En verano de 1922 las autoridades soviéticas empezaron a detener intelectuales incómodos en las principales ciudades rusas, y en septiembre y noviembre los deportaron en varios barcos, que serían conocidos como "el vapor de los filósofos".
Muchos eran figuras cercanas a distintos tipos de socialismo, pero no eran dóciles al Partido bolchevique. Otros exploraban nuevas formas de ser cristiano, ortodoxo y ruso. En diciembre iba a nacer oficialmente la Unión Soviética, tras cinco años de guerra civil, y el régimen comunista no quería mentes libres y molestas que señalasen fallos (como en las hambrunas de 1921).
Lenin en persona había preparado una lista durante el verano. A muchos -poetas, filósofos, rectores de universidad- se les daba a elegir: ser fusilados o bien ser deportados por tres años (pero fusilados si intentaban volver). Podían llevar una maleta y dinero de bolsillo mínimo (lo que hoy serían 20 euros). Nada de joyas, ni iconos religiosos, ni más dinero.
Rusia perdía así a sus mayores filósofos y literatos. Fue la deportación planificada, y no la pobreza o la guerra civil, lo que acabó destruyendo la Edad de Plata de la Cultura rusa (la de Oro fue el siglo XIX).
En nuestros días de amenazas woke, de debates cancelados en universidades, de prensa dócil y consignas (exacerbadas más aún con la guerra de Ucrania), no parece que muchos vayan a atreverse a recordar el Centenario del Barco de los Filósofos. No en Rusia, ni fuera de Rusia. En YouTube, por ejemplo, no se encuentran vídeos del barco de los filósofos ni en español, ni en inglés ni en francés.
El mundo nuevo soviético empezaba expulsando a los pensadores y artistas. Se recuerda la frase de Lev Trostki, mano derecha de Lenin en esa época, al respecto de los intelectuales deportados: “Echamos a esa gente porque no había pretextos para fusilarlos a todos y no había posibilidad alguna de tolerarlos”.
La Edad de Plata: los literatos
Para entender lo que se destruyó, hay que entender la gran riqueza cultural del momento. En los primeros 20 años del s.XX, Rusia sufría un gran atraso técnico, social e industrial en inmensas regiones del país, pero en Petrogrado, Moscú y Odessa florecía exuberante la cultura, la filosofía y la literatura. Por ejemplo, la literatura (poesía, teatro, novela, cuento) ofrecía distintas corrientes:
- El simbolismo: a menudo combinaba interés por la filosofía de Schopenhauer, Nietzsche y Spengler, lo mezclaba con misticismo y ocultismo, y luego buscaba reconciliarse con el cristianismo ortodoxo, en una búsqueda del alma rusa. Ahí militaban figuras literarias como Innokienti Ánnienski, Vladímir Soloviov (1853–1900), Vasili Rózanov (1856–1919), Dmitri Merezhkovski (1866–1941) y Zinaida Guippius, Konstantín Balmont (1867–1942), Valeri Briúsov (1873–1924), Fiódor Sologub (1863–1927), Andréi Bely (1880–1934) y Aleksandr Blok (1880–1921), Vyacheslav Ivánov, y los poetas Maksimilián Voloshin y Mijaíl Kuzmín.
- El futurismo: alabanza de la máquina, la modernidad, experimentación literaria atrevida... Los futuristas escandalizaron con su manifiesto "Bofetada al gusto público" de 1912. En ello estaban David Burliuk, Velimir Jlébnikov, Alekséi Kruchiónyj, la primera parte de la obra de Vladímir Mayakovski, Vasili Kamenski, Ígor Severianin (Ígor Lótarev), primer Nikolái Aséiev, primer Borís Pasternak.
- El Acmeísmo: una versión rusa de lo que en España e Hispanoamérica llamaban modernismo; evocación de países exóticos, lánguidos escapismos, parnasianismo y belleza estética; atraía a poetas, cuentistas y dramaturgos; ahí estaban la primera Anna Ajmátova, Nikolái Gumiliov, primer Ósip Mandelshtam, Serguéi Gorodetski, Gueorgui Ivánov, Irina Odóyevtseva;
- los "Nuevos Campesinos": era poetas y escritores que buscaban el alma rusa en el campesino, el campo, el hombre no corrompido; podían ser autores bastante religiosos, pero ansiando innovación y reforma; eran autores como Serguéi Esenin, Nikolái Kliúiev, Serguéi Klychkov (1889-1937), Piotr Oreshin (1887-1938), Aleksandr Shiriáyevets (1887-1924).
