Este viernes, Netflix estrenó María (2024), dirigida por D.J. Caruso (Vidas ajenas [Taking lives], Disturbia, Soy el número cuatro), con guion de Timothy Michael Hayes.
La película ha contado con el asesoramiento bíblico de Adam W. Schindler, un pastor protestante nacido en Georgia (Atlanta, Estados Unidos), licenciado en Filosofía y Religiones Comparadas, experto en márketing digital y vinculado al think tank conservador America First Policy Institute.
En los créditos finales, el film se dedica a "nuestro amigo" David G. O'Connell, obispo auxiliar de Los Ángeles, asesinado el 18 de febrero de 2023, de quien dijo monseñor José Gómez, titular de la diócesis, que era un hombre "de profunda oración y con un gran amor por nuestra Santísima Madre".
El gran dilema en toda película sobre la fe
Estas coordenadas permiten una primera ubicación de María ante la gran incógnita que presenta una obra de estas características para un católico que quiere saber si ir a verla o no.
Cada película sobre Jesucristo o sobre la Virgen María desata una polémica, conque los temores son justificados. En un momento dado, el cine empezó a abordar la Historia Sagrada despegándose de las fuentes evangélicas y sumando, a las naturales licencias artísticas, interpretaciones dudosas en el mejor de los casos, heréticas o incluso blasfemas en el peor. Quedan muy lejos los tiempos en que Hollywood no se atrevía ni a poner rostro a Jesús, a quien se veía siempre de espaldas, y lejos también -justo sesenta años- el esfuerzo del propio Pier Paolo Pasolini por no apartarse ni una coma de las palabras de San Mateo.
A lo que sumar lo que cada cual pueda pensar sobre las intenciones de productores o directores: benignas, bienintencionadas pero erradas, malévolas, ofensivas... María no escapará a ese debate.
El cartel anunciador de 'María'.
Para el cual es imprescindible conocer lo que opina su productora, Mary Aloe. Dirige un sello independiente con sede en Los Ángeles que hace películas inspiradoras y motivacionales para cine y televisión. En María hay otros productores y aportación económica de Marruecos. Aloe es protestante, pero ha escogido a Caruso, quien se declara "católico practicante", para hacer realidad un proyecto con que define como una "obra de amor" con la que acercar la figura de la Virgen, sobre todo, a los jóvenes: "En este mundo descontrolado en el que vivimos, la historia de María es más necesaria que nunca... Siempre pensé, ¿qué pasaría si pudiéramos hacer una película emocionante, un thriller de supervivencia sobre María, José y Jesús?... Espero que esta película sobre María inspire a las personas a descubrir más la Biblia".
¿Lo ha conseguido?
Criterios
Con todos los riesgos que implica intentar formular criterios objetivos que sirvan para resolver la cuestión (¿verla o no verla? ¿recomendarla o desaconsejarla? ¿utilizarla o no en la catequesis?), y asumiendo una inevitable carga de subjetividad, ofrecemos a continuación cinco argumentos a favor de María y cinco argumentos en contra. Algunos son la cara y la cruz de la misma moneda.
Dicha estructura es solo esquemática y periodística: no sugerimos un empate, pues no todos tienen el mismo valor y el número es arbitrario. En cuanto al argumento, es conocido y lo mencionaremos, pero sin destripar los abundantes elementos introducidos por la creatividad del guionista.
Cinco argumentos a favor de María
1. Es una película excelente
Afirmar que María es una película realmente muy buena es más un juicio de hecho que una opinión personal.
Hay que empezar mencionando a Anthony Hopkins como el rey Herodes. Una interpretación fabulosa y muy trabajada. El actor galés, de 86 años, es realmente el hilo conductor de la trama. Encarna a la perfección a su personaje, enloquecido por el poder hasta mostrar una maldad que deja como un corderito al doctor Hannibal Lecter que le mereció el primero de sus dos Oscar (el segundo -recordemos- fue por El padre).
Anthony Hopkins: una (nueva) interpretación magistral, rodeado en 'María' de un plantel de actores poco conocidos pero brillantes.
No hay más estrellas rutilantes que él en María, cuyo reparto lo conforman actores israelíes poco conocidos pero que brillan con luz propia y aguantan el tipo ante un genio como el británico: Noa Cohen (María), Ido Tako (José), Ori Pfeffer (Joaquín), Hilla Vidor (Ana)... Sin olvidar a Dudley O'Shaughnessy, otro referente a lo largo de todo el metraje encarnando -es un decir, pues hace de arcángel- a Gabriel: su rostro, con un toque de indefinición, vale para un espíritu puro, aunque sus apariciones suscitan más inquietud que paz.
