Por las obras de Jane Austen (1775-1817) no pasa el tiempo. Son clásicos de la literatura que han reforzado su popularidad gracias a buenas -y no tan buenas- adaptaciones para el cine y la televisión.
Aunque su lectura gusta por igual -como todo lo sustancioso- a hombres y mujeres, no cabe duda de que las novelas de la escritora inglesa giran en torno a personajes femeninos. Y a esos personajes acaba de consagrarles un libro Catalina León, profesora de Historia y analista cultural (libros, cine, televisión, flamenco, arte) a través de su blog Una isla de papel.
Se trata de Las mujeres en Austen (Rialp), donde se profundiza en la tipología de sus heroínas, en la propia vida de la genial creadora y en la sociedad de su tiempo, que retrató fielmente y con un ojo crítico pero sin amarguras, y con una independencia y personalidad que impiden encasillarla o etiquetarla.
Grabado de Jane Austen realizado en el siglo XIX según un retrato de Jane dibujado por su hermana Cassandra en torno a 1810.
-A Jane Austen se le han atribuido adjetivos tan distantes como romántica o victoriana...
-Es muy fácil rebatir la idea extendida de que Jane Austen es una escritora victoriana. Tan fácil como recordar que la época victoriana no comenzó hasta 1837, cuando la reina Victoria sube al trono. El tiempo en que vive Jane Austen, desde 1775 hasta 1817, corresponde a los reinados de los Georges, y por eso se llama georgiana. La publicación de sus obras se realizó entre 1811 y 1817, es decir, en lo que se llama época Regencia.
»Pero, además, dentro de la historia de la literatura inglesa ella aparece en una encrucijada. Perviven las novelas góticas, triunfan los autores de novela picaresca, abundan las escritoras de novela sentimental, pero ella se erige como una escritora diferente, realista, centrada en la vida cotidiana, con personajes de la vida normal, sin fantasías ni exageraciones. Y sin desgarros, ni crónica social o política, como luego sucederá con las siguientes autoras. Lo que no quiere decir que no ofrezca reflexiones y muestras del más vivo interés vital.
-Jane Austen nunca juzga ni sermonea, pero en cada novela "triunfa" un determinado tipo de comportamiento. ¿Hay un objetivo moral en sus obras?
-No creo que el concepto “objetivo moral” sea el adecuado aquí. Más bien ella es una persona con un talento literario fuera de lo común y también una persona con sus principios y valores. Estos, como es natural, se deslizan en su obra de una manera o de otra. Los personajes, que son el medio por el cual las historias se desarrollan, ofrecen caracteres diferentes y todos actúan según esa forma de ser, pero la muestra que ofrece es tan variada como la sociedad.
»Y da la impresión de que el bien vence al mal y que lo bello predomina sobre lo bueno. Esto es una actitud ética y también estética. Sin embargo, ella mira con compasión a los que se desvían del recto proceder y a los que no son capaces de actuar o de pesar adecuadamente. No es una juez, es una observadora.
Catalina León ofrece en 'Las mujeres en Austen' una de las más completas aproximaciones a la escritora inglesa publicadas en los últimos años. Un eficaz aliento a su lectura.
-¿Cuál era la actitud de Jane Austen ante la religión desde el punto de vista personal?
-Ella se educó en una familia anglicana y en una clase social que tenía unas creencias, principios, valores y modelos determinados. Eso es muy claro. En ese conjunto están las creencias superiores y también las que se refieren a la vida cotidiana, al trato con los demás, a la relación con la familia, etc.
»De ella se ha dicho por parte de su familia que era devota, amable, generosa y que ayudaba a los demás. Y por sus cartas podemos deducir que tenía una cierta vocación de servicio con su familia. Lo demuestra hasta en su testamento, cuando lega cincuenta libras a su necesitado hermano Henry y otras cincuenta a su ama de llaves de Londres para cubrir la deuda que su hermano tenía con ella. Quiso ser justa hasta el final y era consciente de quién precisaba ayuda. Toda su vida estuvo yendo de un lado a otro atendiendo a sus cuñadas en los partos, a sus sobrinos en la infancia, a sus hermanos en la enfermedad. Si esto no es ser una buena cristiana, entonces no sé yo cómo llamarlo.
-Ella era hija de un pastor, él fue un buen padre y le quería. ¿Por qué entonces los clérigos no quedan muy bien -sin ser tampoco unos malvados- en sus novelas?
