Javier Barraca Mairal es profesor en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, doctor en Filosofía y doctor en Derecho por la Universidad Complutense e investigador de "ética, política y Derechos Humanos en la sociedad tecnológica" con un equipo en la Complutense.
Ahora es también autor de una novela titulada Perdón (en Ideas y Libros Ediciones, 9 euros en papel, 4 en digital) y que trata precisamente sobre este aspecto concreto. Los beneficios de derechos de autor los destina a Cáritas. Explica a ReL su motivación y el sentido de la novela.
-¿Qué tiene de original su libro sobre el perdón?
- Sinceramente, creo que resulta diferente a otros muchos que ya existen. Primero, es original debido a que no habla de abstracciones o especulaciones, ni de experiencias ajenas, sino de un camino irrepetible hacia lo hondo de lo real que he vivido en primera persona, desde que inicié la aventura de perdonar a través del despliegue de mi creatividad. Pero, además, esto se acentúa por el halo de delicada intimidad en el que envuelvo mi exploración. Si todo perdón constituye una vivencia personal, que corresponde a alguien único, aquí esto se intensifica a causa de la pureza y desnudez con la que se opera en mi propia subjetividad.
-¿Qué le ha movido a escribir una novela sobre el perdón?
- El libro nace de cierta invitación que recibí a realizar una sugerente actividad sobre el perdón que se desarrolla en la actualidad, con gran fecundidad, a nivel internacional. Solo que, en ella, no se describe dicha actividad en cuestión ni otra alternativa, como en cambio sucede en muchos libros, sino un desconcertante proceso interior, que se abre en este caso misteriosa e inesperadamente en el protagonista, o sea en mí mismo, a través de la escritura y del asombro ante el poder evocador y al tiempo lacerante de la memoria.
-¿Cuál es la clave artística o estética de la obra?
- La creatividad constituye la verdadera clave de Perdón. Ello se refleja en que el protagonista, que es una proyección de mi yo, avanza en su peculiar senda hacia el perdonar gracias al bálsamo de la belleza, que vierte sobre sus heridas interiores. Esto sucede, en la obra, en forma de instantáneas, poéticas y líricas, a modo de auténticos fogonazos o flashes expresivos.
-¿Cree que esta novela puede descubrir algo nuevo acerca del perdón? ¿Ayuda a perdonar?
- Perdón posee, en mi humilde opinión, una cualidad muy singular y efectiva: y es que activa en quien la lee su propia sed de perdonar y de ser perdonado por otros… Lo hace con sencillez y delicadeza, con una especial ternura, aunque con mucha fuerza a la vez. Ello, mediante su rememorar unos episodios autobiográficos en los que todos pueden reconocer el eco inconfundible del dolor que emana de las propias heridas. Y esto lo hace Perdón sin discursos genéricos ni voluntaristas consejos, sino desde el encanto y la radicalidad a la par de unas escenas reales, revividas por una conciencia llagada, pero hambrienta de paz y de dulzura, como lo es la de todos.
- ¿De dónde piensa usted que puede brotar el verdadero perdón?
- No he escrito mi novela para extraer conclusiones teóricas sobre el perdón ni dar lecciones en esto a nadie. Pero lo que, a través de ella, puedo testimoniar, consiste en que la fuente del perdón se abre en nosotros desde el corazón mismo de nuestras heridas. No se puede perdonar dando la espalda a nuestras cicatrices, y esto nos exige adentrarnos en ellas con valor y, también, con un hondo respeto.
- ¿Hay una tendencia al perdón en el hombre?
- En lo más profundo de nuestra vulnerabilidad, de nuestro ser dolorido y roto, de nuestra fragilidad, resuena una misteriosa melodía. Esa melodía es más honda que nosotros mismos, y evoca a Dios en su infinita misericordia. Perdón ayuda a afinar y sensibilizar nuestro oído, a fin de escuchar, a través de la belleza, la divina compasión y a establecer un diálogo íntimo con ella.