- los escritores realistas: usaban una prosa lírica y buscaban la esencia de la vida cotidiana, no renunciaban a la filosofía ni belleza. Curiosamente, muchos de estos salvaron la vida huyendo antes de la deportación de 1922 (Iván Bunin, Aleksandr Kuprín, Iván Shmeliov), otros consiguieron ser útiles al régimen comunista como Alekséi Nikoláyevich Tolstói o Maksim Gorki.
La Edad de Plata: filósofos que eran teólogos
Quizá más interesantes, creativos y eclécticos que los literatos eran los filósofos. Eran muy distintos a los que podías encontrar por Europa Occidental.
Muchos se consideraban "nietos de Dostoyevsky" y una especie de "sobrinos" del filósofo Vladimir Soloviev (1853-1900), un ortodoxo deseoso de trabajar por la unidad espiritual de Europa, que se hizo católico e inspiró a muchos (y escandalizó a otros). Los filósofos de la Edad de Plata eran originales, heterodoxos, creativos. Conocían la filosofía moderna, cínica y desencantada de Occidente, y no les gustaba. Habían militado en utopías ateas y fantasiosas o chaladuras nihilistas y las dejaron porque vieron que eran dañinas. A veces habían explorado orientalismos.
Muchos de ellos eran conversos, habían vuelto a Cristo tras buscar en otras fuentes.
Buscaban una espiritualidad cristiana y ortodoxa renovada, que la jerarquía no ofrecía (recordemos que desde Pedro el Grande, el zar, a imitación de los vecinos reinos luteranos, tenía un "ministro de religión", un funcionario laico con corbata y chaqueta, que era quien de verdad controlaba la Iglesia). Pocos eran realmente zaristas de vieja escuela: proponían más libertad para (y en la Iglesia) y más participación para el pueblo. A muchos se les ha acusado de falta de sistematicidad, pero a casi ninguno se le ha considerado poco original.
Las grandes figuras filosóficas fueron el prolífico Nikolái Berdiáyev, Serguéi Bulgákov (filósofo, teólogo y sacerdote ortodoxo desde 1918), Semión Frank (filósofo de origen judío, bautizado a los 35 años), Pável Florenski (sacerdote científico, genial y algo heterodoxo que moriría en el gulag), Borís Vysheslávtsev, Nikolái Lossky, Fiódor Stepún, Piotr Struve, Iván Ilyín, Lev Karsavin, Lev Shestov, Serguéi Trubetskói y Yevgueni Trubetskói, Vladímir Ern, Alekséi Lósev, Gustav Shpet, Dmitri Merezhkovski y Vasili Rózanov.
Jóvenes apasionados por la literatura
En 1919, en plena guerra civil, en la residencia de la Casa de las Artes vivían unos 60 artistas, incluyendo al poeta Nikolai Gumiliov (que sería fusilado en 1921), autores dóciles al comunismo que vivirían hasta la ancianidad (Nikolai Tijonov, Olga Forsh, Mijail Slonimsky, Mijail Zoshchenko) y Osip Mandelshtan, poeta acmeísta que murió deportado al gulag en 1938 (su esposa salvó su obra memorizándola y viajando siempre para no ser detenida). Casi no había azúcar para el té en el comunismo de guerra, pero había té, y con él, poesía, filosofía, literatura y teatro.
