Los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han llamado al pueblo judío "nuestros hermanos mayores en la fe". Jesús, María, José, los apóstoles... todos ellos nacieron como judíos. Los primeros cristianos fueron judíos. Es indudable la influencia que ha tenido, y tiene a día de hoy, el judaísmo para el cristianismo. Sin embargo, aunque exista una continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, es evidente, también, que hay una ruptura.
El judío converso al catolicismo Jean-Marie Élie Setbon así lo explica en una serie de puntos en su libro De la kipá a la cruz, de Rialp. Bautizado en la Iglesia Católica en 2008, Setbon nació en una familia judía francesa no practicante. De joven viajó a Tierra Santa y allí llegó a hacerse ultraortodoxo. Mientras su corazón "le llevaba hacia Jesús, su cabeza se resistía y su identidad judía pesaba más". Un día dejó caer el velo de sus ojos, abrazó la Iglesia y empezó a apreciar la riqueza genuina del cristianismo. (Puedes adquirir el libro en este enlace).
La fe y la ley
"A veces me preguntan qué distingue la fe judía de la fe cristiana. No se habla de fe judía, pues en el judaísmo lo que se pone en práctica es la ley. El régimen cristiano es la fe en Cristo; el régimen judío es la Ley de Moisés. Eso no quiere decir que no haya fe en los judíos, por supuesto que sí, pero es mucho menos ostensible, pues lo esencial es la práctica de la Ley", comenta Setbon.
El pueblo y el hombre
"En el judaísmo Dios no sale al encuentro de un hombre, sino de un pueblo. Esto puede parecer teórico, pero es algo que lo cambia todo en la vida cotidiana. El judaísmo se construye al rededor de la noción de pueblo y no de persona. Para los judíos es el pueblo el que es elegido; para los cristianos, cada hombre y cada mujer. En el monte Sinaí, Dios se dirige al pueblo hebreo por mediación de Moisés, pero no viene a hablar a cada uno individualmente", relata el converso.
En este sentido habla de la importancia de las grandes figuras judías. "Dios se dirige personalmente a Abrahán, es verdad. Pero Abrahán no es el gran hombre del judaísmo, tiene menos importancia que para los cristianos. Es Moisés el que ha transmitido la Ley, el fundador del judaísmo, la referencia absoluta", asegura.
Para Setbon, Cristo, en cambio, va al encuentro de las personas, una por una. "Interpela a cada uno, allí donde está: Simón Pedro, la Samaritana, María Magdalena, Zaqueo... tú y yo. En el cristianismo Dios me mira y, con esa mirada, me da su amor, sus gracias. Tengo la experiencia de que no se puede amar 'el nosotros', a los demás, a la humanidad, más que estando en relación de amor con Dios", explica.
Libertad o imposición
Por ello argumenta que el amar a Dios y al prójimo debe ser siempre algo voluntario. "Se tiene el mandamiento de amar a Dios, pero ¿se puede mandar a alguien que ame? El amor no resiste una imposición. Se invita a amar amando. Al tomar conciencia del amor de Dios por mí, en los acontecimientos de mi vida, quiero serle fiel y amarle", comenta.
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Perfección o gracia
"Cuando era judío no creía que Dios me pudiese amar tal como soy. Ahora, lo creo. Aunque el cristiano debe luchar para ser mejor, no se apoya solo en sus fuerzas. El esfuerzo del cristiano cuenta con la oración, este cara a cara con Dios, en el que busca entrar en relación con Él. En el judaísmo, por así decirlo, yo remaba. Era por mis fuerzas y mi mérito, aunque creyese que Dios me ayudaba, como podía llegar a ser justo. El cristiano cree que Dios trabaja en él. Su labor es dejarle actuar y dejarse hacer", argumenta Setbon.
Como es Jesús quien actúa, puede revelarse a quien quiera, incluso a los más pequeños o pecadores. "En el judaísmo, para que Dios se revele a un hombre, debe ser puro, sabio, formado en la mística, escrupuloso en el cumplimiento de las leyes. Acordaos de las palabras condescendientes de los fariseos sobre Jesús: ¿No es este el hijo del carpintero?", recuerda.
Por Dios o en Dios
"'Ya no os llamo siervos, os llamo amigos', dice San Juan. Jesús nos llama a todos a la amistad con Él. Más aún, como dice San Pablo, Jesús es nuestro hermano mayor. ¡Dios, nuestro hermano! Eso es impensable en el judaísmo, según el cual todas las noches somos juzgados mientras dormimos. Nuestra alma es juzgada por Dios, y si la balanza se inclina al lado bueno podemos continuar viviendo y acumular puntos practicando la Ley. No hay relación de intimidad y amistad con Dios en lo cotidiano cuando se es judío, salvo para algunos grandes justos de los que nos hablan los libros santos", comenta.
Mientras que, para los cristianos, ocurre justo lo contrario. "'Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios', dice San Irineo. En el judaísmo es diferente: yo hago cosas por Dios. Pero no participo realmente en su vida divina. Jesús ha dicho: 'Permaneced en mí y yo en vosotros'. Lo esencial es esta relación con Dios", explica Setbon.
