El 27 de julio se cumplieron 150 años del nacimiento de Hilaire Belloc (1870-1953). Con ese motivo, su biógrafo Joseph Pearce, quien le consagró su obra El viejo trueno, fue entrevistado por Jan Franczak para el periódico polaco PCh24, texto que tomamos de la traducción inglesa publicada por Catholic World Report:
-Hilaire Belloc parece estar a la sombra de Chesterton, si bien como escritor no es menos prolífico que el autor de Ortodoxia. Robert Speaight, en The Life of Hilaire Belloc [La vida de Hilaire Belloc], cita a Sir John Squire, que dijo: "El hombre que intente supervisar los escritos de Belloc pensará que está emprendiendo la tarea de escribir la historia literaria de una pequeña nación". En Polonia se han traducido la mayoría de las obras más importantes de Chesterton, pero Belloc, en cambio, sigue siendo prácticamente desconocido. O conocido por pocos. No parece que le vaya mejor en el mundo anglosajón, ¿verdad?
-Creo que sería justo decir que Belloc sigue viviendo a la sombra de su gran amigo, G.K. Chesterton, si bien ha empezado a salir de esa sombra en estos últimos años. Cuando George Bernard Shaw etiquetó a Chesterton y Belloc, juntos, como la bestia mítica llamada Chesterbelloc, estaba reconociendo que ambos eran vistos como sinónimo el uno del otro, uno al lado del otro, iguales, en términos de estatura literaria e influencia cultural. Es, por tanto, extraño y de alguna manera injusto que Belloc haya disminuido y Chesterton haya crecido. Como he intentado demostrar con mis escritos, son compañeros de armas que deben ser considerados, de nuevo, como iguales.
-Hablando sobre escritores "que viven en la sombra": la verdad es que a la sombra de estas dos figuras imponentes se esconde un tercer escritor muy prolífico (y políglota), que era amigo de ambos y que el señor Shaw no menciona. Y como Chesterton, era un converso al catolicismo...
-Supongo que usted se refiere al grande, e injustamente olvidado, Maurice Baring, que era un gran amigo de Belloc y Chesterton, y que fue inmortalizado con sus dos amigos en el magnífico retrato de grupo de Sir James Gunn, A Conversation Piece.
En "A Conversation Piece", cuadro de James Gunn (1894-1964), se representa sentados a Chesterton (a la izquierda del espectador) y Belloc, con Baring de pie.
»En mi opinión, Baring es uno de los mejores novelistas del siglo pasado. También era un magnífico poeta. Sus novelas fueron bestsellers en el periodo de entreguerras, en Francia como en Inglaterra. Algunas de ellas, sobre todo C., La Princesa blanca [Cat's Cradle] y Robert Peckham, son clásicos de la ficción del siglo XX.
-Por lo tanto, tenemos a tres escritores que podrían proporcionar suficiente literatura a tres pequeñas naciones. Añadamos que serían naciones católicas (dos de ellos se convirtieron a lo largo del camino). No está mal para el renacimiento católico de Gran Bretaña. Esperemos que podamos tener la oportunidad de poder hablar sobre Baring y Chesterton en un futuro, pero ahora centrémonos en Belloc. Siempre que miro fotos de Belloc, me recuerda a un boxeador de la categoría pesos pesados. Era un ardiente polemista y defensor de la fe y, al mismo tiempo, un alma romántica con un sentido del humor particular si consideramos sus poemas para niños. Y su historia de amor con Elodie, su esposa, es romántica y trágica a la vez. Era poeta, novelista, historiador, periodista, apologeta católico... ¿Qué parte de su legado literario sigue siendo relevante para nosotros?
-Todo él lo es, sobre todo su poesía, sus trabajos históricos y su papel como apologeta católico.
»Como poeta, Belloc está entre los mejores del siglo XX. Como pura inquietud, está la invectiva desenfrenada de Lines to a Don [Versos a un catedrático], la respuesta injuriosa al catedrático que se "atrevió a atacar a mi Chesterton". Como puro e infatigable vigor, está la comedia ruidosa de The End of the Road [El final del camino]. Con un sentimiento aciago de la decadencia de Inglaterra, ahí está la proclama Ha'nacker Mill [El molino de Ha'nacker]. Como sentido místico del exilio vital, ahí está el anhelo yeatsiano entre fe y magia evocado de manera conmovedora en Twelfth Night [Duodécima noche]. Como danza de la melancolía y el júbilo entre "las ruinas del tiempo", ahí esta el hip, hop, clac de su brillante Tarantella.
Una curiosidad: grabación de 1932 en la que el propio Belloc canta su poema "Ha'nacker Mill", escrito en 1923.
-De los trabajos históricos de Belloc, ¿cuáles son particularmente importantes?