Una figura interesante de la época es Yevgueni (Eugenio) Zamiatin (1884-1937), que no decidió exiliarse hasta 1931. Es famoso por su novela "Nosotros" (de 1921, pero censurada; fue popular desde su edición francesa de 1929). Se considera la primera de ciencia ficción distópica, e influyó en Aldous Huxley y en George Orwell. Era hijo de un sacerdote ortodoxo, había sido ingeniero naval y bolchevique en su juventud. En 1919 tenía 33 años y acudía a todas las fiestas literarias de Petrogrado. Había hambre en la ciudad y en Rusia, por la guerra civil y revueltas, pero los literatos disfrutaban de su arte. De esa época, 1919, tras la Revolución pero aún sin persecución a los intelectuales, escribió:
"Había una epidemia de formación cultural en la Petrogrado tiritante, hambrienta y golpeada por el tifus. La literatura en sí misma no era educación, y por esa razón los poetas y escritores se convertían en conferenciantes. Había una extraña moneda: las raciones de comida, que se adquirían sustituyendo las clases por poesía y novelas". Era una explosión de interés juvenil y adulto por la cultura pese a la guerra, el hambre y la revolución.
Había esos años otros espacios culturales bastante libres, como la Academia Libre de Cultura Espiritual del filósofo Nikolai Berdyaev en Moscú. En Petrogrado había otra asociación de filosofía y debate llamada Wolfila, que era bastante pro-socialista, pero no suficientemente bolchevique.
Los primeros signos de persecución
El gran libro histórico sobre los "barcos de los filósofos" es "La guerra privada de Lenin; el vapor de los filósofos y el exilio de la inteligentsia", de Lesley Chamberlain (2008). Ahí desgrana varios precedentes inmediatos, anteriores a la deportación.
Un primer signo de que algunos iban a ser ejecutados lo vieron cuando en agosto de 1921 fue fusilado el poeta Nikolay Gumiliov, con otras 60 personas, acusado de implicarse en una inexistente conspiración zarista.
Había sido oficial en la Primera Guerra Mundial y era poeta acmeísta (enamorado del exotismo africano). En 1917 había escrito una peculiar obra de teatro ambientada en la Islandia del siglo IX, sobre el choque entre paganismo y cristianismo. En 1920 cofundó la Unión de Escritores de toda Rusia y tenía muchos amigos.
Pero no ocultaba su opiniones anticomunistas, acusaba a los bolcheviques de analfabetos y una vez se le vio hacer la señal de la cruz en público. Zamyatin explica que el influyente escritor Maksim Gorki intentó salvar su vida y que el funcionario implicado, al ver que podía llegar a salvarse, aceleró el fusilamiento. La ex-esposa de Gumiliov, la poetisa Anna Ajmatova, pasó a ser una paria, y su hijo, Lev sería detenido en los años 30 y enviado a 20 años de gulag.
Otro momento clave fue la hambruna de 1921. Durante ese año, el hambre azotó la Rusia bajo control rojo, especialmente en el Volga. El Patriarca Tijon ordenó a la Iglesia Ortodoxa volcarse en la lucha contra el hambre y creó un comité llamado el Pomgol (abreviatura de "ayuda contra el hambre"), en la que participaban científicos, artistas e intelectuales (incluyendo ateos y agnósticos), gente de Iglesia y oficiales del Gobierno. Participaron 73 representantes de la vida pública: la hija de Tolstói, Alexandra; el último secretario del escritor, Valentín Bulgákov, el director teatral Konstantín Stanislavski o los escritores Boris Zaitsev y Mijaíl Osorguín. Ese Pomgol consiguió que llegaran ayudas contra el hambre del extranjero, incluso de EEUU. Maxim Gorky era uno de los intelectuales más implicados.
Pero en julio de 1921 el Gobierno bolchevique creó otro Pomgol, totalmente controlado por él, desbandó el Pomgol del Patriarca y aprovechó para confiscar bienes eclesiales y los recursos contra el hambre. Lenin pidió a Stalin y al Politburó que detuvieran a muchos de los miembros del comité de ayuda (prácticamente a todos los que no fueran declaradamente comunistas) y así se hizo el 27 de agosto de 1921. Era la primera vez que detenían a varios intelectuales a la vez, con acusaciones de lo más variado. La más común era "usar el comité para promocionarse en el exterior y lanzar mensajes anticomunistas". A algunos se les condenó a muerte, pena "generosamente" conmutada con el exilio (para evitar problemas internacionales mientras se negociaba el reconocimiento de la Unión Soviética que iba a nacer).
La realidad es que a Lenin y los bolcheviques no les gustó ver que había una sociedad civil capaz de organizarse (escritores, técnicos, cristianos) al margen del Partido. Los intelectuales, se convenció Lenin, eran un problema. ¡Eran capaces de hacer cosas, no solo filosofar!