El ritmo de María es sostenido, atrapa al espectador desde el principio y no suscita la impaciencia de avanzar en quien conoce el relato, que ya no es todo el público, como podía suceder hace décadas. Tampoco alarga innecesariamente ninguna escena, que es la gran tentación del cine religioso en su pretensión de predicar o de conmover. No es discursiva ni cae en excesos piadosos contraproducentes. Las licencias argumentales se intercalan con acierto para sorprender a quien solo espera la historia bíblica.
El vestuario, los exteriores, las escenas de acción y lucha son brillantes, la fotografía y la música acompañan. Poco que añadir y, desde un punto de vista técnico y artístico, casi nada que alegar.
2. Todo el guion trasluce lo sobrenatural
María es una película sobre la intervención de Dios en la Historia. No hay el más mínimo racionalismo, la más mínima pretensión de que la vida de María (que es también la vida de Jesús) sea algo puramente humano. Lo espiritual que nos muestra el film no es psicológico, es divino; no son sueños, alucinaciones ni imaginaciones, son intervenciones celestiales directas. En ese sentido, es un relato fiel al Evangelio y al origen sobrenatural de lo que el Evangelio nos narra.
Incluso con toques clásicos en la iconografía no directamente evangélica. La breve escena de la Adoración de los Reyes Magos parece tomada de una tarjeta de Navidad, son tres y se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar. Y la representación de la vida judía de la época, palaciega o popular, no cae en el miserabilismo -todo pobre, todo sucio, todo impostado- de algunas representaciones contemporáneas, lo que le aporta credibilidad.
3. Casi todas las cuestiones limítrofes están bien resueltas
Representar las personas sagradas es un gran desafío para todo artista, tanto más cuanto más nos alejamos de la fuente de autenticidad garantizada: el canon bíblico.
En un reciente artículo en Crisis Magazine, el padre Edward Looney, mariólogo y sacerdote de la diócesis de Green Bay (Wisconsin, Estados Unidos), hace una comparación -no precisamente favorable- entre la película y tres fuentes no canónicas que podrían haber sido alternativas: el apócrifo Protoevangelio de Santiago y los relatos místicos de María de Jesús de Ágreda y de la beata Ana Catalina Emmerich.
Con todo, y salvo en los casos que señalaremos después, las escenas de la Virgen Niña, o de su vida en el Templo, o la forma en que José y María se conocen y relacionan, o la actitud de unos y otros ante el embarazo imposible, rozan sin traspasar la línea de lo dogmáticamente inaceptable. La relación con José es absolutamente limpia -solo hay un beso en la mano, en situación dramática y pública-, y en ambos casos aceptada en cuanto querida por Dios a través del arcángel.
Lo más importante: no hay ningún comportamiento de María que implique necesariamente imperfección, algo imposible por su concepción inmaculada. Por citar un caso, su llanto al ingresar en Templo para consagrarse a él puede atribuirse a la tristeza por la separación de sus padres, no a un rechazo a la consagración.
El tráiler de 'María'.
Para valorar esto hay que apuntar algo. De Jesús, que era Dios -y por tanto infinitamente perfecto-, conocemos cientos de palabras y decenas de actitudes, y estamos acostumbrados a imaginarle en situaciones variopintas: reír, llorar, enfadarse, discutir. Sin embargo, la Virgen Santísima aparece tan discretamente en los Evangelios que la representación de cualquier actitud suya choca y perturba. Quizá habría sido mejor no representarla, pero eso no implica que hacerlo signifique siempre menoscabo de su perfección, libre de todo pecado o falta.
Desagrada, por ejemplo, verla tentada por Lucifer, pero... también fue tentado Cristo en el desierto y con palabras muy similares a las que presenta María.
4. Los dos grandes modelos masculinos son ejemplares
Es uno de los puntos fuertes de María. En tiempos de wokismo, no es fácil que los personajes masculinos de una película sean otra cosa que mequetrefes inseguros, sujetos inútiles o sin criterio, o irresponsables de virilidad canalla. Aquí, sin embargo, descuellan dos auténticos pilares de la trama justo en los dos papeles más odiados por el feminismo: el de padre (Joaquín) y el de esposo (José).
Son personas sensatas y firmes, con principios sólidos y honestos, sacrificados pero dispuestos a usar la fuerza sin el cargante pacifismo que se supone debe ornamentar a los santos. Y la usan. Son hombres de acción y hay un claro interés del guion en presentarlos como tales, en lo que es quizá un rasgo distintivo de esta película respecto a otras de similar tenor. En resumen: son modelos en quienes cualquier espectador varón desearía reconocerse, de quienes aprender, a quienes imitar.