-Muchos de ellos, demasiados para mencionarlos todos. Escribió muchísimas biografías de personajes históricos. Su primera biografía, Danton, se publicó en 1899. A partir de ese momento siguió escribiendo biografías de figuras históricas, especializándose sobre todo, aunque no exclusivamente, en las figuras de la Reforma Inglesa. Entre ellas, Cromwell, Jacobo II, Wolsey, Cranmer, Carlos I y Milton. También publicó estudios más generales sobre todo este periodo, como Así ocurrió la Reforma, Figuras de la Reforma y la obra en cuatro volúmenes Historia de Inglaterra.
»Su legado principal como historiador abarca tres ámbitos. Primero, su trascendental enfrentamiento a H.G. Wells sobre "resumir la Historia"; segundo, su pionero rechazo de la discriminatoria historia "oficial" de la Reforma; por último, su estudio telescópico y panorámico de las "grandes herejías".
Entre 1919 y 1920, Wells publicó un "Resumen de la Historia" ilustrado y por fascículos, publicado luego en forma de volumen, que se vendió mucho y tuvo gran influencia. En 1926 Belloc publicó una obra para refutarle, donde entre otras cosas censuraba el papel marginal que concedía a la figura de Jesucristo en la Historia.
»Con el fin de evitar el esnobismo cronológico que presume la superioridad del presente sobre el pasado, causando una falta de proporción y perspectiva, Belloc creía apasionadamente que los historiadores deben analizar la historia a través de las lentes del pasado, no del presente. Deben situarse en las mentes y corazones de los protagonistas que están estudiando y, para hacerlo de manera adecuada, deben saber de filosofía y teología para poder comprender su propia disciplina académica y seguir siendo disciplinados en el estudio de la misma. La ignorancia de la filosofía y la teología significa la ignorancia de la historia.
»"En historia debemos abandonar la defensiva", escribió en 1924. "Debemos hacer que nuestros oponentes comprendan que no solo están equivocados en su filosofía y desinformados en su juicio sobre la causa y el efecto, sino que han perdido el contacto con el pasado, que es nuestro".
-Usted también ha mencionado su papel como apologeta católico...
-En Sobrevivientes y recién llegados (1929) y Las grandes herejías (1938), Belloc esquematizó la guerra de ideas que habían forjado la historia de Europa, y no solo. Es en este ámbito donde vemos a Belloc el historiador surgir, no solo como apologeta católico, sino como profeta, sobre todo respecto a sus advertencias sobre la renovada amenaza del islam.
»Casi da escalofríos que Belloc escribiera, en relación al levantamiento del asedio musulmán de Viena: "En una fecha que debería ser una de las más famosas de la historia: el 11 de septiembre de 1683". Es una fecha que, para su vergüenza, la cristiandad ha olvidado, pero que aparentemente los militantes del islam recuerdan, tal como demuestran muy claramente los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. "Siempre me ha parecido posible, e incluso probable, que el islam resurja y que nuestros hijos y nietos vean el resurgir de esa tremenda lucha entre la cultura cristiana y el que ha sido durante más de mil años su mayor oponente". Estas palabras, escritas hace más de ochenta años, no fueron escuchadas. Hoy resuenan como la sentencia de muerte de Europa.
-Fue exactamente su profecía sobre el islam lo que hizo que yo empezara a leer sus libros. Me quedé atónito. No podía creer que alguien hubiera predicho nuestro futuro de manera tan detallada en 1938. Y no parece que sea la única de sus profecías que se esté cumpliendo ahora mismo. Pienso en sus predicciones sobre los futuros ataques a la Iglesia en el mismo libro, Las grandes herejías. Especialmente cuando dice, en la última parte, titulada "La fase moderna", que "la agresión moderna no nos tolerará e intentará destruirnos". Y luego añade: "Y tampoco nosotros podemos tolerarla. Debemos intentar destruirla como si fuera el enemigo completamente equipado y ardiente de la Verdad según la cual viven los hombres. Es un duelo a muerte". Tengo la impresión de que está ocurriendo ahora, ante nuestros ojos. Tal vez la epidemia lo ha hecho más visible, por lo que quizás ha llegado el momento de redescubrir sus libros y saber qué más nos dijo hace casi un siglo.
-El análisis de Belloc de la "fase moderna" de la lucha perenne entre las fuerza de la luz y la vida (por ejemplo, la Iglesia), y las de la oscuridad y la muerte es, desde luego, poderoso y profético. También recomendaría la sección sobre "La mente moderna" de su libro Sobrevivientes y recién llegados. La comprensión que tiene Belloc de la historia intelectual y el choque de culturas, especialmente respecto a la historia del cristianismo, es sencillamente asombrosa.