El funeral del poeta Blok, el cierre de espacios libres
El 7 de agosto de 1921 murió el poeta Aleksandr Blok, la gran figura poética de la Edad de Plata. Había sido un entusiasta de la Revolución por un tiempo, pero para 1921 estaba más que desilusionado de revoluciones. Las autoridades comunistas no le habían dejado ir a Finlandia a recibir un tratamiento. Se organizó un funeral público, con procesión fúnebre... pero todos vieron que allí faltaban muchos intelectuales presos o deportados.
Procesión funeral del poeta Alexander Blok en verano de 1921 en Petrogrado; incluso con clérigos; aún no había persecución total contra los eclesiásticos y sus servicios; llevaban el féretro a hombros Andrey Bely, Pyast y Zamiatin; Zamiatin después escribió: "ahí estaba todo el petrogrado literario, y se hizo evidente qué pocos quedábamos".
Y después se fusiló a Gumiliov y sus 60 compañeros. “Es el final… nos quedaremos solos… estamos perdidos”, escribía Nina Berbérova en sus memorias. Tenía 21 años y ya veía que las maniobras para salvar vidas de intelectuales que intentaban Gorki y Anatoli Lunacharski (comisario de Cultura, famoso por organizar el "fusilamiento de Dios" un par de años antes, ReL lo cuenta aqui) ya no aplacaban a Lenin. Nina y su marido el poeta Vladislav Jodasevich huyeron a París en 1922, antes de la deportación y salvaron la vida. Ella escribió memorias, él dejó de escribir, y se separaron en 1932.
En la segunda mitad de 1921 se fueron cerrando editoriales, revistas y las asociaciones de artistas y escritores donde uno podía cambiar versos por sopa, bocadillos y té. Y se creó la Glavlit, el órgano de censura literaria de la URSS, encargada de asegurarse que todo lo que se publicase fuera acorde al régimen bolchevique. Lo primero que censuraron (es decir, impidieron que llegara a imprenta) fue "Nosotros", de Zamyatin.
Algunos intelectuales se marcharon entonces, y pudieron llevarse sus cosas. A otros se les invitó a irse, declarando excusas médicas. Lenin, "amigo" de Gorki, le sugirió a Gorki que se fuera al extranjero: salió rápidamente en septiembre de 1921 con su familia y fue a la Italia fascista donde estuvo diez años. Luego volvería.
El último paso que convenció a Lenin fue una serie de huelgas en universidades y escuelas técnicas de Moscú, Petrogrado y Kazán que pedían más libertad en el currículo, mejor sueldo y condiciones para los profesores, además de unas protestas del gremio de médicos por la ineficacia en el sistema sanitario y falta de autonomía para organizarse. La protesta médica la resolvió rápido: deportó a los médicos a zonas inhóspitas del Turkestán.
Y para todos los demás, empezó a preparar las listas que en 1922 formarían "el barco de los filósofos".
Las listas y los oficios
Mientras duró la guerra civil de los rojos contra las distintas facciones de los blancos, los bolcheviques no podían dedicarse al control férreo de la intelectualidad. Pero hacia 1922 la guerra ya estaba casi ganada. Era el momento de deportar y amedrentar. Como en la cultura woke, el objetivo era lograr la aquiescencia o el silencio.
El 12 de marzo de 1922 Lenin difundió su artículo “Sobre el significado del materialismo militante”, dejando claro lo que pensaba hacer un poco más adelante con los intelectuales: “[...]hace ya mucho tiempo que [la clase obrera] habría enviado, de la forma más correcta posible, a semejantes pedagogos y miembros de sociedades científicas a los países de la ‘democracia’ burguesa. Ese es el lugar apropiado para semejantes feudales”.
El filósofo Berdiayev, que ya había sido detenido e interrogado brevemente en 1920, y puesto en libertad, escribió en sus memorias que la situación cambión "en la primavera del año 22; se formó un frente antirreligioso, comenzó la persecución antirreligiosa". Para él, el elemento de odio a lo cristiano era evidente.