-Se ríe, con cierto cariño, de los clérigos, a pesar de que su padre lo era y ella lo amaba tiernamente. Pues sí, se ríe de los clérigos que no tienen vocación, que viven de sus beneficios sin verdadero amor al prójimo, que se casan por interés y que presumen de sus sermones. Pone de manifiesto que existían este tipo de clérigos y nosotros sabemos, por los datos históricos, que era así y que supusieron un verdadero problema para la iglesia anglicana. Los segundos hijos de las familias, que no tenían tierras, se dedicaban a la iglesia. Eso iba en contra del sentido de entrega que un pastor ha de tener.
-Según Joseph Pearce, Austen, en su "Historia de Inglaterra", critica el anti-papismo de la historiografía oficial británica, y es en cierto sentido precursora del anglo-catolicismo posterior. ¿Comparte esta opinión?
-Es muy interesante la opinión de Pearce y también la visión que ella tiene de la historia de Inglaterra en ese texto tan curioso que escribió tan joven. Yo diría que ella era capaz de ver los defectos y las virtudes de cualquiera, que tenía un cierto sentido ecuménico de la religión y que se compadeció de la pobre María Tudor y de sus desgracias. No podría afirmar con total seguridad de si esto significaba un acercamiento al catolicismo por su parte pero sí sabemos que no le gustaba nada el modo de vida de los reyes Georges, tan disoluto que la Corte era un lugar que le parecía muy poco digno.
-¿Cuáles fueron las lecturas de Jane Austen?
-La biblioteca de su padre, unos quinientos volúmenes, estaba llena de clásicos y en ellos hubo de tener mucha de su formación lectora, porque sabemos que tuvo poco colegio. Y, por otro lado, frecuentaba las enormes bibliotecas de las casas de su hermano Edward, muy completas y que contenían toda la literatura del momento, tanto ensayos, cartas, poesía, teatro y novela. Y lo dice así cuando se hace socia de una biblioteca circulante: esta es una familia de lectores de novelas. Creo que su formación fue eminentemente lectora y ella misma se quejaba de que podía leer menos de lo que quisiera por su problema con los ojos, esa conjuntivitis crónica que padecía y que la dejaba sin poder leer y escribir durante semanas.
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-Escribir sobre las mujeres en Jane Austen le ha obligado a abordar el perfil de sus modelos masculinos: el coronel Brandon, el señor Darcy, el caballero Knightley... ¿Eran tipos humanos existentes o idealizaciones del hombre con quien habría querido casarse?
-Todos los escritores escriben de lo que ven, de lo que son y de lo que imaginan, ese es el cóctel y también estaba en ella. Imaginación y Verdad. Escribía de su mundo, en tiempo real, tomando de aquí y de allí las ideas y los personajes. Eso lo dejó muy claro en sus cartas a sus sobrinas aficionadas a escribir. Esos hombres quizá son una mezcla de lo que conoció, de lo que leyó y de lo que imaginó. Como ocurre con toda la literatura, por otra parte. En cuanto a casarse, siempre he pensado que el matrimonio no le interesaba demasiado.
-¿Cómo debería ser una joven de hoy día para parecerse a las heroínas de Jane Austen?
-Las heroínas de Austen son alegres, algunas más sensatas que otras, sencillas, andarinas, les gusta el ejercicio de andar de un lado a otro, les gusta conversar y enterarse de chismes, son resistentes a los errores y a los desprecios de los demás, sienten orgullo de sí mismas en el mejor sentido y también son conscientes de que no son perfectas. Así que cualquier chica de ahora podría tener su voluntad de ser libres a la hora de elegir, su respeto a los demás, su sentido del humor, su alegría intrínseca y su afición por disfrutar de la vida, del baile, el paseo o la charla. No es difícil.
-¿Cómo valora las adaptaciones de sus novelas a la pequeña y a la gran pantalla?
-Las adaptaciones cinematográficas o televisivas han sido muchas pero la mayoría, a mi juicio, no son buenas. Yo siempre destaco las que me parecen mejores: Sentido y sensibilidad, de Ang Lee; Orgullo y prejuicio, la serie de la BBC; Emma, la serie de la BBC; Emma, la película de Gwyneth Paltrow. Y pare usted de contar.
-¿Qué nos perdemos si nos quedamos en ellas en vez de leer los originales?
-Ninguna de esas adaptaciones se acerca a la fortaleza, belleza, calidad, claridad y encanto que tiene el libro. Ninguna sustituye la lectura de la obra. Es más, hay que verlas como cosa independiente. Yo creo que si uno no se ha leído toda la obra de Austen, y más de una vez, se está perdiendo uno de los hitos de la literatura universal. Se está perdiendo algo que no tiene comparación con nada. Por eso hay que leerla. Y la intención de mi libro es esa: que la gente vaya y lea sus libros.