5. El demonio está presente y María le derrota
Del mismo modo que hay escenas de María donde se percibe la influencia de Natividad (2006) de Catherine Hardwicke -un producción que coincide con ésta en algunos puntos a favor y en contra-, en las del demonio es La Pasión de Cristo (2004) de Mel Gibson la que se viene a la memoria. Si acaso, es aún más repulsivo. Herodes odia al Mesías porque le teme como rey de los judíos, teme que le destrone de su pequeño reino. Pero Lucifer (así le llama Gabriel en una escena: no es un demonio cualquiera) odia a María porque intuye que ella le aplastará la cabeza (cf. Gén 3, 15) y acabará con su reino, mucho más grande y duradero que el de Herodes.
Satanás -que es como le denomina el reparto y al que interpreta Eamon Farren- no consigue jamás asustar ni derrotar a María. Solo es una ocasión parece suceder así -aunque la derrota es física, no interior-, pero, como en el caso similar de Natividad, la escena es para gloria de José, sin que revelemos más. Es otro punto donde se rozan los límites de lo asumible, aunque quepan interpretaciones benignas.
Cinco argumentos en contra de María
1. María da a luz con dolor
De los cuatro dogmas marianos (la Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina, la Virginidad Perpetua y la Asunción), los tres primeros están concernidos en esta película, y dos de ellos mal. Es, sin duda, el hándicap más grave.
María es presentada claramente como madre del Mesías, y aunque no se mencione expresamente su condición divina, está implícita de principio a fin: por ejemplo, en un par de momentos en los que la confianza en la voluntad de Dios solo se explica por la condición divina de lo que María lleva dentro o en brazos. "Estamos bendecidos", proclama la valiente madre.
En 'María' hay escenas trepidantes de cine de acción.
Pero, incluso de forma más larga e intensa que en Natividad, a la Virgen se la representa dando a luz a Jesús entre espasmos, gritos y sudores. Y casi peor: cuando se acerca el momento y María ya siente las primeras molestias de un parto normal -como no fue el suyo-, Luzbel la tienta diciéndole: "[Dios] se deleita con tu sufrimiento".
Es la inversión total respecto al relato bíblico. En el Génesis (3, 14-19), la relación de causa-efecto es clara: cuando Adán y Eva confiesan a Dios su pecado, el Creador se dirige a ellos y al tentador para anunciar a cada uno su castigo. A la serpiente: "La mujer te aplastará la cabeza". A Adán: "Comerás con el sudor de tu frente". A Eva: "Parirás hijos con dolor".
En María hay, por tanto, una negación explícita del dogma de la Inmaculada Concepción, al menos en lo que respecta a sus consecuencias. Nuestra Señora sufrió en vida, sí, y mucho, pero por los pecados de los hombres y por el precio que pagaría su Hijo por la Redención, no por algo que no merecía por haber sido preservada del pecado original. De haber sufrido dolores de parto, habría que entenderlos como un castigo de Dios singular y gratuito, decretado para ella con un acto de voluntad específico.
Los dolores de parto contradicen también el dogma de la Virginidad Perpetua antes, durante y después del parto. La mera mención de la virginidad "en el parto" (Denzinger 993, constitución Cum Quorundam de Pablo IV) excluye toda interpretación puramente moral de la virginidad, aunque los dolores de parto no se limiten a esa integridad física.
Fray Luis de León lo explica muy bien en Los nombres de Cristo: "Lo que en el vientre santo se concibió, corriendo los meses salió de él sin poner dolor en él y dejándole santo y entero. Y como el que nacía era, según su divinidad, rayo -como ahora decíamos-, y era resplandor que manaba con pureza y sencillez de la luz de su Padre, dio también a su humanidad condiciones de luz, y salió de la Madre como el rayo del sol pasa por la vidriera sin daño". Lo que el agustino resume como poeta, lo ha expuesto en los párrafos previos como teólogo y exégeta.
2. Algunas cuestiones limítrofes no están bien resueltas
En la cara de la moneda hablábamos de que "casi todas" las cuestiones limítrofes están bien resueltas. En la cruz hay que decir que "algunas" no lo están.
Tienen que ver también con la Inmaculada Concepción. Haber sido concebida sin pecado original excluye de María todo pecado personal: no porque -a diferencia de Jesús, para quien era metafísicamente imposible- no pudiese pecar, pues podía, sino porque no recibió ninguna de las consecuencias del pecado original, entre ellas la inclinación al pecado. Llena de gracia desde su concepción en el seno de Santa Ana (y así se lo dice también en la película su prima Isabel), en la vida de la Virgen no hubo un solo pecado, una sola falta, una sola imperfección.
