersas en un territorio desgarrado. No sé lo que es importante para ellas, sólo sé lo que es importante para mí. Y eso es lo que propongo.
-¿Qué criterio selectivo ha guiado esta nueva antología de Castellani?
-Esta segunda antología, La Vérité ou le néant, no contiene crítica literaria, a diferencia de la primera, Le Verbe dans le sang, publicada en 2017. Se compone esencialmente de textos en torno a la cuestión de la Verdad: conferencias, lecciones, exégesis, sermones, discursos, cartas y algunos poemas incluidos.
»Mi criterio de elección fue la franqueza de su enseñanza, un enfoque más didáctico e incluso más radical de la escatología cristiana. ¿Por qué ? Porque creo que la pérdida de esta escatología fue responsable de la apostasía de un gran número de cristianos, mucho antes del Concilio Vaticano II. Este es uno de los principales datos que se pueden extraer de la existencia de Leonardo Castellani. Ya no se le permitió hablar del Apocalipsis ni de la Parusía en la Iglesia.
-Castellani es un autor lingüísticamente complejo, por sus innovaciones, sus sobre-entendidos, sus dobles sentidos. ¿Cómo lo ha resuelto en el idioma francés?
-No me corresponde a mí decirlo. Hice el trabajo que tenía que hacer, con el apoyo de un buen amigo escritor de Buenos Aires, que además de facilitarme las obras y los textos de Castellani, a veces muy difíciles de encontrar, me proporcionó todo lo que necesitaba en cuanto a diccionarios: lunfardo, porteño, criollo y hasta lenguas indígenas.
Érick Audouard se define como "católico, francés, escritor, esposo, padre de un hijo... más o menos en este orden".
»En cuanto a los neologismos que Castellani gustaba de forjar, como comparto este gusto de escritor fue más bien un gran placer crear equivalentes en mi idioma. Otro amigo argentino me dijo que su madre prefería leerlo en mi traducción. Es una gran exageración, pero como se puede ver mis amigos son muy suaves conmigo.
-¿Cree que es un autor perdurable en el tiempo, a pesar de que siempre escribió muy pegado a la actualidad?
-Me parece que no estuvo muy al tanto de las noticias que pasan, sino de lo que hay detrás de la noticias y no pasa. Los eventos actuales son la ocasión de la Eternidad, o no son nada. Por supuesto que Castellani se interesó por la educación y la política, por los cambios de comportamiento y por las producciones literarias de su tiempo, pero siempre lo hizo desde un punto de vista teológico. Cuando habla de la calle, de una reforma, de un cofrade tonto o de la moda de las minifaldas, no puede evitar hacerlo sub specie æternitatis. Incluso en sus increíbles artículos periodísticos, nunca se olvida de dar la definición correcta a las cosas, para identificar sus primeros principios, para dirigirlas a sus fines últimos.
»Entonces, ¿es Castellani un autor perdurable ? Su obra es más perdurable que todo lo que se escribe hoy en día; de hecho, no creo que esté desapareciendo, sino que nos está viendo desaparecer a toda velocidad.
-¿Qué papel cree que juega la denuncia del fariseísmo en la vida de Castellani?
-Un papel central, como usted sabe. Vio la lucha contra los fariseos como el gran drama de la vida de Cristo. También fue la lucha de su propia vida, antes y después de su expulsión de la orden jesuita. No se puede leer sin encontrar en casi todas las páginas las huellas de esta lucha, cuyo mayor reto es renunciar al resentimiento, para conseguir dar un bien contra un mal. Así lo hizo, no sin gemir a veces, al darnos sus cincuenta libros, tesoro de su alma herida pero invicta.
-¿Puede ser hoy Leonardo Castellani un modelo para sacerdotes y religiosos?
-Es una cuestión difícil, que tiene que ver con la elección y la formación de los hombres de Dios. Sólo puede haber una persona a la que imitar para los religiosos, y es Jesucristo… No soy sacerdote, pero no creo que a todos los curas se les exija la prodigiosa erudición de Castellani ¡ni su genio estilístico! Pero un poco de su verticalidad y virilidad no les haría daño. Aun así, tendría que ser algo más que una parodia de virilidad, por supuesto. "Cuando era un niño, solía rezar para que los sacerdotes fueran santos", escribió: "¡Hoy rezo para que al menos sean hombres!"