El gran perdón o el perdón cotidiano
"Es claro que el perdón existe también en el judaísmo. Pero no se vive completamente más que en Cristo, que nos pide perdonar setenta veces siete la misma ofensa a la misma persona. Es decir perdonar incansablemente. Pero no puedo perdonar por mis fuerzas. Si consigo perdonar, no puedo enorgullecerme, es la gracia de Dios la que actúa en mí. En el judaísmo, en cambio, se pide perdón una vez al año en Yon Kippur. Yo recibía una nota de alguien que me pedía perdón, pero durante el año no había nada que tuviera que ver con el perdón", asegura.
Para Setbon, Jesús va más allá de toda lógica humana. "Perdonar es una manera de vivir cada día. Antes de venir a verme, puede decirnos Jesús, si tienes un conflicto con tu hermano, ve a reconciliarte con él y luego vienes. Jesús nos pide incluso perdonar y amar a nuestros enemigos. Esta idea es completamente extraña para el judaísmo. Se odia a los enemigos", afirma.
El sacramento de la confesión tampoco existe en el judaísmo. "Es maravilloso, nos podemos confesar con cualquier sacerdote, se dice todo y se perdona todo. Nunca había podido hablar de mi intimidad con un rabino. La mirada de un rabino y la de un sacerdote son completamente diferentes. Los judíos no se confían al rabino a corazón abierto, por miedo a ser juzgados por la comunidad", relata Setbon.
La comunidad o el mundo
"Las 'Madre Teresa' no existen en el judaísmo. En el judaísmo ortodoxo no se encuentran mujeres que vayan a las chabolas a cuidar a las personas, sin distinción de religión, sencillamente para darles amor gratuitamente, compasión y consuelo. Porque el acento está puesto más en la relación con la Ley que en la relación de persona a persona. Nunca he oído a un rabino decir que debía hacerme servidor de mi hermano. Eso no quiere decir que entre los judíos no haya ayuda mutua", afirma.
Pero "Jesús nos pide mucho más que ayudar al que es de los nuestros". "Al hacerme cristiano aprendí a amar al otro, como es, y no solo como miembro de mi comunidad. Esto ha sido una revolución. Hoy soy sensible a todo lo que sucede en el mundo, y no solo en el mundo judío. Antes no sentía necesidad nada más que de rezar por el pueblo judío. Rezar espontáneamente por todos los que sufren no se practica. Para Saulo, Dios solo oye las oraciones de los judíos: para Pablo, Dios escucha a todo el mundo", comenta Setbon.
Oración codificada u oración espontánea
"En el cristianismo cada uno puede vivir el silencio interior con Dios y en Dios, durante una misa o un retiro, o en el secreto del cuarto. En el judaísmo nunca oí hablar de una relación personal con Dios. Se nos habla de Dios a través de la teología, mediante la exégesis de los textos. Pero se estudia a Dios como un objeto de ciencia. Ser solamente una gran cabeza en teología no nos hace crecer en el amor. La teología está al servicio de la contemplación", explica.
¿Qué es más facil, ser judío o cristiano?
"Me parece que Pedro, Juan, Esteban o Pablo no escogieron el camino fácil cuando siguieron a Cristo después de su muerte. Un cristiano solo es un cristiano en peligro. No basta tener una familia. La vida cristiana, si queremos vivirla plenamente, es más exigente humanamente, pues el amor pide una superación continua del sí, compromete todo el ser, y eso no lo exige la práctica de la Ley", comenta.
En este sentido, destaca la soledad a la que se puede ver sometido un cristiano. "Cuando un cristiano cae en un pozo existencial tiene la impresión de estar en el vacío. No hay nada a lo que agarrarse salvo a Dios. Un judío se agarra siempre a la práctica de la Ley, que marca cada hora de su jornada. Un cristiano no tiene más que los brazos de Jesús. Ser cristiano me ha permitido encontrarme conmigo mismo, y verme tal como soy, débil. En el judaísmo se interpone la Ley. Uno nunca está ante sí mismo, en su desnudez. Está ante la Ley", relata.
Dios de Moisés o Dios de Jesús
Se suele creer que el Dios de los judíos es el mismo que el de los cristianos, por supuesto que sí, lo es, pero no del todo. "Depende del punto de vista en el que nos situemos. Un Dios trinitario no es concebible en el judaísmo, ni un Dios que se una a mí en mi humanidad pecadora, ni un Dios que se hace hombre y dice que no ha venido a ser servido sino a servir, ni un Dios que muere por amor a mí, ni un Dios que no condena sino que salva, ni un Dios que me ama y me toma tal como soy, con mis limitaciones, ni un Dios que respeta mi elección y no se me impone", explica.
Para Setbon es importante darle todo el protagonismo a Dios. "La idea de un Dios que me ha amado primero, antes de que yo haya hecho nada por Él, no es familiar a los judíos. En el judaísmo para que Dios me ame debo cumplir al pie de la letra la Ley y cuanto más practique la Ley más amado por Dios seré. Es un doy para que des", comenta.
El converso termina con unas bonitas palabras sobre estos dos credos que están profundamente entrelazados. "El cristianismo es al judaísmo lo que un hijo para su madre. Siempre será su hijo y la honrará, pero para poder vivir deben separarse. Solo entonces el hijo aportará algo nuevo", concluye.