Es ahí donde representar su vida cotidiana -como la de Jesús- implica riesgos. El padre Looney, por ejemplo, hace referencia a algunas actitudes de María en el Templo. También hay una trivialidad suya sobre José ("Es muy guapo, madre", le dice a Santa Ana) expresión que, sin ser contradictoria con dogma alguno, disuena en el contexto de las dudas de la Virgen sobre la voluntad de Dios, que el propio film plantea bastante bien. Del mismo modo, en la escena de la Visitación, escuchamos las palabras de Isabel y su certeza de quién es Jesús al sentir el movimiento de Juan, pero inexplicablemente el guion nos priva del Magnificat, la respuesta de María.
La Biblia dice que María y José estaban 'casados', no 'prometidos'. La película plantea lo contrario.
Otro caso de presentación confusa es el de la naturaleza jurídica de su enlace: "Estoy prometida con José, no estamos casados siquiera, no puedo tener un hijo", dice en un momento María. Es un error importante, pues ella y José estaban realmente casados: el desposorio [kidushin] ya era auténtico matrimonio, aunque precediera a la convivencia y la boda [nisuin]. Los contrayentes podían ya lícitamente mantener relaciones y, por tanto, tener un hijo. [Lee en ReL el artículo No, María no fue madre soltera, del teólogo Joe Heschmeyer, donde se explica esto con detalle.]
María introduce ese elemento distorsionador para justificar un elemento de tensión narrativa tan potente para una película... como inapropiado para una película sobre la Madre de Dios: a saber, el intento de lapidación de María como adúltera. No hay más que acercarse a San Mateo (1,19) para ver que todo lo concerniente al embarazo sucede al revés que en la película: con discreción. José "decidió repudiarla en privado" antes de ser visitado por el ángel, sin que se refiera escándalo público alguno.
3. Hay escenas y expresiones innecesariamente desagradables
Al contar este intento de lapidación no desvelamos nada, pues está en el tráiler. Va precedido y seguido de un grave calificativo contra la Virgen -que ahorramos al lector- por parte de quienes quieren lapidarla. Introducir una expresión tan desagradable hacia María no era necesario ni siquiera en una escena tan innecesaria como esa. Y falsa.
Hay en María licencias narrativas compatibles con el Evangelio (algunas muy hermosas) y licencias narrativas ilegítimas porque lo distorsionan. El intento de lapidación es una de ellas.
A ningún cristiano agrada ver a la Santísima Virgen zarandeada y arrojada al suelo, además de insultada, y no solo por los apedreadores, sino por el mismo Lucifer, y a gritos. Nada en la escena va en demérito de María -al contrario-, pero el demonio se cobra así en la pantalla la víctima que en la realidad no pudo ni soñar.
Algo similar sucede en otros encuentros con él (la momentánea victoria de Lucifer antes señalada, o el descaro con el que le habla en algún momento), y en las amenazas que le propina Marcelo (el islandés Gudmundur Thorvaldsson), el criminal edecán de Herodes.
4. Los fallos de la película dañan su propio objetivo
La intencionalidad catequética que pudiera tener el visionado de María mengua con los presupuestos anteriores. No pueden verla niños, no tanto porque haya puñetazos o espadazos como por la violencia moral de algunas escenas. No es apropiada para adolescentes sin base cristiana que solo vayan a tener un contacto ocasional con la fe a través de ella, porque la sobrenaturalidad de la narración -que indudablemente los autores han querido resaltar- se diluye en parte por los fallos citados. Un devoto de María sensible sufrirá con las expresiones que recibe. A un católico formado pueden hacerle daño las escenas del parto, en la medida en que ver lo que no sucedió compite en nuestra imaginación y nuestro recuerdo con lo que sucedió pero no hemos visto.
5. Hay algunos errores históricos
Quizá los expertos en Historia Antigua encuentren pifias de vestuario, decorados o contexto. A ojos del profano es todo lo contrario: María destaca por una realización espectacular y por la naturalidad del discurrir de la cámara y del montaje.
Sin embargo, hay algún error craso. Hemos señalado el de considerar que María y José no estaban casados en el momento del embarazo: lo estaban aunque aún no vivían juntos (Mt 1, 18). Otro es la atribución a una iniciativa de Herodes del censo que decretó Augusto (en el que todos los interesados pueden ahora profundizar, gracias al reciente libro de Juan Sánchez Galera). Esto hace que la presencia de María y José en Belén, que obedeció a esa causa, se deba en la película a la necesidad de huir del perverso monarca. Algo que resulta contradictorio, porque allí sería más fácil seguirles la pista.
No es un empate
Cinco a cinco es un empate en fútbol, donde los goles valen por igual.
Aquí es más bien como en baloncesto: los tiros suman según la distancia (2 o 3 puntos) o las circunstancias (1 punto el tiro libre). Hemos planteado la cuestión inicial (¿verla o no? ¿recomendarla o no?) y enumerado diez lanzamientos a canasta. Ahora es el lector quien debe enjuiciar cuánto vale cada uno.