J.R.R. Tolkien (18921973) pertenece a la extensa nómina de los grandes escritores católicos ingleses (por nacimiento o adopción) del siglo XX, que abarca a quienes lo fueron explícitamente, como él mismo, G.K. Chesterton, Hillaire Belloc, Evelyn Waugh o Roy Campbell, o quienes se quedaron a las puertas de la Iglesia desde posiciones anglocatólicas, como C.S. Lewis (el gran amigo de Tolkien) o T.S. Eliot.
La magna obra de Tolkien El Señor de los Anillos, junto con El Silmarillion y El Hobbit, fue publicada entre los años 30 y 50 y, ya convertida en un clásico de la literatura, conoció una expansión espectacular merced a la trilogía cinematográfica que reventó las taquillas en los primeros años del siglo XXI.
«Es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica», explicó su autor en una carta al jesuita Robert Murray, «inconscientemente al principio, pero conscientemente en la revisión. Por eso eliminé todas las referencias a la religión o al culto en el mundo imaginario: porque el elemento religioso está implícito en la historia y en el simbolismo».
Entre los estudios que han glosado este carácter, destaca uno muy reciente, publicado en el último número (nº 479-480) de la revista española Verbo, bajo el título El catolicismo en Tolkien y en «El Señor de los Anillos». Su autor es José Miguel Marqués Campo, y supone un importante repaso a todos los elementos que, en la trama y en la figuración de los personajes, evocan el relato bíblico y las verdades de la Fe.
Arquetipos de la Virgen María
Especial relevancia adquiere, en esta perspectiva, la figura de Galadriel, la Reina de los Altos Elfos de Lothlórien, interpretada en la película por la actriz Cate Blanchett.
En ella veía el padre Murray ciertas semejanzas con la Virgen María, y Tolkien no lo negó: sobre la Virgen María «se funda toda mi escasa percepción de la belleza, tanto en majestad como en simplicidad», dijo.
Y es que, como subraya Marqués Campo, si bien en el conjunto de la obra de Tolkien no puede decirse que Galadriel sea «inmaculada» en el mismo sentido que Nuestra Señora, sí resulta «un personaje de gran belleza y nobleza por su resistencia contra los designios del Señor Oscuro», en una lucha que recuerda la de la Santísima Virgen aplastando la cabeza de Satanás.
Según Marqués Campo, el arquetipo mariano de El Señor de los Anillos lo comparten Galadriel y Elbereth. Ésta es el refugio al que acuden los Elfos en todas sus necesidades, la mediadora de todas las gracias como es la Virgen.
Pero en el viaje decisivo que emprende Frodo, es Galadriel quien le enseña el «santuario», el jardín que figura ser el del Edén, antes del pecado original (del que se vio libre María); y es ella quien les invita, a él y a Sam, a mirar en el Espejo de Galadriel para descubrir «el fondo de su propio corazón»; y ella quien les entrega el frasco con la Estrella de Ëarendil, como «para que seamos muy propensos a acudir a la Virgen María para pedir su intercesión», como hacen ellos con Elbereth.
Junto a otras ideas teológicas analizadas en este artículo, como el papel de la gracia en la salvación, la necesidad de la perseverancia en el bien hasta el final, o el papel del «sacrificio» y la «pérdida» para la victoria, la intercesión y la devoción marianas tienen pues una relevancia especial para Tolkien, y de ahí que Marqués Campo señale la «genialidad original» de toda la saga para la «evangelización».
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