Muchas de los nombres de las listas de figuras a deportar los decidió personalmente Lenin. Las listas de "heteropensantes" (los que piensan distinto) las confeccionó sobre todo la Dirección General Política (GPU) en verano de 1922. Y empezaron a detener intelectuales.
Berdiayev se quejó en sus memorias que precisamente el único día de verano que pasó por Moscú fue cuando acudieron a detenerle a casa. Un periódico de Berlín, en noviembre de 1922, detalló que los expulsados de Petrogrado fueron detenidos todos la misma noche. "Asistimos a una fiesta en la casa de los literatos de Petrogrado, y, al marchar, nadie pensó que volveríamos todos a juntarnos a la mañana siguiente, pero no en el interior de nuestra casa, sino en prisión preventiva", explicaron.
Había al principio 3 listas:
- la moscovita (67 personas),
- la de Petrogrado (51 personas)
- y la ucraniana (77 personas).
En las listas figuraban 195 nombres: médicos (unos 40), profesores universitarios y pedagogos (otros 40), economistas, agrónomos, emprendedores (unos 30), literatos (20), juristas, ingenieros, políticos, algunos religiosos cultos y muchos estudiantes. Había más nombres, pero 35 personas lograron mover hilos y amistades y conseguir que no les deportaran. Quizá les habría ido mejor, porque muchos morirían en las purgas de Stalin. Uno de los que parece que logró maniobrar para no ser expulsado en ese momento fue Zamyatin.
Hay analistas que consideran que en realidad hasta 300 personas fueron deportadas así entre el otoño de 1922 y el invierno de 1923.
Aunque muchos deportados eran filósofos cristianos importantes, parece que los clérigos eran pocos. Uno era el importante filósofo y teólogo Sergei Bulgakov. Otro era el sacerdote católico de rito oriental Vladimir Abrikósov, converso y marido de la Sierva de Dios Anna Abrikósova. Vladimir Abrikósov había llevado al catolicismo al exrevolucionario Dimitri Kuzmin Karavayev (que había empezado a leer la Biblia por su cuenta en 1917 y años después sería también sacerdote).
Abrikósov estaba condenado a muerte, pero se le conmutó por el destierro. Desde Roma y luego desde París intentaría hacer llegar ayuda a los católicos rusos, y organizar a los emigrados. Anna, que tenía formación como pedagoga, se quedó a organizar una escuela clandestina católica de niñas con otras consagradas. Los comunistas la detuvieron en 1923; la esposa de Gorky logró liberarla 9 años después, pero ya estaba enferma y la encarcelaron de nuevo. Anna era hermana del médico (y embalsamador) de Lenin, pero eso no la ayudó en nada.
Cualquier queja recibía castigo. Al economista Boris Brutskus le deportaron por haber expresado su convencimiento de que la estructura económica que se quería implantar fracasaría. Yuly Aykhenvald, crítico literario, era culpable de haber criticado a León Trotsky.
Entre los deportados estaban los filósofos Nikolái Berdiáyev, Semión Frank, Nikolái Loski, Iván Ilyin, F.A. Stepun, I.I. Lapshin, N.S. Trubetskoy, el escritor Mijaíl Osorguín; Lev Karsavin, medievalista y filósofo; Aleksandr Kizevetter, uno de los fundadores del Partido Democrático Constitucional; el rector de la Universidad de Moscú, Mijaíl Nóvikov; el rector de la Universidad de Petrogrado, Lev Platonóvich Karsavin y su vicerrector Boris Odintsov, y el exdirector de Asuntos Exteriores, Alekséi Arbuzov. También el historiador A.V. Florovsky y el fisiólogo B.P. Babkin, el matemático V.V. Stratonov (deán de la Universidad de Moscú, escribiría unas memorias), Y muchas más figuras egregias.
El periódico "Pravda", oficial del régimen, en su artículo sobre las expulsiones, tituló con claridad: "Primera advertencia". No se había visto nada igual en la historia moderna de Occidente: una selección de intelectuales expulsados del país por sus propias autoridades, de golpe.
Varios barcos y un par de trenes
Aunque se habla de "el vapor de los filósofos" o "el barco de los filósofos", el proceso fue más amplio, con varios barcos y un par de trenes.
Se empezó desde Ucrania: el 19 de septiembre, un barco de vapor con representantes de la intelectualidad ucraniana partió de Odessa a Constantinopla.