»Por esta razón, sus libros Las grandes herejías y Sobrevivientes y recién llegados deberían estar incluidos en la lista de lectura de cada católico. He comparado su enfoque al de un tanque que avanza inexorablemente a lo largo del paisaje de los siglos, aplastando sistemáticamente cualquier error que encuentra en su camino.
-Sin embargo, sería honesto decir que, a pesar de escribir sobre el islam y los futuros ataques a la Iglesia católica, Belloc no siempre fue profético en sus percepciones. Me refiero a sus artículos para el periódico Land and Water durante la Primera Guerra Mundial, que lo convirtieron en el hazmerreír. Usted escribe sobre ello en su biografía, El viejo trueno. Biografía de Hilaire Belloc. ¿Qué pasó entonces? ¿Era mejor prediciendo un futuro más lejano que uno inmediato?
-¡Gran pregunta! Hay dos problemas asociados a los escritos de Belloc sobre la Primera Guerra Mundial.
»El primero es su francofilia y su desprecio y aversión por todo lo que fuera alemán en general, y todo lo que fuera prusiano en particular. Veía el espíritu militar e imperialista prusiano como la maldición de su época o, por lo menos, como una de las principales maldiciones en una época plagada de maldiciones variopintas. Al haber nacido en el año de la Guerra Franco-Prusiana, que obligó a su familia a exiliarse, Belloc tenía buenas razones para sospechar del militarismo prusiano, pero permitió que su amor por su Francia natal y su prejuicio contra Prusia nublara su juicio respecto a la guerra. Era demasiado partidista y, por tanto, demasiado ultranacionalista para ver las cosas con claridad.
»La otra razón para su juicio erróneo era su conocimiento de la historia militar, que si bien era extenso, no tuvo en cuenta los nuevos avances tecnológicos en el campo militar. Su análisis de la estrategia militar era más adecuado para las guerras napoleónicas del siglo anterior que para la situación de las trincheras y los nuevos métodos industriales militares.
»En resumen, era demasiado parcial para ser objetivo. Y estaba demasiado arraigado en un pasado anticuado respecto a la historia militar para ser relevante.
-Hilaire Belloc podría ser uno de los patronos de la unidad europea. Pero dudo mucho que apoyara la Unión Europea en su formato actual, si bien él predijo que un día los países europeos intentarían conseguir la unidad que había sido destruida por la revuelta protestante. Su visión de Europa era totalmente distinta a la visión de los burócratas europeos. En su libro Europa y la fe, publicado exactamente hace cien años, dos años después del fin de la Primera Guerra Mundial, afirma: "La Iglesia es Europa; y Europa es la Iglesia". Sus palabras son más controvertidas ahora que cuando las escribió. Al final del mismo libro, añade: "Europa volverá a la fe, o perecerá". ¿Votaría Belloc a favor del Brexit? Él creía que si Inglaterra no lo hacía, Europa probablemente mantendría su unidad.
-Belloc sentiría aversión por este fundamentalismo secular de la Unión europea y, probablemente, lo consideraría una parodia demoníaca de la "Europa de la Fe" que él había imaginado. No puedo evitar creer que él hubiera estado a favor de desmantelar esta Unión Europea corrupta y anticristiana.
»Como hombre que se consideraba un patriota de Sussex (un condado situado en la costa sur de Inglaterra), tal como ilustran algunos de sus mejores poemas y su maravilloso libro The Four Men [Los cuatro hombres], él creía en la lealtad a entidades culturales del tipo y tamaño de los condados, que forman parte de Europa en la medida en que son parte de la Cristiandad. Se habría horrorizado al pensar que Sussex pudiese ser gobernado desde Bruselas, dado que ¡ya le molestaba que fuese gobernado desde Londres!
»Temo que los llamados europeos modernos no comprenderían en absoluto su actitud: nacido en Francia, con un nombre francés, un patriota de Sussex, inglés hasta la médula, un hombre que lamentaba la destrucción de la unidad europea causada por la revuelta protestante y enamorado de Europa como ninguno, un político –horribile dictu!– que iba con su rosario a los mítines electorales. Para ellos, ser europeo significa olvidarse de la propia identidad nacional.
-Belloc también se habría sentido horrorizado ante la actitud de ciertos jerarcas católicos que celebraron el quinto centenario de la Reforma. ¿O no?
-Belloc y su buen amigo Chesterton, siguiendo las huellas de los grandes Papas que fueron sus contemporáneos, desde León XIII a Pío XI, comprendieron claramente el peligro que suponía para la Iglesia y la sociedad la herejía del modernismo. Fue Chesterton el que dijo eso de que "no queremos una Iglesia que se mueva con el mundo, sino una Iglesia que mueva al mundo".
