El primer gran trabajo documental sobre la Virgen de Guadalupe lo escribió en 1648 un sacerdote diocesano, Miguel Sánchez (1596-1674), natural de la Nueva España: Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe. Milagrosamente aparecida en la ciudad de México. Celebrada en su historia, con la profecía del capítulo 12 del Apocalipsis. Habían pasado más de un siglo desde la aparición en 1531 al indio Juan Diego (canonizado en 2002) y el milagroso estampado de Nuestra Señora en la tilma del devoto indio ante los ojos del obispo fray Juan de Zumárraga.
Sánchez había estudiado en la Universidad de México, a cuyo cuerpo docente quiso incorporarse, sin éxito a pesar de su buena fama como hombre docto y con dotes oratorias y la excelente formación que había evidenciado en teología patrística. Era capellán de la Virgen de los Remedios (la imagen más antigua que se veneraba en el virreinato, traída por un soldado de Hernán Cortés) cuando en 1662 le ofrecieron también serlo de la de Guadalupe. Desde entonces y hasta su muerte vivió una vida de oración en un lugar cuya historia original conocía también, y de hecho fue enterrado en la basílica.
Los Padres en la tradición guadalupana
Como ya indica el título de su obra más célebre, este buen sacerdote novohispano hizo algo más que reunir todas las pruebas documentales que fundamentan la devoción a la Virgen de Guadalupe. También llevó a cabo su interpretación teológica -que, en lo sustancial, se ha mentenido- identificando los rasgos de la mujer descrita en Apocalipsis 12 con la hoy patrona de las Américas en base a los escritos de San Agustín (cuyas obras conocía de memoria) y otros Padres de la Iglesia, otorgando así un fundamento patrístico a la tradición guadalupana.
Así, Sánchez ve el primer versículo de dicho capítulo del último libro del Nuevo Testamento ("una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, una corona de doce estrellas sobre su cabeza") un perfecto paralelismo con la imagen de Guadalupe: "La túnica es talar, en los claros de rosado muy claro y en los oscuros de carmín muy apretado … El manto es de color azul celeste… Está la imagen toda como en nicho o tabernáculo, en medio de un sol, que forma por lo lejos resplandores de color amarillo y naranjado. Está a los pies una media luna… y en su medio recibe todo el cuerpo de la Virgen… La corona real que asienta sobre el manto, con puntos o almenas de oro sobre azul".
La conquista de América se hizo para ella
Esta interpretación había de servir además a Sánchez para vincular el manto de Juan Diego con el nacimiento de la Iglesia en América, según recordaba recientemente un teólogo norteamericano. Del mismo modo que la Mujer del Apocalipsis tiene "un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada" (versículo 6), las tierras americanas son ese paraíso preparado por Dios para su madre: "Nuestra prodigiosa mujer luciendo a un mismo tiempo todas las luces y bajándolas a su tierra quiera fundar en ella un nuevo paraíso. Desempeño de aquestos piadosos pronósticos sois vos esclarecida señora, María Virgen y soberana Madre en vuestra imagen milagrosa de Guadalupe".
Es más, añade Sánchez: "que los conquistadores ganaron esta tierra, hacienda oficio de ángeles, para que ganada y reducida a la fe, la pusiesen en manos de Dios… que la dicha de conquistarse esta tierra, era porque en ella se había de aparecer María Virgen en su santa imagen de Guadalupe, con que enteramente pudiesen ellos cantar la Victoria".
El hallazgo teológico de Sánchez
La importancia del libro de Sánchez no es pues, según los estudiosos, sólo que documentase el milagro y la aparición, ni que los interpretase situando a la imagen como patrona de la evangelización que estaba en curso en el continente, sino que hacía todo ello desde un exacto y preciso conocimiento de la Patrística, en todo comparable al que por entonces lucían los mejores teólogos de Europa, señal del desarrollo cultural que vivían entonces las Españas americanas.
Lo cual ha sido visto por algunos autores como un hallazgo universal, en el sentido de aplicar la sabiduría de los Padres de la Iglesia no sólo a la interpretación de las Sagradas Escrituras, sino también a la interpretación de las realidades contemporáneas, para intentar descifrar en ellas la Palabra de Dios.
Publicado originariamente en Cari Filii News en enero de 2015