Luego, dos trenes se llevaron a muchos deportados desde Moscú el 23 de septiembre: uno a Berlín, otro a Riga, en los países bálticos.
Días después, el 29 de septiembre, el barco alemán "Oberbürgermeister Haaken" partía del muelle de Kronstadt de San Petersburgo rumbo a la ciudad alemana de Stettin.
Sólo unas 10 personas se acercaron a despedir a los deportados. “No nos dejaron subir a bordo. Estuvimos en el malecón. Cuando el barco zarpo, los viajeros ya estaban invisibles en sus camarotes. No pudimos despedirnos”, recuerda Yuri Annenkov.
El "Preussen", otro vapor, hizo el mismo trayecto con más deportados el 16 de noviembre. Lenin acababa de firmar un reconocimiento mutuo con la Alemania de Weimar, y les pedía que se llevaran a los intelectuales indeseables.
Y al menos dos deportaciones más: desde la costa de Georgia a Berlín, unas 60 personas, que salieron el 3 de diciembre. Y un vapor llamado "Zhanna" que salió de Sevastopol el 18 de diciembre.
La policía se aseguró de que ningún deportado llevara joyas, oro ni iconos. Según el testimonio del novelista Mijail Osorguín (que murió en París en 1942), cada uno podía llevar sólo un abrigo de invierno y otro de verano, un máximo de dos camisas, cuatro pantalones, dos pares de calcetines y un poco de dinero de bolsillo, como para un taxi. Otros añaden que se permitía llevar sombrero.
Según recordó Fyodor Stepun (un filósofo al que se considera un neo-kantista experto en Vladimir Solovyov y filosofía de la historia) se permitía llevar el anillo de boda, pero no las crucecitas de oro o plata del cuello. Podían llevar hasta 20 dólares, pero como tener moneda extranjera era delito, no había forma de conseguirlos.
Algunos pudieron recuperar libros y otras cosas que dejaron atrás. El padre Serguei Bulgakov, estando exiliado en Praga con su esposa, recibió sus libros y apuntes que guardaba en Crimea, que se los enviaban su suegra y su hijo Fyodor, retenido por los soviets por tener "edad de reclutamiento". Era una forma de dividir la familia y amenazar. Nunca volvieron a reunirse y Fyodor no pudo ver las tumbas de sus padres hasta los años 60.
Lo que pasó con los deportados: fecundidad en el exilio
Muchos militares del bando blanco, burgueses y otros exiliados rusos de 1917 a 1923 se repartieron por Europa y América. Muchos pensaban que podrían volver en pocos años, en la siguiente guerra, o en un cambio de régimen. Pensaban volver y mientras tanto trabajaron por la cultura. Abrieron escuelas de música, ballet y arte, la "Casa rusa de las artes", en Berlín, el Centro de música SA Kusevitsky, la escuela de violín rusa L. S. Auer, dos conservatorios rusos en París; la "Sociedad musical rusa en el extranjero" bajo la dirección de Serguei Rajmaninov (en EEUU)...
El compositor Rajmaninov dejó Rusia en 1917 con la Revolución, se afincó poco después en EEUU como concertista y ganó dinero. Pero escribió más tarde que, al dejar Rusia, «dejé atrás mi deseo de componer: al perder mi país, me perdí también a mí mismo». Pero no pasó así con todos.
Entre los que no eran intelectuales, muchos cayeron en la pobreza. Pero en el caso concreto de los intelectuales y filósofos deportados en 1922, que eran grandes figuras de la cultura y hablaban idiomas, lograron encontrar puestos de trabajo y patrocinadores.
Se calcula que hacia 1939, tras 17 años de exilio, los académicos y literatos expulsados habían escrito unas 13.000 obras científicas en distintas ramas del conocimiento.
Entre los fugados ya en 1919 estaba la intelectual y poetisa Zinaída Gippius (que usaba el seudónimo masculino Anton Krainy). Acogió en sus tertulias en París -y con su esposo el poeta Merezhkovsky- a varios exiliados: a Iván Bunin (que sería Nobel de Literatura en 1933), al filósofo existencialista Lev Shestov, al historiador y ensayista Georgi Fedótov... Ella llevaba desde 1901 predicando la idea más o menos alocada de renovar el cristianismo, incluso inventando nuevos sacramentos. Llegó a decir a los exiliados: "No estamos en el exilio, sino en la misión". Y muchos dieron fruto como si así fuese: tenían una espiritualidad que explorar y transmitir.