»La ortodoxia católica mueve al mundo; la herejía modernista se mueve con el mundo. La primera sirve al Heiliger Geist [Espíritu Santo]; la segunda al Zeitgeist [Espíritu del Mundo]. ¡Nadie va al cielo sirviendo al Zeitgeist! Belloc, como siervo del Espíritu Santo y como indómito enemigo del Espíritu del Tiempo, es un soldado de Cristo, un guerrero de la Iglesia militante en el combate perenne con el Señor del Mundo. Por esta razón, es un testigo de la verdad y un aliado para todos los cristianos de verdad que siguen creyendo y proclamando que la Iglesia y los santos siempre han creído y anunciado.
»En el momento del Juicio Final, preferiría estar en la situación de Belloc que en la de esos obispos modernistas que sirven de boquilla a la Iglesia mientras se arrodillan ante el Señor del mundo. Lo único que hay que sea peor que un lobo ¡es un lobo con piel de cordero!
-Hablando de modernismo. Da la sensación de que estamos siendo testigos, hoy en día, del eclipse de la razón. Belloc escribió en su libro The Catholic Church and History [La Iglesia católica y la Historia] (1926): "No escribo para modernistas -es decir, para personas que piensan que una proposición puede ser, a la vez, verdadera y falsa-, sino para hombres de sana tradición que admiten la lógica como un tribunal de sutil apelación en cuestiones de la mente. Porque nosotros, los católicos, consideramos la razón como algo supremo en su ámbito y no admitimos nada que sea contrario a ella". Sus palabras me recuerdan a unas parecidas del arzobispo Fulton J. Sheen, que en su libro Old Errors and New Labels [Viejos errores y nuevas etiquetas] (1931) escribió: "Se acusa a la Iglesia de ser enemiga de la razón; en realidad, es la única que cree en ella". ¿Podríamos decir que, para Belloc, la Iglesia católica era la única defensora de la sensatez y la razón?
-Como hombre que tenía una comprensión profunda de la fe, Belloc sabía que la Iglesia católica siempre había insistido en el matrimonio indisoluble entre fe y razón. La fe que se divorcia de la razón se convierte en un sinsentido numinoso; la razón que se divorcia de la fe se convierte en un sinsentido irracional.
»Por consiguiente, nuestra orgullosa época, que se jacta de su supuesto racionalismo, se ha deslizado hacia un relativismo radical en el que cada uno de nosotros "se autoidentifica" como quiere (como hombre, mujer, caballo, bicicleta), independientemente de los límites impuestos por la realidad física. Dicho "racionalismo" irracional ha llevado, en última instancia, al nihilismo y su consecuencia, que es la desesperación. Los que no se suicidan, como individuos o como sociedad, saldrán de este sinsentido nihilista y recuperarán su sentido común. Una vez que esto suceda, quienes buscan el sentido común descubrirán la unión de fides et ratio en las enseñanzas de la Iglesia, lo que será para ellos un oasis en el desierto que les ofrecerá el agua y la razón que dan la vida. De hecho, descubrirán que sensatez y santidad son sinónimos.
-En uno de sus ensayos usted cita a Belloc cuando dice: "Una cosa en este mundo es distinta a todas las otras. Tiene una personalidad y una fuerza. Se la reconoce y, cuando es reconocida, se la ama u odia violentamente. Es la Iglesia católica. En ese hogar el espíritu humano tiene techo y chimenea. Fuera de él, está la Noche". ¿Sería correcto decir, entonces, que para Belloc la mera existencia, la unicidad de la Iglesia católica -a pesar de sus errores humanos y con algunos sacerdotes siguiendo los pasos de Judas- es una de las pruebas más importantes de la fe católica?
-Belloc veía a la Iglesia en su plenitud y en términos sobrenaturales. La veía como el Cuerpo Místico de Cristo, no solo en la tierra y en el tiempo, sino también en el purgatorio y en el cielo, más allá del tiempo. Veía a la Iglesia como deberían verla todos los católicos: como la Iglesia triunfante en el cielo, la Iglesia que sufre en el purgatorio y la Iglesia militante en el tiempo y el espacio.
»Cuando vemos y comprendemos la Iglesia en su significado sobrenatural, es fácil ver que las puertas del infierno no prevalecerán. Esta es la razón por la que la Iglesia es lo único en este mundo que es distinto al resto. Es por esta razón por la que tiene personalidad y fuerza. Es la personalidad de Cristo y la fuerza de Su Reinado. Esta es la razón por la que se la ama o se la odia, igual que Cristo mismo fue amado u odiado. Y esta es la razón por la que la Iglesia es el hogar del espíritu humano. Es el Hogar. Fuera de la Iglesia está la Noche, un estar sin hogar eterno.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
Artúculo de hemeroteca publicado en Religión en Libertad el 10 de agosto de 2020.