El sociólogo Mikel Azurmendi es un personaje interesante que ha recorrido bastantes de las contradicciones políticas y sociales de la historia reciente de España, las ha vivido, y probablemente aún le quedan por vivir algunas, a medida que explora más y más la propuesta cristiana.
Se educó en una familia muy católica del País Vasco. Su padre, apresado en la Guerra Civil por el bando nacional, fue reclutado después por un tabor de tropas marroquíes. El joven Mikel fue seminarista. Explica que se sentía mal vasco porque un primo suyo hizo un sermón en euskera y no lo entendió. Leyendo a Sartre y haciéndose preguntas sobre temas sociales dejó la fe en su juventud.
En Francia, Azurmendi se integró en ETA cuando aún no habían matado a nadie. Escondía a militantes etarras, los llevaba en vehículos a acciones de robos e intimidación, huía entre disparos... Estuvo en París en mayo del 68. "Hubo una violencia de narices, desde luego que la hubo. ¿Qué quieres? Venían a darnos de leches. ¿O es que hacer una barricada y lanzar piedras no es violencia? Hubo una violencia del carajo", explicó en el reciente e ilustrativo libro «Mayo del 68, cuéntame como te ha ido».
ETA le torturó cuando propuso dejar la violencia
Después, en junio del 68, él y un compañero llegaron a la conclusión de que ETA no debía usar la violencia, que debía dejar de lado el tema nacionalista y centrarse en crear un partido político obrerista. Descubrió que ETA quería "violencia revolucionaria". Sus antiguos compañeros le citaron y le torturaron. Dejó la banda por completo en 1970, cuando ETA ya empezaba a sumar asesinatos.
Sería cofundador de iniciativas por la paz como Basta Ya y Foro Ermua. "Toda vida es un regalo", dice hoy. En los últimos 3 años declara tener "deseo de infinito". Está conociendo cristianos serios y reflexiona sobre la fe y Dios.
Reflexiona sobre estas cosas en su libro El abrazo. Hacia una cultura del encuentro (Grupo Almuzara), que se presenta en Madrid este jueves 15 de noviembre (a las 19.30h en el auditorio de la Fundación Pablo VI, Paseo Juan XXIII, 3, Madrid).
Descubrir un cristianismo encarnado
Azurmendi explica que este libro es una especie de "investigación" que puso en marcha al conocer a varias personas del movimiento eclesial Comunión y Liberación . En ellos, dice, vio un cristianismo "encarnado", distinto a lo que había conocido antes.
«Adentrarme entre ellos y, según los iba entendiendo, encontrarlos envidiables: ese ha sido el viaje que este libro adopta como hilo narrativo. O sea, hay un yo que cuenta lo que va viendo de sorpresivo en tan mirífica gente, pero es el ellos el argumento narrativo. Ellos, los miembros de la fraternidad cristiana Comunión y Liberación. Ellos, gente de hoy muy anclada en las costumbres de los de aquí, pero con valores de hace dos mil años», afirma el autor en sus “Advertencias” del prólogo.
El libro es fruto de dos años de investigación visitando lugares, situaciones y obras ligadas a Comunión y Liberación y su carisma. Ha estado en sus jornadas culturales de EncuentroMadrid, en sus campamentos con bachilleres en Picos de Europa, en sus vacaciones para familias en Masella, en colegios y casas de acogida en Madrid y Barcelona y los ha acompañado cuando acuden a los mercados de la droga a las afueras de Madrid.
De los interrogantes que todo esto le ha suscitado habla con Julián Carrón, el sacerdote español que preside el movimiento Comunión y Liberación a mivel internacional. En el encuentro también participará Joseba Arregi, sociólogo vasco y analista político.
¿Tocado? ¿O tocado y hundido? Dios juega a los barquitos
A modo de pequeña degustación, dejamos aquí un párrafo sobre la cercanía de Dios con los que se han sentido lejos durante tiempo: ¿tocado? ¿Cuándo será "tocado y hundido"? ¿Hay que temer a ese amor?
"Le dije que me parecía que estaba “tocado”. Como él no lo entendía, le requerí si conocía el juego de barcos sobre un papel cuadriculado. Que claro que lo conocía. “Pues a eso me refiero, te veo como un barco tocado”. Me respondió que sí, que “tocado estaba, acaso hundido”, y ambos supusimos que por el deseo de Dios, pero enseguida se sobrepuso y añadió que él también me veía a mí “tocado”. Me quedé perplejo, confundido, y sentí mi mente con holguras, como si tras un terremoto las ventanas estuviesen mal aplomadas y reventada la falleba de la puerta (…). Me quedé rayado, muy alerta, como pillado robando manzanas en un campo ajeno. Ahora que lo refiero me entra como miedo porque, cuando en ese juego de barcos uno queda tocado, enseguida te lo hunden. ¡Joder, qué miedo me dio verme hundido! Así es como me entró este hormigueo de miedo de Dios que centellea en mi alma con una luz rojiza y un pitido parpadeante que siempre lo llevo puesto».
Presentación en Madrid de El abrazo. Hacia una cultura del encuentro.
Jueves 15 de noviembre a las 19.30h en el auditorio de la Fundación Pablo VI (Paseo Juan XXIII, 3 – Madrid)