El poeta Merezhkovsy se apoya en su esposa la poetisa Zinaida Gippius en 1919 o 1920 en París. Vivían con cierta austeridad pero organizaron la acogida de los intelectuales que fueron llegando con la deportación. Eran cristianos heterodoxos pero devotos y poetas simbolistas.
En esa época el presidente de Checoslovaquia era un filósofo protestante, Tomáš Masaryk, que había visitado Rusia y conocido y admirado a Vladimir Solovyov. Dedicó mucho dinero al Instituto Científico Ruso en Praga donde miles de emigrantes rusos obtuvieron educación superior, aunque en alojamientos sumamente austeros.
Otra entidad que ayudó a algunos intelectuales exiliados, especialmente a filósofos y escritores cristianos, fue la YMCA (Asociación Cristiana Juvenil Masculina) que encargaba y pagaba artículos en grandes cantidades.
Nikolay Berdiaev y su esposa dejaron enseguida Berlín, donde las condiciones eran difíciles, se instalaron en París y crearon una academia intelectual en la que atraían a pensadores y filósofos. En 1923 Berdiaev escribió "El Sentido de la Historia", y en 1931 "La destinación del hombre", el libro religioso que impactó a la escritora española Carmen Laforet en 1951, semanas antes de la experiencia mística que la convirtió de golpe (ReL lo contó aquí con detalle). Berdiaev influyó en la filosofía occidental y se le veía como un existencialista cristiano. Murió en 1948 con 74 años.
La novelista española Carmen Laforet vivió una impactante experiencia mística unas semanas después de leer La Destinación del Hombre de Berdiayev, en 1951.
Su esposa Lydia Berdiáeva escribió desde 1934 hasta su muerte en 1945 las interesantes memorias "De profesión, mujer de filósofo". Lydia había sido una revolucionaria expulsada en 1900 por el régimen zarista, cuando era treintañera. En 1918, estando enferma, leyó un libro sobre Santa Teresa de Ávila. Le atrajo el tema, conoció a los Abrikósov -que eran conversos, católicos de rito oriental- y en junio de 1918 se hizo católica. Exiliada en Francia acompañaba a los filósofos y ayudaba en la caridad de su parroquia.
En París, en 1925, varios sacerdotes y laicos ortodoxos crearon el Instituto Teológico Ortodoxo de San Sergio. Allí enseñaron el padre Serguei Bulgakov, el filósofo Vasily Zenkovsky (que había emigrado en 1920, había fundado un instituto pedagógico en Praga y en 1942 se ordenó como sacerdote ortodoxo), Georgy Florovsky (filósofo políglota, experto en patrística, huido en 1920 y ordenado sacerdote ortodoxo en 1932), y los laicos Anton Kartashev (experto en Historia de la Iglesia, huido en 1920), Georgy Fedótov (medievalista y filósofo, huido de Rusia en 1925) y muchos otros.
Semion L. Frank, de origen judío, converso al cristianismo ortodoxo, vivió en Berlín hasta que el ascenso nazi le hizo huir a París en 1937. En la II Guerra Mundial se escondió con su mujer en Grenoble y luego huyeron con sus 4 hijos a Inglaterra. Publicó de psicología social y epistemología en alemán, francés, holandés, y se hizo popular en inglés con su libro "Dios con nosotros" de 1946.
Nikolai Lossy, hijo de ortodoxo y de católica, pasó desde 1923 a 1942 en Praga como profesor y filósofo, creando una filosofía de "intuitivismo integral", que mezclaba a Platón, Orígenes, Bergson, Leibniz, la mística de Vladímir Soloviov, la experiencia religiosa y Dios como "agente substancial supratemporal". Luego emigró a EEUU como profesor. Murió con 95 años, algo que probablemente no habría logrado en Rusia.
Otros emigrados trabajaron otros temas sociales e intelectuales, especialmente desde EEUU. El lingüista y crítico literario Roman O. Jakobson, estuvo en Praga hasta 1939, y llegó a Estados Unidos en 1941 huyendo de la guerra. Fue profesor de la Universidad de Harvard, influyó en Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes, el estructuralismo en lingüística y el primer Noam Chomsky.
Pitirim A. Sorokin, que había sido revolucionario en 1917 del Partido Social-Revolucionario, se fue a Estados Unidos en 1923 y fundó el departamento de Sociología de la Universidad de Harvard, que era prácticamente como fundar la sociología en el país.
A algunos les alcanzaron las tormentas del siglo XX. Lev Karsavin, historiador medievalista y filósofo religioso, después del barco de los filósofos, se afincó en Lituania, en la cátedra de historia universal de la Universidad de Vilnius. Se volcó en dominar el lituano y escribió en lituano sus 5 volúmenes de "Historia de la cultura Europea", obra monumental para ese país.
Lev Karsavin, ya mayor, y el rostro de Cristo; escribió poesía mística en el gulag poco antes de morir.
Era un entusiasta de Dostoyevsky y un filósofo cada vez más ecléctico. Los soviéticos lo alcanzaron al reocupar los países bálticos en 1944. Primero le despidieron de la universidad y del Museo del Arte. En 1049 lo detuvieron y en 1950 lo mandaron al gulag a Siberia, donde murió de tuberculosis, pero antes aprovechó para escribir una impactante obra de poesía mística y filosófica. Hay una serie documental de 4 capítulos sobre él titulada "El alma condenada a amar" (en ruso).
Los que no fueron deportados serían represaliados años después
Algunas personas en las listas de Lenin de 1922 lograron evitar ser deportadas, pero luego quizá se arrepintieron. Por ejemplo, el filósofo políglota Gustav Shpet, usando todas las influencias que pudo, logró que no le deportaran. Incluso fue vicepresidente de la Academia Rusa de las Artes en Moscú de 1923 a 1929. Pero en las purgas estalinistas de 1935 lo detuvieron (y a muchos colegas de la Academia) y lo deportaron a Tomsk, en Siberia. Allí empezó a traducir Hegel al ruso, pero en 1937 lo acusaron de "pertenencia a organización monárquica" y lo fusilaron. En realidad, pese a su filosofía cercana al platonismo y cristianismo, había sido leal en todo al poder.
Otro que logró salir de la lista de Lenin fue el escritor Boris Pilnyak, que había novelado la guerra civil rusa. Consiguió maniobrar unos años en los equilibrios de poder soviéticos. En 1927 era casi el escritor más leído y admirado en Rusia, sólo por detrás de Gorki. Nikolai Yezhov, futuro jefe de la NKVD, le protegía. Pero hacia 1936 se permitió demasiadas licencias: le contó al novelista francés André Gide cosas que no le gustaban de la URSS, enviaba dinero a Karl Radek, otro deportado a Tomsk, y se escribía cartas con el catalán Andreu Nin, fundador del POUM (un comunista anti-estalinista). Arrestaron a Pilnyak en 1937 y lo fusilaron en 1938.
Evgeny Zamyatin, el autor de la pionera distopía "Nosotros", estaba también en la lista del vapor, y también consiguió convencer a alguien (probablemente a Lenin a través de Gorki) para que le dejaran quedarse. "Nosotros" fue, según parece, la primera obra censurada por el nuevo órgano de censura soviética, pero Zamyatin la hizo pasar de contrabando al extranjero y fueron saliendo traducciones inglesas y francesas en otros países.
En 1931 enemigos de Zamyatin lanzaron una campaña contra él y vio que no tenía futuro en Rusia. Gorki le logró un permiso de Stalin para salir del país, y así llegó a París. Habían pasado 9 años desde el vapor de los filósofos y él, que no era religioso, no tenía casi nada en común con otros exiliados. Escribió poco, se sintió abatido y murió en pobreza en 1937. Es quizá revelador el contraste con la creatividad fecunda de los filósofos cristianos expulsados.
Pasados cien años de la deportación que acalló a los intelectuales de un país que estaba en una gran efervescencia cultural, cabe preguntarnos si hay figuras como esas en nuestros días y de qué formas les intentan amedrentar.